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La decisión racional en Castilla y León: cesar a Gallardo
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La decisión racional en Castilla y León: cesar a Gallardo

En algún momento, tendrá el PP que ser la "derechita cobarde". No consiste en someterse a Vox, sino en mantener la autonomía y emitir en banda ancha para ganar las elecciones

Foto: Mañueco conversa con García-Gallardo. (EFE/R. García)
Mañueco conversa con García-Gallardo. (EFE/R. García)
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La crisis de Castilla y León deja algunas certezas, varias dudas y una incógnita primordial: la posibilidad de que los chicos de Abascal vuelvan a provocar un episodio parecido desde el mismo despacho. Como ese escenario está abierto y el riesgo para nuestra sociedad y para el PP es evidente, la única decisión racional coincide con la lógica institucional. Lo mejor para todos, Vox incluido, es sacar a Gallardo del tablero cuanto antes.

Entre las evidencias sobresale el pobre desempeño de Mañueco. Antes, fue un pésimo competidor electoral. Ahora, ha demostrado que la talla presidencial que llenaba Herrera le queda bastante grande. Su nivel es el de secretario general regional, poco más.

Foto: Huelga de médicos de familia y pediatras de Atención Primaria en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez) Opinión

Tampoco sale muy bien parado su equipo. No detectaron a tiempo la gravedad del movimiento de Vox, la urgente necesidad de cortar el tema de raíz. Y prácticamente lo mismo puede decirse del partido a escala nacional. Tardaron los de Génova en comunicar. El asunto ya estaba fuera de control, viralizado, cuando decidieron reaccionar.

Todo lo contrario ocurrió en Ferraz, donde el instinto activó el músculo. Siempre es un error infravalorar al PSOE. Por muy mal que esté ese partido, como lo está ahora, nunca perderá el colmillo.

También ha quedado acreditada la deslealtad de Vox. Todo parece indicar que Gallardo vendió como cerrado y firmado lo que solo estaba hablado. Y que su venta además contenía un envoltorio ideológico, tipo Orban, fundamentalista, ajeno a los términos que habían sido tratados.

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón) Opinión

Como resultado de todo lo anterior, puede concluirse que el Partido Popular ha perdido la pedalada política que retomó a finales de noviembre, cuando la ley del solo sí es sí y las cesiones a los indepes llevaron a los socialistas a perder el terreno ganado en otoño.

La pérdida del momentum no debería ser trágica para los populares en términos estratégicos. Para eso está la táctica. El año electoral apenas está comenzando, la situación general es convulsa y los ciclos de comunicación son cada vez más cortos. Este es un juego largo en el que conviene saber cuándo hace falta juntarse y replegarse, y cuándo toca desplegarse adelantando las líneas. Todo eso se puede gestionar leyendo el terreno y aplicando el cuajo.

Este es un juego largo en el que conviene saber cuándo hace falta juntarse y replegarse

Lo preocupante para los dirigentes del PP va más allá de lo coyuntural, tiene dimensión estructural. A día de hoy, no están en condiciones de evitar otro episodio como el que parece marchitarse. Y ese es un peligro de tres ramificaciones que conviene extirpar cuanto antes.

Primer riesgo: electoral. Vox ha perdido el enorme brío creativo que aplicaba hasta que llegaron las elecciones andaluzas. Pero sigue manteniendo la misma capacidad de introducir en la conversación nacional sus guerras culturales. Materias diseñadas para polarizar con la izquierda y recoger votos en la derecha.

Su mejor púlpito para desatar estos conflictos lo tiene en la vicepresidencia de Castilla y León, un puesto incomprensiblemente regalado por Mañueco tras una negociación que solo puede calificarse como torpe. Descartar que Gallardo haga un uso repetido de su posición de francotirador según vayan aproximándose las urnas de mayo es un ejercicio de ingenuidad impropio de un profesional.

El discurso de Vox golpea directamente sobre la libertad de las mujeres​

Segundo riesgo: el interés general. La iniciativa y el discurso de Vox golpea directamente sobre la libertad de las mujeres, es un ejercicio de fundamentalismo que ningún partido democrático puede tolerar. Ceder al dogmatismo un solo centímetro de la vida individual y pública siempre es una derrota porque después, siempre, vienen a por más.

Los partidos centrales de nuestro sistema constitucional tienen una misión principal. Interiorizar que la línea divisoria más determinante de nuestro tiempo no se establece entre organizaciones de izquierdas o de derechas, sino entre partidos que defienden o atacan las bases mismas de la democracia liberal.

Las formaciones de los extremos, los "iliberales", son igualmente previsibles. Nunca, en ningún sitio, las embestidas a la propiedad privada o a la igualdad efectiva entre hombres y mujeres se han hecho con el propósito de fortalecer a la democracia. Por eso el terreno sobre el que se asientan los fundamentos del sistema debe permanecer innegociable, por el bien del país.

El terreno sobre el que se asientan los fundamentos del sistema debe permanecer innegociable

Tercer riesgo: el institucional. Ningún vicepresidente de ningún gobierno está facultado para anunciar ninguna medida sin la autorización expresa de su superior —todavía menos cuando no está cerrada—. Al quebrar esa regla elemental, el de Vox ha hecho añicos el principio de confianza que debe regir el funcionamiento de su ejecutivo regional.

Obedeciendo a Abascal, Gallardo se ha burlado de Mañueco. Y esa traición tiene implicaciones que desbordan lo personal. ¿Qué podría ocurrir si recibiese nuevas consignas de Vox contrarias al interés de los ciudadanos castellanos y leoneses? La reciente deslealtad deja la sombra de una sospecha imperecedera que le incapacita como vicepresidente del gobierno regional.

Por lo tanto, cabe concluir que el cese de Gallardo es la única salida racional a la crisis que él mismo ha inducido: es la única manera posible de reparar la lógica institucional, proteger la libertad de las mujeres y cerrar un flanco electoral que el Partido Popular tiene abierto en canal. Todo lo demás, todos los paños calientes, serán lamentos para mañana.

El cese de Gallardo es la única salida racional a la crisis que él mismo ha inducido

A partir de ese punto, claro, se abre la gestión de las consecuencias: Vox puede tragarse el sapo a cambio de establecerse como socio leal en un gobierno autonómico antes de las elecciones regionales y municipales que vienen.

Puede también convertir el cese en casus belli. Tensar la cuerda hasta el límite de mostrarse como una opción poco fiable para el público conservador. Esto es, dar todavía combustible a las campañas de los candidatos populares de Murcia y Madrid —únicos territorios donde la derecha tiene la victoria suficientemente asegurada y la mayoría absoluta azul es viable—.

Incluso pueden llevar la situación al límite y forzar que haya urnas autonómicas en Castilla y León. Ese escenario no es muy prometedor para los de Vox. Si la derecha gana, no entrará Gallardo. Y si la izquierda conquista ese gobierno, la idea de la "pinza inversa" se instalará en el electorado de todo nuestro país hasta el final de los tiempos.

En algún momento, tendrá el PP que ser la "derechita cobarde"

En algún momento, tendrá el PP que ser la "derechita cobarde". No consiste en someterse a Vox, sino en mantener la autonomía y emitir en banda ancha para ganar las elecciones y después ajustar las cuentas pendientes, que no son pocas.

La crisis de Castilla y León deja algunas certezas, varias dudas y una incógnita primordial: la posibilidad de que los chicos de Abascal vuelvan a provocar un episodio parecido desde el mismo despacho. Como ese escenario está abierto y el riesgo para nuestra sociedad y para el PP es evidente, la única decisión racional coincide con la lógica institucional. Lo mejor para todos, Vox incluido, es sacar a Gallardo del tablero cuanto antes.

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