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El periodismo independiente morirá algún día… pero no será hoy
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Nacho Cardero

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El periodismo independiente morirá algún día… pero no será hoy

El propósito de El Confidencial es público y notorio. Está escrito en la sala de redacción: "Ser el mejor periódico de España". Esto no tiene que ver con los 'rankings' de audiencia, suscripción e ingresos

Foto: Imagen: El Confidencial Diseño
Imagen: El Confidencial Diseño

Puede ser que, por el relativismo radical y el abuso de los neolenguajes, nos encontremos próximos al fin de la verdad; puede ser que ChatGPT y otras disrupciones de la inteligencia artificial acaben jubilando a buena parte de los profesionales de los medios; puede ser que las grandes cabeceras terminen en manos de unos fondos que gestionan diarios como si fueran equipos de fútbol; puede ser que el periodismo libre e independiente vaya directo a la extinción igual que los dinosaurios. Puede ser. Pero ese día todavía no ha llegado.

La Justicia acaba de fallar a favor de El Confidencial en la demanda que Iberdrola interpuso contra este diario, y por la que nos reclamaba 17 millones de euros por supuesta intromisión ilegítima en el honor de la compañía, una cantidad que hubiera supuesto el cierre del periódico y la salida de las cerca de 200 personas que lo hacen posible.

La demanda de Iberdrola pretendía silenciarnos, pero ha logrado justo lo contrario: que nuestra voz se escuche alta y clara

La demanda de Iberdrola pretendía silenciarnos, pero ha logrado justo lo contrario: que nuestra voz se escuche alta y clara. La sentencia destaca el buen hacer de los periodistas de El Confidencial, avala la veracidad de las informaciones sobre los pagos de Iberdrola al comisario José Villarejo e incide en que la libertad de la información, o el derecho de nuestros lectores a conocer la verdad, está por encima del derecho al honor, la intimidad y la propia imagen.

En este inicio del siglo XXI, solo las empresas que trabajan con propósito están abocadas a perdurar en el tiempo. Empresas que no miran únicamente por la cotización de sus acciones, sino que sitúan también en un lugar preeminente a sus empleados, clientes, proveedores y al resto de sociedad en su conjunto, incluidos los medios de comunicación en tanto en cuanto instrumentos de regeneración democrática.

Foto: Imagen: El Confidencial Diseño

El único propósito que buscaba el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, con estas acciones legales era acallar a nuestros periodistas para que no se hicieran eco de una realidad que le resultaba incómoda. Primero retiró la publicidad; luego interpuso la demanda. Una declaración de intenciones que combina especialmente mal con su discurso de potenciar los criterios ESG, esto es, ambientales, sociales y de buena gobernanza.

El presidente de Iberdrola ―el mayor sueldo del Ibex, bonus aparte― está utilizando los recursos de Iberdrola con fines particulares, espurios y muy poco sostenibles, tal que lavar su imagen, salpicada por los escándalos judiciales. Un ecopostureo de manual. Deberían tomar nota de ello los accionistas en la próxima junta. “El mundo necesita líderes que sean lo contrario del viejo hombre de empresa que maximiza fríamente los beneficios, líderes que, en lugar de eso, adopten una actitud más vulnerable, abierta, atenta, empática y humana”, escribe Paul Polman en su libro Net Positive.

Foto: Banderas europeas, frente a la Comisión Europea. (Reuters/Yves Herman)

El propósito de El Confidencial, en cambio, es público y notorio. Está escrito en la sala de redacción: “Ser el mejor periódico de España”. Esto no tiene que ver con los rankings de audiencia, suscripción e ingresos. O al menos, no solo. Esto tiene que ver con una misión, la de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a que el mundo sea algo mejor. Y eso se logra haciendo lo que mejor sabemos hacer: periodismo libre e independiente.

Periodismo en una etapa de máxima complejidad y riesgo, donde la palabra que más se escucha en las paredes del templo es incertidumbre y las crisis se van sucediendo unas a otras a una velocidad pocas veces vista, lo que nos lleva a minusvalorar la relevancia de las mismas y hace que nos olvidemos rápidamente de ellas y naturalicemos situaciones que no tienen nada de naturales. Un contexto que transcurre en paralelo a un progresivo deterioro del Estado de derecho y a la proliferación de ataques a la prensa hasta ahora inéditos.

Foto: Presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán (EFE / José Coelho)

Mal que les pese a algunos, los medios constituyen una parte consustancial de nuestra democracia. En palabras de Felipe VI, pronunciadas con motivo de los Premios Influyentes de El Confidencial, los medios son una herramienta “imprescindible para comprender, descifrar y abordar” las transformaciones sociales y constituyen “un espacio público en el que tienen la gran responsabilidad de fomentar y difundir los valores democráticos, los principios éticos y el pluralismo de las ideas”.

Seguramente solo los que se dedican al mundo de la información pueden entender el trabajo que hay detrás de los titulares, el esfuerzo y la responsabilidad de sus profesionales. En la prensa, no estamos para hacer amigos. Aquí estamos para levantar noticias, es decir, para publicar lo que alguien no quiere que se publique, es decir, lo que Galán oculta. “El resto son relaciones públicas”, reza la celebérrima frase.

La prensa libre e independiente debe velar por el buen funcionamiento de los tres poderes, el ejecutivo, legislativo y judicial, que vertebran nuestra sociedad, así como denunciar los abusos del poder que sobrevuela a todos ellos, el económico, cuyos tentáculos alcanzan hasta el tuétano del sistema. Tal y como le gusta decir a Gay Talese, “hacen falta más periodistas críticos con el poder”, que huyan de la indolencia, saquen de la zona de confort a nuestros líderes y faciliten que los optimistas puedan seguir siéndolo.

Puede ser que, por el relativismo radical y el abuso de los neolenguajes, nos encontremos próximos al fin de la verdad; puede ser que ChatGPT y otras disrupciones de la inteligencia artificial acaben jubilando a buena parte de los profesionales de los medios; puede ser que las grandes cabeceras terminen en manos de unos fondos que gestionan diarios como si fueran equipos de fútbol; puede ser que el periodismo libre e independiente vaya directo a la extinción igual que los dinosaurios. Puede ser. Pero ese día todavía no ha llegado.

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