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Las gallinas ponedoras de Rafael Santamaría y los huevos de oro de José Bono
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Nacho Cardero

Caza Mayor

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Las gallinas ponedoras de Rafael Santamaría y los huevos de oro de José Bono

“El gobernador civil de Madrid ha impuesto una multa de 25.000 pesetas a don Rafael Santamaría Moreno, propietario de la Granja Layer, del término municipal de

“El gobernador civil de Madrid ha impuesto una multa de 25.000 pesetas a don Rafael Santamaría Moreno, propietario de la Granja Layer, del término municipal de Pinto, por venta al por mayor de huevos a precios superiores a la cotización que libremente se dieron, en igual fecha, en el Mercado Central, infringiendo con ello lo dispuesto por la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes”. Era principios de los sesenta y la familia Santamaría centraba su actividad en el área de la alimentación, sector avicultura. Producían huevos entre Pinto y Valdemoro. Miles de huevos que vendían a “precios abusivos”, según información publicada en ABC el 24 de enero de 1963.

 

Años después cambiarían de registro. Las gallinas ponedoras trocarían en grúas y la familia le daría la vuelta a la empresa, pasando a denominarse Reyal, que es Layer pero puesto del revés. La sociedad inmobiliaria se constituyó el siete de marzo de 1970. Fue el germen de una pequeña constructora que devino en gran promotora y que el padre dejó en herencia a su hijo homónimo, Rafael Santamaría Trigo, verdadero muñidor del imperio. A este último, imagen de la actual Reyal Urbis, se le conoce por su faceta empresarial, por sus hoteles y por su amistad con el presidente del Congreso, José Bono, aunque últimamente sólo por esto último.

 

Nunca han ocultado su relación. Veranean juntos, almuerzan juntos y departen en los mismos corrillos cuando coinciden en un acto. Una amistad bajo sospecha que ha propiciado varias querellas contra Bono por un posible delito de cohecho por las dádivas recibidas de su amigo el constructor, ya sean caballos para su hípica, una permuta de pisos en la que salió beneficiado o la decoración de las viviendas de Salobre y Olías del Rey. Sofás, cortinas, alacenas… Gratis total. El Tribunal Supremo, sin embargo, ha desechado la admisión de tales causas al entender que no hay cohecho y que dichos regalos se circunscriben a la relación personal que mantienen ambos.

 

Santamaría y Bono caminan peligrosamente por el alambre que separa lo público y lo privado, un juego que quizá no sea ilegal pero que provoca recelo, sobre todo cuando se trata de un ex presidente de una comunidad autónoma y un empresario con intereses en dicha región. Los comentarios sobre ambos eran lugar común el sector del ladrillo. Como cuando desaparecía la cuadrilla de visteros sin mediar palabra y a las tres semanas regresaba. ¿Dónde habéis estado este tiempo?, les inquiría el encargado de la obra. Don Rafael, que nos ha pedido que vayamos a la casa de Bono, respondían de lo más natural. O como cuando el de Reyal se dirigía a sus subcontratas para que le hicieran unos apaños a la vivienda del manchego y éstos se interesaban por el jornal:

-¿Cuánto? –le preguntaban.

-¿Cuánto qué?

-¿Cuánto vamos a cobrar?

-Nada. Estas cosas hay que hacerlas gratis.

 

Además de Bono, en su círculo de próximos se encuentran también los dueños, o antiguos dueños, de las inmobiliarias que conformaban aquel lobby del G-14; empresarios como Arturo Fernández, dueño del Grupo Arturo y actual vicepresidente de la CEOE; el presidente de Asprima, José Manuel Galindo; y políticos de uno y otro palo. Aquí José Bono, del PSOE, aquí José Manuel Molina, del PP, aunque la adscripción de ambos a sus respectivas formaciones sea más testimonial que ideológica. 

 

El ‘Garzón del ladrillo’

 

A diferencia de otros señores del ladrillo, Santamaría Trigo, 59, sabe lo que se dice cuando habla de edificabilidad y cemento. No por nada es aparejador. También es cazador. Este dato no es baladí, que en el campo de la construcción exhibir destreza en los ojeos de perdices tiene igual peso que saber interpretar un plano. Y don de gentes. Esa es otra de sus cualidades. R.S. Trigo posee don de gentes. “Santamaría es una persona muy cercana”, confirma un colaborador, “y muy inteligente. Tiene el negocio en la cabeza. Es el que mejor conoce el sector y el que más se ha preocupado por transmitir a la sociedad las bondades del negocio inmobiliario”.  

 

Su ascensión al Olimpo empresarial no fue inmediata, aunque dio un salto notable con la presidencia de la patronal de los promotores de Madrid (Asprima). Ahí empezó a ganar en presencia. Mucha presencia. Algunos le apodaron el Garzón del ladrillo. En la patronal, en las recepciones, en las conferencias, en los periódicos. Mirases donde mirases, Santamaría estaba allí, con sus anteojos y su traje de dandy. Omnipresente. Igual que el juez. Pero ahora ya no. Desde que engulló Urbis, la inmobiliaria que los Botín tenían en Banesto, ha pasado a un segundo plano. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con él sin conseguirlo.

 

El problema era la fecha, 2007, y que la burbuja inmobiliaria estaba a punto de explotar por culpa de unos precios que, como los huevos que vendían la familia Santamaría en sus orígenes, eran demasiados caros y habían propiciado una especulación desmesurada

La operación tenía su lógica. Adquiriendo Urbis, ampliaba negocio y obtenía el marchamo de los mercados, ya que la compañía cotizaba en Bolsa. Santamaría contrató los servicios de Estudio de Comunicación, del periodista Lalo Azcona, para que le ayudara a transmitir a los inversores lo provechoso de la fusión y el cambio de imagen. El problema era la fecha, 2007, y que la burbuja inmobiliaria estaba a punto de explotar por culpa de unos precios que, como los huevos que vendían la familia Santamaría en sus orígenes, eran demasiados caros y habían propiciado una especulación desmesurada. La bola de Urbis se hizo demasiado grande y un alud de cascotes se vino encima.

 

Después de pedir árnica, Rafael Santamaría consiguió salvar el concurso de acreedores el pasado mes de mayo al refinanciar su deuda, que por entonces ascendía a casi 5.000 millones de euros. Lo más relevante del acuerdo fueron los tres años de plazo que les sacó a las entidades para sanear y levantar la compañía, un proceso supeditado a una complicada venta de activos que le ha llevado a desprenderse de alguna de sus joyas, caso de Castellana 200.

 

Los vips de Baqueira y los fantasmas de Yebes

 

El faraónico proyecto de Castellana 200, que incluía viviendas, oficinas, hotel con spa y centro comercial de lujo en la principal arteria de Madrid, se lo han quedado cinco bancos (Santander, BBVA, Sabadell, Bancaja y Banco Valencia). No habrá viviendas. Ni spa. Sólo oficinas y aparcamientos. Algo similar ha sucedido con la macropromoción de Yebes. Parte de la ciudad fantasma de Valdeluz, próxima a la escasamente transitada estación del AVE de Yebes (Guadalajara), construida por Reyal Urbis, también ha caído en manos de los acreedores.

 

Mientras tanto, en el otro centro que posee en Madrid, el del ABC Serrano, ubicado en al Milla de Oro y llamado a convertirse en su día en referente comercial del lujo ha tenido que abrir sus puertas a Mercadona

Otro de los activos emblema de los que tendrá que desprenderse será el de La Esquina del Bernabéu, que se termina este año. El 31 de diciembre de 2011 acaba la concesión. Poco a poco, los locales van bajando la verja. Mientras tanto, en el otro centro que posee en Madrid, el del ABC Serrano, ubicado en al Milla de Oro y llamado a convertirse en su día en referente comercial del lujo ha tenido que abrir sus puertas a Mercadona. El cambio de imagen es más que simbólico. A partir de ahora, el jamón de los escaparates no será Cinco Jotas sino Hacendado.

 

Lo que preserva su pátina intacta es Rafael Hoteles. La niña mimada de Santamaría no se toca. Al menos, no por ahora. De entre todos estos hoteles destaca Casanova, en Barcelona, y La Pleta, en Baqueira Beret. El de la localidad leridana es el de mayor renombre y está frecuentado por empresarios, banqueros, representantes de la burguesía catalana e incluso miembros de la realeza, gente con la que otrora Santamaría compartiera cónclaves. Desde lo de Urbis se prodiga menos, refugiándose en su familia, en amigos como Bono y en hojas de balance con el objeto de darle otra vuelta a Reyal, una vez más, y levantar la empresa que heredó de su padre. Tiene tres años para ello.

 

Entregas anteriores:

 

- Bruno Figueras, el empresario repudiado por la burguesía catalana (XI)

 

- El comerciante de níscalos y la herencia maldita de Astroc (X)

 

- El exilio sevillano de Luis Portillo y otros relatos bélicos (IX)

“El gobernador civil de Madrid ha impuesto una multa de 25.000 pesetas a don Rafael Santamaría Moreno, propietario de la Granja Layer, del término municipal de Pinto, por venta al por mayor de huevos a precios superiores a la cotización que libremente se dieron, en igual fecha, en el Mercado Central, infringiendo con ello lo dispuesto por la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes”. Era principios de los sesenta y la familia Santamaría centraba su actividad en el área de la alimentación, sector avicultura. Producían huevos entre Pinto y Valdemoro. Miles de huevos que vendían a “precios abusivos”, según información publicada en ABC el 24 de enero de 1963.

Rafael Santamaría José Bono Burbuja inmobiliaria