Crónicas desde el frente viral
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Falso: la socialdemocracia no está renaciendo
Lo que regresa es la nostalgia, una esperanza comprensible pero infundada. También engañosa. La victoria de Scholz en Alemania no es un triunfo de la teoría del SPD
Sin demasiadas dificultades, se puede sostener retóricamente que la socialdemocracia es la conjugación política más avanzada alcanzada por la humanidad. Cuesta más argumentar que está renaciendo porque la historia, los números y el porvenir están diciéndonos exactamente lo contrario.
La socialdemocracia que conocimos es un producto terminado porque está ideológicamente ligada a un orden económico y geopolítico que ya no existe. Acabado.
Hace mucho tiempo que quedó atrás el capitalismo industrial posterior a la Segunda Guerra Mundial, nos queda tan lejos ya como la Unión Soviética. La revolución tecnológica, la crisis de 2008 y la decadencia occidental pasaron, hace ya años, la página de una época que no volverá.
Lo que regresa es la nostalgia, una esperanza comprensible pero infundada. También engañosa. La victoria de Scholz en Alemania no es un triunfo de la teoría del SPD sino el respaldo a la praxis de quien ha sido el leal ministro de finanzas de Merkel.
La destrucción política de los conservadores democráticos a manos de una coalición de extrema derecha en la que Berlusconi destaca como el tipo más razonable, explica mejor la situación en Italia que el desempeño de los progresistas de aquel país.
Lo que regresa es la nostalgia, una esperanza comprensible pero infundada. También engañosa
Allí parece estar repitiéndose lo que antes ocurrió en Francia, primera nación en la que la socialdemocracia y la democracia cristiana —las dos familias fundamentales en la segunda mitad del siglo XX— terminaron por convertirse en fuerzas marginales.
Casado no termina de ver, como antes no quiso ver Sánchez, que la renuncia a plantar cara a los populistas del espectro político en que se está, termina ofreciendo al líder la libertad de elegir entre una derrota electoral o una derrota ideológica. Las siglas superadas o las entrañas devoradas.
Más que un renacer de la socialdemocracia, estamos asistiendo al lento amanecer de una extrema derecha que cada vez está más consolidada en Europa y Norteamérica. Desde luego, en los países escandinavos, cuna de la socialdemocracia.
La renuncia a plantar cara a los populistas, termina ofreciendo a Casado la libertad de elegir entre una derrota electoral o una ideológica
A medio plazo, funcionará electoralmente el reclamo del "No pasarán". Durante algunos años, eso servirá para movilizar a los votantes progresistas alrededor de las siglas de los viejos partidos socialdemócratas. Pasará cada vez menos. La completa naturalización de la extrema derecha es una simple cuestión de tiempo. Esto va deprisa, están comunicando mejor y además cometen pocos errores estratégicos. Gobernarán en algún país importante de nuestro continente antes de que termine esta década.
A corto plazo, la fragmentación política seguirá haciendo su trabajo. Las coaliciones de los socialistas con fuerzas esencialmente contrarias a su lógica irán desmadejando el proyecto político y la forma de hacer política de los socialdemócratas. Para muestra el botón español donde podemitas y nacionalistas han convertido al PSOE en un ente irreconocible para sus propios votantes.
Las coaliciones de los socialistas con fuerzas esencialmente contrarias a su lógica irán desmadejando el proyecto político
Y, mientras tanto, las cifras. Los números contrariando los deseos nostálgicos. La erosión que no cesa:
Scholz acaba de alcanzar el 25,7% de los votos. El SPD salió del gobierno en 2005 habiendo sumado un 34,2 y comenzó a gobernar en 1998 reuniendo al 40,9. Willy Brandt llegó al 45,8%.
El partido laborista noruego va a gobernar después de haber obtenido un peor resultado que hace cuatro años cuando siguió en la oposición. El 26,4% actual palidece al lado del 35,4% que obtuvo en 2009 cuando inició su última legislatura en el poder. Y más todavía si se mira al siglo XX donde ubicó su tope por encima del 48%.
El dibujo se repite en Dinamarca, en Finlandia y en Suecia donde los socialistas están hoy gobernando después de haber cosechado su peor resultado desde 1911.
El partido laborista noruego va a gobernar después de haber obtenido un peor resultado que hace cuatro años cuando siguió en la oposición
La trayectoria del atardecer de la socialdemocracia es constante en toda Europa. Y nítida también en España: Sánchez sumó en sus últimas elecciones 300.000 votos menos que Rubalcaba en 2011, casi cinco millones menos que Zapatero en 2008, 20 puntos por debajo de Felipe González en 1982. ¿Qué está pasando?
Pasa el pasar de los años, el largo plazo. Pasa lo normal cuando un proyecto político queda desfasado por la corriente de la historia, pasa que entonces pesan más las biografías y que se desencadena el abandono generacional.
Los partidos socialistas han perdido tracción de voto en los tramos de mediana edad y todavía más en las capas más jóvenes. La socialdemocracia se está quedando como la opción política "viejuna" porque su oferta política dejó de pertenecer al presente hace ya muchos años.
Los partidos socialistas han perdido tracción de voto en los tramos de mediana edad y todavía más en las capas más jóvenes
Como consecuencia de esa obsolescencia, primero vivimos el auge del populismo y la fragmentación del mercado electoral —el final del monopolio—, y después vendrá lo que ya ha ocurrido en Alemania: la pérdida de la hegemonía ideológica.
Lo más trascendente que ha ocurrido recientemente en la izquierda europea es el programa electoral de los verdes alemanes: por primera vez, ha surgido una opción política sistémica y progresista con un proyecto político capaz de plantar cara e incluso de superar al presentado por los socialdemócratas.
Veremos si dan la talla al gobernar, si es que gobiernan. De momento, tengo la impresión de que ese documento de los verdes germanos marcará un antes y un después en ese lado del espectro electoral.
Los chicos de Die Grünen han sido capaces de levantar una alternativa progresista sólida que sí está sincronizada con la primera mitad del siglo XXI. Han pasado de ser un movimiento contestatario a convertirse en una opción de poder.
Han aprovechado que la cuestión climática está ya incrustada en bastantes capas de la conciencia colectiva para plantear una reestructuración del sistema productivo completo con un modelo sostenible y capaz de generar prosperidad sin detrimento de las libertades, es más, ampliando los derechos hacia terrenos menos relacionados con la identidad y más vinculados con el sentido de comunidad.
En mi opinión, lo mejor que puede hacer la socialdemocracia es dejar de ser socialdemocracia. Acompañar, alimentar, ampliar la renovación ideológica progresista que está surgiendo.
Lo peor es el autoengaño. Agarrarse a un espejismo es un triste error porque la nostalgia forma parte del alma humana, pero no del estado de necesidad que hoy comparte la sociedad. A los progresistas se les debería distinguir por su capacidad de mirar hacia atrás solo para tomar impulso. No es lo que está pasando aquí. Lo de acá es autorreferencial y por ese sendero el círculo, inevitablemente, termina haciéndose más y más estrecho.
Sin demasiadas dificultades, se puede sostener retóricamente que la socialdemocracia es la conjugación política más avanzada alcanzada por la humanidad. Cuesta más argumentar que está renaciendo porque la historia, los números y el porvenir están diciéndonos exactamente lo contrario.