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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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El Hospital del Arte

En el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, un equipo interdisciplinar de profesionales tiene la extraordinaria tarea de devolver la salud a los bienes patrimoniales de la comunidad

Foto: Vista del Monasterio de Santa María de las Cuevas. (EFE/José Manuel Vidal)
Vista del Monasterio de Santa María de las Cuevas. (EFE/José Manuel Vidal)

He llegado a sus puertas canturreando el ‘Fix you’ de Coldplay. Las luces te guiarán a casa, encenderán tus huesos y yo trataré de curarte.

Hoy sábado quiero que se agarren a mi brazo y, mientras le hacemos los coros a Chris Martin, vamos a llegar al Hospital del Arte en Andalucía, un lugar que ya ha aparecido de soslayo en algunas de estas columnas que firmo, pero que hoy quiero descubrirles. Me estoy refiriendo al Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

placeholder Interior de la sede del IAPH. (IAPH)
Interior de la sede del IAPH. (IAPH)

¿Hospital del Arte? Pues sí y les explico. En un hospital se vela por la salud de los enfermos, se les cura, se investigan nuevos tratamientos y se está en constante formación de profesionales de la medicina. Y es un paralelismo más que evidente.

Pero, además, hay que sumarle un aura de lugar sagrado.

Foto: Vista del Monasterio de Santa María de las Cuevas. (EFE/José Manuel Vidal) Opinión
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La sede en Sevilla se encuentra en un lugar que rezuma una historia imponente, el Monasterio de Santa María de las Cuevas, del que ya les hablé en su día. Las características chimeneas del monasterio sirven de señuelo para ubicarlo en el skyline de la ciudad. Allí, en el edificio restaurado por Vázquez Consuegra, un equipo interdisciplinar de profesionales tiene la extraordinaria tarea de devolver la salud a todos los bienes patrimoniales que llegan al Instituto en distintos soportes.

Sobre una de las mesas del taller de textiles, una de las ventanas más atractivas del IAPH, reposa un traje de buzo rescatado en el puerto de Algeciras por el Centro Andaluz de Arqueología Subacuática de Cádiz, un equipo de ocho arqueólogas e historiadoras que optan a ganar el concurso de profesión más apasionante del mundo. Descubridoras de tesoros en el fondo de los mares andaluces.

placeholder Centro de arqueología subacuática de Cádiz. (IAPH)
Centro de arqueología subacuática de Cádiz. (IAPH)

En otra mesa, un restaurador realiza labores de limpieza sobre el simpecado de la Hermandad del Rocío de Huelva, obra de la extraordinaria bordadora Esperanza Elena Caro. Emociona contemplar el trabajo de unos profesionales que, a sus conocimientos y destrezas, le añaden una dosis extra de amor por lo que hacen.

“Somos fotogénicos”, así lo señala Juan José Primo, director del Instituto e historiador de formación. Está orgulloso del equipo que dirige, le delata el brillo en los ojos, un equipo de ciento ocho profesionales con un 80% de titulados superiores entre los que podemos encontrar, junto a conservadores y restauradores, a químicos, físicos, informáticos, economistas o abogados. ¿La razón? La excelencia, que da como resultado un trabajo integral, riguroso, ejecutado con una metodología innovadora que ha llevado al IAPH a convertirse en un centro de referencia en la restauración y conservación del patrimonio.

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Pero “la restauración solo es el medio”, apostilla el director. Los fines del Instituto son, además de la intervención sobre el patrimonio, la investigación, la documentación del trabajo (guardar la memoria para que no se pierda), la divulgación y la formación. En el taller de pintura, un lienzo de gran formato procedente de la Iglesia sevillana de la Anunciación, es el cuaderno de prácticas de los estudiantes que llegan del servicio de estancia. Aquí nada es presunción, todo se ejecuta. Excelencia e innovación a modo de apellidos de esta Universidad del Patrimonio.

placeholder Uno de los talleres del IAPH. (IAPH)
Uno de los talleres del IAPH. (IAPH)

Por estas salas que recorremos han pasado desde el portentoso Cristo de Vergara, del cordobés Juan de Mesa, a la Biblia de Gutenberg que posee la Universidad de Sevilla, desde la capa pluvial de Carlos V a los privilegios rodados de Alfonso X, desde el estandarte de caballería de los Reyes Católicos al Giraldillo, para el que hubo que construir una nave con la altura suficiente para albergar la imponente veleta que corona la Giralda.

En esta nave nos recibe Constanza, arqueóloga, para presentarnos a sus “niños verdes” como ha bautizado, todo calidez y cariño, a los dos efebos de Pedro Abad. Broncíneos, de perfil clásico, nariz recta, labios carnosos, vacío en unos ojos a los que asomarse y viajar a la rica y fértil Bética romana. En una mesa anexa, unas bolsas contienen toda la tierra encontrada en el interior de estos dos sirvientes de banquete, silenciosos y serviles. A la par del trabajo de restauración de los efebos, un equipo de investigadores analizará la tierra extraída, tierra que es coetánea de estos niños verdes, lo que la convierte en un vestigio arqueológico de extraordinaria importancia y cuyo estudio aportará luz sobre el contexto histórico de las estatuas, si se hicieron en Roma o en un taller local, si eran pareja o no tienen vínculo entre ellos, y todo aquello que los investigadores expriman de esa tierra que observo sinceramente impresionada.

placeholder Efebo Apolíneo Pedro Abad. (IAPH)
Efebo Apolíneo Pedro Abad. (IAPH)

Thangkas tibetanos de culto budista procedentes de Granada, el Nazareno de Benalmádena, el manto de la Virgen de las Angustias de Vera, el palio de la Virgen del Valle de Sevilla, y así hasta completar una lista de bienes representativos de las ocho provincias andaluzas.

Qué bien hacemos las cosas en Andalucía cuando las hacemos bien y qué justo es contarlo y divulgarlo.

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He llegado a sus puertas canturreando el ‘Fix you’ de Coldplay. Las luces te guiarán a casa, encenderán tus huesos y yo trataré de curarte.

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