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Crónicas desde el frente viral
Por
El fracaso de la telebasura pública
La cantidad de jugosos contratos firmados por este presidente de RTVE da para construir un archipiélago tan grande que permitiría a Ábalos protagonizar una versión más ardiente de "La isla de las tentaciones"
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Es caprichoso el destino, el lanzamiento del programa de telebasura emblemático de la televisión pública se ha producido, justamente, en las semanas de mayor demanda informativa de calidad: apagón, cónclave, caos ferroviario, debate sobre el aumento del gasto en defensa, nuevos pasos en el caso que afecta a la esposa del Presidente y procesamiento del hermano…
¿Cómo cubriría la BBC estos hechos? ¿Cómo informaría si los familiares directos del Primer Ministro Starmer estuviesen en situaciones comparables? Haría periodismo. Y, con toda seguridad, todos los programas de entretenimiento generalista de la cadena británica abordarían la cuestión. Cada uno con su tono, claro. Pero nadie miraría hacia otro sitio porque es una cuestión de interés público y, como consecuencia, de servicio público.
En nuestro país, sin embargo, las cosas funcionan de una manera distinta (cuando llegan a funcionar). María Patiño, Belén Esteban y otros restos de "La fábrica de la tele", entran en el plató atendiendo a su interés privado, al negocio que les pagamos todos. Poco los importa el castañazo en las audiencias, están en el pelotazo.
Tenían un producto acabado y han conseguido colocarlo a precio de oro como si fuese nuevo. No lo es, dejó de funcionar en el pasado. Es una fórmula antigua, que tuvo un momento de gran esplendor durante la década pasada, pero que saturó al público hace años ya. Lo que está pasando era tan previsible como la hartura de Broncano.
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Ninguna de las millonarias apuestas de RTVE está dando buenos números. Y esa es una cuestión sobre la que merece detenerse, porque ese es el supuesto objetivo de la nueva dirección. Están fracasando fuerte.
Generar audiencia, incluso con productos que las élites intelectuales puedan considerar de baja calidad, no es nada fácil. Es una tarea que requiere abundantes talentos. Y José Pablo López no los tiene. Todo el sector lo sabe, en un medio privado estaría muchos escalones por debajo de donde le han colocado. Según se dice en el mundillo, su único mérito es el de ser un buen mandado, un sectario por encima de sus posibilidades.
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Desde luego, no puede sostenerse que sea un gestor ejemplar del bien común. La cantidad de jugosos contratos firmados por este Presidente de RTVE da para construir un archipiélago que permitiría a Ábalos protagonizar una versión más ardiente de "La isla de las tentaciones". Puede que ese programa, fuera del horario infantil, diese buenos números, habría que verlo.
De momento, se ve que la audiencia y el dinero parecen ser lo de menos para los comisarios políticos colocados en el medio. Esto no tiene pinta a ir de gastos y de resultados, sino de instrumentalizar un ente público para que emita desinformación, ideología y embotamiento colectivo.
Por eso recurrió el Gobierno a Decretos que modifican su dirección, evitó el consenso y rebajó las mayorías parlamentarias necesarias. Quiso un control partidista a cualquier precio y el precio es otro destrozo en otra institución. El daño causado a RTVE es otro que costará mucho reparar, si es que se puede.
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Habrá quien diga, que siempre hubo intentos de presión desde el poder político sobre el medio. Desgraciadamente, es cierto. Con mayor o menos fanatismo, han sido frecuentes los intentos de manipulación, sobre todo en los informativos. Ahora bien, cuesta rebatir que estamos ante una adulteración que está batiendo todos los récords: marca nacional en dogmatismo y plusmarca europea en censura.
Por otro lado, está ocurriendo algo diferente esta vez. Ahora la novedad se conjuga en el ámbito del entretenimiento, nunca antes había llegado a ese punto la obsesión con el control. La telebasura sanchista es una forma de entretenimiento militante que, como el sanchismo en general, opera sin sentido de la medida.
Estos productos ideológicos parten de una idea poco pensada y tristemente ejecutada a pesar de lo caro es que es todo. Sus promotores, productores y ejecutores consideran que el público digiere mejor la doctrina política en formatos menos encorsetados y más divertidos. Pero se pasan tanto en la dosis que los programas quedan rígidos, previsibles y aburridos.
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Lo emitido es tan burdo que el espectador no puede bajar la guardia y relajarse para que le pongan la pastillita del odio polarizador. La gracia es siempre la misma gracia, el humor no cuaja porque no tiene riesgo. Así que, claro, satura. Uno se harta y busca otro canal.
Cualquier bufón sabe que renunciar a la provocación, por muy alto que sea el salario, le convierte en funcionario. Aquí no hay margen para el engaño: Belén Esteban y Broncano tienen sueldos astronómicos y saben que son tan funcionetas del sanchismo como el chisposo de Bolaños.
He de reconocer que me ofende el uso del dinero público para manipular ideológicamente a la ciudadanía. Y también que el lavado mental colectivo se quiera llevar a cabo con directivos y profesionales de un nivel creativo tan pobre. Me molesta que se haga el mal, como a casi todo el mundo, pero más cuando ese mal se hace tan malamente, con tanta mediocridad y tan poca imaginación, con tanta mediocridad en todo.
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Y no me importa compartir una preocupación sobre la degradación que estamos sufriendo en RTVE y en lo demás. Mi inquietud respecto al futuro es de carácter ético: nada de esto legitima a nadie que venga después.
El sectarismo del sanchismo no justifica ningún sectarismo posterior y lo mismo ocurre con la colonización y la falta de respeto a las reglas más elementales de la vida pública. El hecho de que tengamos a un Presidente dañino no le permite a nadie dañar el tejido moral de nuestra vida pública.
La reparación democrática que necesita urgentemente nuestro país no consiste en una venganza, sino en un ejercicio de curación, no va de hacerlo igual de mal sino de hacerlo mejor.
Es caprichoso el destino, el lanzamiento del programa de telebasura emblemático de la televisión pública se ha producido, justamente, en las semanas de mayor demanda informativa de calidad: apagón, cónclave, caos ferroviario, debate sobre el aumento del gasto en defensa, nuevos pasos en el caso que afecta a la esposa del Presidente y procesamiento del hermano…