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Nacho Cardero

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Fernández-Villaverde y las verdades del barquero

El problema surge cuando el optimismo de largo plazo se confunde con el buenismo imperante en el discurso oficial y se minusvaloran los retos del presente

Foto: Jesús Fernández-Villaverde, en una imagen de archivo. (EFE/Kiko Huesca)
Jesús Fernández-Villaverde, en una imagen de archivo. (EFE/Kiko Huesca)
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Si el genio de la lámpara les preguntara en qué etapa de la historia de la Humanidad les hubiera gustado que nacieran sus hijos, la respuesta unánime habría sido "el momento actual"; y si les hubiera dado a elegir un lugar concreto para hacerlo, una mayoría se hubiera decantado por España, lo cual dice mucho de nuestro país o poco de nuestros vecinos. Elijan la respuesta que más les apetezca.

El hecho cierto es que, pese a nuestras pulsiones cainitas, España no es un lugar tan malo y, si solemos ignorar sus virtudes es porque, como puntualiza Hans Rosling, lo bueno es lo habitual y por eso mismo cuesta apreciarlo.

Foto: Foto: José Méndez. Opinión
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El problema surge cuando este optimismo de largo plazo se confunde con el buenismo imperante en el discurso oficial y se minusvaloran los retos del presente, lo que conduce a la indolencia e inacción. En ese escenario, uno tiende a pensar que no es necesario complicarse la vida, pues ya en el futuro, por el arte de birlibirloque, llegará alguien con el bálsamo de Fierabrás que lo solucione todo.

Sirva este preámbulo para hablar del reciente viaje a nuestro país del prestigioso economista Jesús Fernández-Villaverde (Madrid, 1972) y de los elogios y, sobre todo, ataques que ha recibido por su disección crítica de la realidad de España. Fernández-Villaverde es catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania y miembro de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) y del Centro de Investigación de Política Económica (CEPR) de Estados Unidos. Escribe habitualmente en El Confidencial.

El motivo del viaje era una conferencia magistral que, bajo el título Complejidad electoral y política de bloques en la España actual, impartió en la Fundación Rafael del Pino y en la que desgranó algunas conclusiones que ha ido poniendo negro sobre blanco en sus artículos en el periódico. A saber: desde el año 2015 se han celebrado en España cinco elecciones generales sin que hayamos tenido ningún Gobierno estable. La culpa, explica, la tiene el profundo cambio que se ha producido en nuestro sistema electoral, condicionado por el eje territorial del voto y la evolución demográfica de nuestro país.

El nuevo paradigma, producto de la combinación de estos tres factores, ha obligado a las izquierdas a levantar puentes de entendimiento con formaciones que se encuentran en las antípodas ideológicas, como sucede con las fuerzas nacionalistas de País Vasco y Cataluña, pues se han dado cuenta de que, en caso contrario, jamás sumarán los escaños suficientes para gobernar. La estrategia la ideó Zapatero en 2003 ("apoyaré el Estatut que apruebe el Parlamento de Cataluña") y la ha culminado Sánchez 20 años después.

En caso de que el socialista salga investido presidente, será el primer Gobierno en la historia de la democracia de España que no refleje la actual mayoría sociológica del país (centroderecha). "Pedro Sánchez no es la causa de nada, sino el resultado de una nueva realidad", explica el economista. El bloqueo nos acompañará durante bastante tiempo, concluye.

Foto: Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en las dependencias del grupo socialista en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)

Las disertaciones de Fernández-Villaverde parecen difícilmente refutables, incluso por sus más acendrados haters, a tenor de la coyuntura, con una investidura fallida, la de Feijóo, otra, la de Sánchez, para la que todavía no se ha fijado fecha, y un prófugo de la Justicia, Puigdemont, del que dependerá el futuro Ejecutivo.

Con estos mimbres, gobiernos débiles a diestra o siniestra, difícilmente se van a poder acometer las reformas estructurales que requiere el país. Es ahí, en esta visión pesimista de la economía y de la realidad sociológica, donde le llueven los dardos.

"La reforma de las pensiones no tiene mucho recorrido, así que no se ha solucionado. En los problemas gordos de verdad, como la falta de productividad de la economía, el sistema educativo deficiente y el déficit estructural, no se ha avanzado nada desde 2015", afirmaba en una entrevista reciente. Lo de que España resiste mejor "es una chuminada: estamos creciendo más porque caímos mucho más. Este argumento de que las cosas van bien porque estamos creciendo más que la UE me parece endeble", añade cáustico.

Por mucho que distribuyan la especie los voceros del buenismo oficial, la situación de España no es ese Shangri-La que nos pintan. Para muestra, dos botones: uno, tal y como desvela El Confidencial, las últimas estimaciones de la AIReF apuntan a que la economía española entrará en contracción en el tercer trimestre del año, la primera después de la pandemia, y dos, la ejecución de los fondos Next Generation, es decir, el maná que iba a salvar a España de todos sus males, no ha sido tal.

Hemos tenido que pedir más años a Bruselas y reducir la previsión del impacto de los fondos en la economía. Para más inri, los bancos andan apretando las tuercas a sus deudores para no entrar en mora ante la fulgurante subida de tipos acometida por el Banco Central Europeo.

Por mucho que distribuyan la especie los voceros del buenismo oficial, la situación de España no es ese Shangri-La que nos pintan

La realidad es que, desde 1975 a 2023, España ha sido incapaz de reducir distancias con nuestros vecinos europeos. La convergencia se frenó en 2007 y, a partir de ahí, hemos ido hacia atrás como los cangrejos. "En 2015-2016, escribí una serie de entradas en un blog sobre los problemas fiscales de España. Oye, podría haber escrito sobre la producción de mejillones en Letonia durante la Edad Media y habría tenido más impacto entre el público que nos leía en aquel entonces. Los pocos lectores que comentaron fue para decirme 'la cosa no va tan mal", me confesó en su día Fernández-Villaverde.

Tendemos a analizar el mundo desde un punto de vista binario, cuando en realidad lo que predominan son los grises. Uno puede ser optimista con el futuro y, a su vez, crítico con el presente. Que los datos concluyan que hemos echado por tierra 15 años y, por ende, una generación de jóvenes (de 2008 a 2023), no significa que la tendencia vaya a continuar en los próximos años. Para ello, la sociedad tendrá que actuar rápidamente. Y lo tendrá que hacer conforme a realidades que se nos intentan ocultar desde arriba.

Si el genio de la lámpara les preguntara en qué etapa de la historia de la Humanidad les hubiera gustado que nacieran sus hijos, la respuesta unánime habría sido "el momento actual"; y si les hubiera dado a elegir un lugar concreto para hacerlo, una mayoría se hubiera decantado por España, lo cual dice mucho de nuestro país o poco de nuestros vecinos. Elijan la respuesta que más les apetezca.

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