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Sus gestos lo delataron: así actuó Pedro Sánchez en la investidura
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Fran Carrillo

En la cocina de la campaña

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Sus gestos lo delataron: así actuó Pedro Sánchez en la investidura

Se nota que en Ferraz el 'teleprompter' es de obligada consulta y visita, algo que los demás partidos deberían empezar a considerar

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (i), con varios diputados del grupo socialista tras su intervención en la primera jornada de la sesión de su investidura. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (i), con varios diputados del grupo socialista tras su intervención en la primera jornada de la sesión de su investidura. (EFE)

No fue su mejor discurso, ni se vio al Pedro Sánchez vehemente de otras intervenciones parlamentarias, cuando como líder de la oposición asumía su papel de atizador de la izquierda oficial, cuando no tenía que esforzarse en vender que no hay más carnet progresista que el que expiden en Ferraz. Ayer quiso medir sus palabras y sus gestos, a sabiendas de que la percepción del oyente se somete primero al examen de la mirada, al escrutinio fijo del cuerpo y mirada ajenas. Y solo después evalúa el mensaje, para encontrar incoherencias o negligencias sintácticas.

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A Rajoy se le achaca habitualmente en sus discursos el excesivo apego a la lectura. También lo hizo ayer Sánchez. Y eso no es malo. Lo importante no es leer. Es cómo se lee y cómo se proyecta la oratoria para que exprese y se refleje lo que eres y representas. Eso sí lo tiene trabajado el jefe de los socialistas, pues toda operación de estética exige una presentación dinámica. Se nota que en Ferraz el 'teleprompter' es de obligada consulta y visita, algo que los demás partidos deberían empezar a considerar, pues de un orador político se exige pericia discursiva, y esta no se obtiene sin el adecuado entrenamiento periódico.

La sobreactuación del discurso exigió al Sánchez menos prototipo y más retórico, más solemne y menos televisivo. Sobresalió por su ritmo acelerado, con la velocidad de mensajes controlada solo en ocasiones, al principio y al final, cuando supo detenerse antes y después de cada frame a imponer, cada idea a reflexionar o cada verbo combativo soltado para provocar, con objeto de generar el contraste buscado entre lo que había y lo que se pretende que haya. La melodía, esa musicalidad tan imprescindible en todo discurso recordable, fue trabajada a golpes, alternando subordinadas que terminaban con latiguillo en alto con frases breves y cortantes que situaban bien el concepto y con la gravedad necesaria.

Su comunicación no verbal delataba el nerviosismo de quien estaba ante la oportunidad de su vida, colocando los folios, no fuera a tener que improvisar

Ese juego retórico lo articulaba mientras se esforzaba en no esclavizarse a los papeles. Tanto, que su comunicación no verbal delataba el nerviosismo interno de quien estaba ante la oportunidad de su vida, colocando los folios en su sitio una y otra vez, no fuera a tener que improvisar, y ya sabemos qué sucede cuando a Pedro Sánchez se le olvida seguir el guion. Esa tensión se comprobó al trabarse en varias ocasiones cuando levantaba la mirada para exponer y explicar el porqué de su propuesta. Ello le llevaba a bajar de nuevo el ojo para encontrar la palabra precisa, la que le bloqueaba temporalmente la glotis. El orador de la imagen delatado por los gestos que evidenciaban su incontrolada comodidad.

En política, como en la vida, las formas determinan el fondo de las cosas. Te creo porque me gusta tu producto pero sobre todo porque me lo has envuelto en las mejores condiciones para que lo compre. Sánchez, ese político envoltorio al que todos imaginamos presentando un 'reality' en 'prime time', quiso escenificar ayer que había liderazgo detrás. Pero observé que la contundencia que le precedía se tornó en complacencia y recursos de tono bajo. Quizá porque no estaba Rajoy para atizarle, aunque un tercio de su discurso se centrara en atacar al líder popular. O tal vez porque alguien le susurró que la ruleta de la fortuna no gira si no se incluye en ella todas las opciones posibles. Había que moderarse en modo y maneras.

Le faltó jugar mejor con la velocidad. Demasiado rápido o demasiado lento. Pero en cualquier caso, demasiado. Como sus esperanzas

De ahí que frases como "la cesión no es una derrota sino un puente hacia el entendimiento", con tono susurrante mientras lo pronunciaba, buscando seducir a las huestes de Iglesias, que condicionan su apoyo a la revolución negociada, fuera el mantra que articuló y definió todo el discurso. La repetición mitinera de frases resonantes siempre debe acompañarse de una gestualidad vehemente, aunque no extrema, para que el foco no despiste del tronco común que sujeta la intervención.

Me interesaba ver cómo concluía, cómo era el 'sprint' final de una intervención larga, fundamentada en bases dialécticas de contraste, en juegos retóricos constantes. Reconozco que me decepcionó un poco. Usó la enumeración como recurso, para recopilar lo dicho con anterioridad, resumiendo en tres puntos la clave de todo lo enunciado, y ayudándose de las manos para facilitar al espectador la decisión: te quedas con lo de antes o con lo que puede venir. Sin embargo, le faltó jugar mejor con la velocidad. Demasiado rápido o demasiado lento. Pero en cualquier caso, demasiado. Como sus esperanzas, esas que, ante un mesurado discurso de formas delatoras, le mantienen con vida esperando que el Congreso le respalde con palmaditas en su ayer, encorvada espalda.

No fue su mejor discurso, ni se vio al Pedro Sánchez vehemente de otras intervenciones parlamentarias, cuando como líder de la oposición asumía su papel de atizador de la izquierda oficial, cuando no tenía que esforzarse en vender que no hay más carnet progresista que el que expiden en Ferraz. Ayer quiso medir sus palabras y sus gestos, a sabiendas de que la percepción del oyente se somete primero al examen de la mirada, al escrutinio fijo del cuerpo y mirada ajenas. Y solo después evalúa el mensaje, para encontrar incoherencias o negligencias sintácticas.

Pedro Sánchez