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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Defender la alegría

Hace días que lo recito como un mantra ante la crónica de una guerra nueva, pero vieja, repetida en el tiempo. Busco una trinchera en cualquier lugar en el que poder reconciliarme con el ser humano. Acompáñenme en la escapada

Foto: 'Feria', de Gustavo Bacarisas. (Museo Thyssen Málaga)
'Feria', de Gustavo Bacarisas. (Museo Thyssen Málaga)

“Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas”. Benedetti escribió este alegato de defensa de la alegría en una época convulsa en Sudamérica, donde se sucedieron graves conflictos que derivaron en dictaduras. Una época de desesperanza a la que Benedetti hace frente con un compromiso férreo e irremediable con la vida misma.

Defender la alegría como una trinchera. Hace días que lo recito como un mantra ante la crónica de una guerra nueva, pero vieja, repetida en el tiempo. Caos, muerte, oscuridad. Esquema de siglos. Busco una trinchera en cualquier lugar en el que poder reconciliarme con el ser humano y su capacidad de creación. Dejar atrás noticias de última hora y refugiarme en la belleza.

Acompáñenme en la escapada.

La primera parada la haremos ante el cabello de seda de Pepa Suárez Parias, la joven cordobesa que cautivó a Julio Romero de Torres, convirtiéndola en una de sus musas. Un peinecillo rojo recoge el hermoso cabello de Pepa en un moño que descansa sobre la nuca, dejando a la vista la esbeltez de su cuello. En su obra ‘Viva el pelo’, el maestro cordobés hace una oda a la belleza por el camino de una sencillez sofisticada y una sensualidad envolvente que es marca absolutamente reconocible del artista.

placeholder 'Viva el pelo', de Julio Romero de Torres.
'Viva el pelo', de Julio Romero de Torres.

Nacido en el seno de una familia de artistas, con 10 años, el pequeño Julio ya ingresaba en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba. Modernismo, Simbolismo, Realismo, Regionalismo. Romero de Torres fue mucho más que el “pintor de la mujer morena”. Envuelto casi siempre en un halo de provocación y escándalo, en sus obras aborda desde la pintura social (‘Mal de amores’, ‘Vividoras del amor’) a la mística de sus cuadros religiosos interpretados desde su inequívoca sensualidad (‘Samaritana’, ‘Muerte de Santa Inés’).

En la hondura del flamenco y la copla se encierra la clave para entender esa otra parte de su producción que se ha confundido con un vacuo tipismo. ‘La nieta de la Trini’ o ‘Cante hondo’ son obras magistrales que hay que interpretar desde la óptica de un artista culto, inquieto y extraordinariamente sensible. Una revisión de su vida y obra al alcance de una visita al museo que lleva su nombre en la capital cordobesa.

Bacarisas supo asimilar las corrientes pictóricas más innovadoras desde el impresionismo al modernismo

La segunda parada en esta búsqueda de tregua nos lleva al Museo Carmen Thyssen de Málaga. De entre toda su colección de pintura española de finales del XIX y principios del XX, con nombres como Muñoz Degrain, Joaquín Bilbao o Darío de Regoyos, quiero quedarme con el del artista gibraltareño Gustavo Bacarisas, espíritu inquieto y cosmopolita. En su obra 'Feria’, encontramos al Bacarisas postimpresionista, con una pincelada enérgica y suelta que se me antoja deudora de Cezánne y una composición resuelta a base de color y la luz que ilumina el centro de la escena.

El autor ya había realizado otras interpretaciones de eventos feriantes, guardando el Museo de Bellas Artes de Sevilla la que es, quizás, la mejor de sus versiones: ‘Sevilla en fiestas’, una fantasía cromática cuasi fauvista y una luz artificial, cinematográfica, dominan la sala en la que se exhibe el monumental lienzo.

Bacarisas supo asimilar las corrientes pictóricas más innovadoras, desde el impresionismo al modernismo que caracterizó gran parte de su obra y que terminó evolucionando hacia el postimpresionismo. Todo ello reinterpretado con un lenguaje inconfundible, personalísimo, rico en color y con un uso magistral de la luz.

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De su estancia en Londres se llevó la influencia de los paisajistas ingleses, especialmente de William Turner, lo que podemos adivinar en obras como 'Algeciras y la Bahía'. Siguiendo la ruta de otros pintores paisajistas españoles de principios del siglo XX, sus pasos le llevaron a Marruecos, atraído por lo exótico del paisaje natural y humano de las ciudades del norte de África (‘Bellezas marroquíes’).

Pintor, diseñador de paneles cerámicos, cartelista de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, escultor, escenógrafo de óperas, Bacarisas nos llena la maleta de luz y color hasta la tercera etapa de esta particular travesía.

Un ventilador, una joven divertida, papeles que vuelan, la felicidad en lo intrascendente. ‘El ventilador’ de José García Ramos aparece en plena acción en el Museo Mariano Bellver-Casa Fabiola de Sevilla. En 1882, el americano Schuyler S. Wheeler, bendito sea por siempre, inventó un artefacto eléctrico que aliviaba los rigores del calor veraniego. En el lienzo de García Ramos, un ventilador a ritmo frenético revuelve el cabello y la ropa de una muchacha que nos mira sorprendida y se recrea en la diversión que supone el nuevo objeto doméstico. En ocasiones, la felicidad es ligera y fugaz como las flores que se desprenden de su pelo.

placeholder 'El ventilador', de José García Ramos.
'El ventilador', de José García Ramos.

García Ramos es una de las figuras más relevantes dentro del ambiente intelectual y artístico de Sevilla a finales del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX. Discípulo de José Jiménez Aranda, con quien viajó a Roma y París, sus primeras obras están determinadas por el academicismo historicista y por el “preciosismo” que bebía de la obra de Mariano Fortuny. En una segunda etapa, su producción ya le valida como el más importante referente de la pintura regionalista andaluza de su tiempo (‘¡Hasta verte, Cristo mío’, ‘Baile por bulerías’, ‘Nazareno, dame un caramelo’). En la etapa final de su carrera, conflictos familiares y la pérdida de una clientela que ya consideraba su pintura pasada de moda, influyeron en la pérdida de la vitalidad y el brillo de su pincelada.

Pero nosotros, para terminar esta escapada, queremos quedarnos prendidos en el cabello de la chica del ventilador. Etéreos, ligeros, sutiles. El Arte es, entre otras cosas, un dispensador de emociones para todo aquel que se le acerca con el corazón y los ojos abiertos.

Refugio para seguir defendiendo la alegría como una trinchera.

“Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas”. Benedetti escribió este alegato de defensa de la alegría en una época convulsa en Sudamérica, donde se sucedieron graves conflictos que derivaron en dictaduras. Una época de desesperanza a la que Benedetti hace frente con un compromiso férreo e irremediable con la vida misma.

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