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Mujeres y hombres y vicepresidentas, o lo de Sánchez e Iglesias
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Ángeles Caballero

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Mujeres y hombres y vicepresidentas, o lo de Sánchez e Iglesias

Políticas con poder, negociadoras, vicepresidentas. Son amables, también un poco tercas. Son chicas de hoy en día. Que no se os olvide quién os nombró. El mismo que os acaba de quitar el foco para posar

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), posa junto la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz (i), la vicepresidenta primera, Carmen Calvo (2-i), la vicepresidenta segunda, Nadia Calviño (2-d), y la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), posa junto la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz (i), la vicepresidenta primera, Carmen Calvo (2-i), la vicepresidenta segunda, Nadia Calviño (2-d), y la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera. (EFE)

Pedro Sánchez sale por la puerta del Palacio de la Moncloa. Se sabe de memoria los pasos que hay desde la puerta hasta el inicio de la escalinata. “Estoy harto de hacerlo, plebeyos”, se dice a sí mismo. Y posa para su público. Estira la espalda, mira a un lado y al otro, abre un poco las piernas como un 'cowboy' al que nada le afecta, mantiene los puños algo cerrados. Está feliz, gustándose en otra de tantas tardes, aunque su mirada luce hoy más descansada. Por fin se ha librado de quien le sobraba. Y ya sabemos lo bien que sienta soltar lastre.

Detrás de Sánchez, ellas. Cuatro mujeres. Cuatro vicepresidentas que posan orgullosas. Es una imagen histórica, es una imagen importante, es un Gobierno feminista, pero con un señor que manda. Es un hombre que camina siempre unos pasos por delante y siempre en el centro. Es un señor incapaz de apartarse a un lado porque ya sabe lo que embellece que los focos se centren en su persona.

Una vez inmortalizados, vuelven por donde han venido. El presidente y su reciente mechón blanco entran, claro, primero. Luego van ellas. Porque lo de cederles el paso es algo antiguo, casposo, y una mujer ya no necesita que un hombre le abra la puerta para pasar y posar donde le plazca. Y entonces se las ve. A Yolanda Díaz y a Carmen Calvo. Abrazadas por la espalda, entrando en Moncloa.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

Si fueran señores, alguno de esos analistas sesudos y alejados de cualquier mesa camilla sacaría conclusiones basadas en la semiótica y la intelectualidad: “Se abrazan, ergo la coalición quiere empezar de cero”. Pero como son señoras, por muy vicepresidentas que sean, dirían algo así como: “Míralas, qué bien se llevan. Ya se sabe cómo es el liderazgo femenino. Más amable, más tierno, más empático”.

La política y el periodismo —no son todos los que están, pero están todos los que son— interpretan hoy la versión moderna y cipotuda de aquel delicioso programa de Telecinco que presentaba Jesús Puente y que se llamaba ‘Su media naranja’, cuando les decía a las esposas: “Señoras, al jardín”. Y que hablen de sus cosas, le faltaba añadir al presentador.

Foto: Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. (EFE)

Está el señor al que se le ve venir, que no disimula cuando habla porque se siente permanentemente amenazado y pretende contarnos cómo funciona el mundo, como si acabáramos de aterrizar en él. Y está el que se muestra cercano, amable de más, que susurra y nos trata como si fuéramos de la familia.

“Tanto Yolanda como Ione y como Irene, que van a ser las negociadoras, tienen formas mucho más amables que las mías, pero a lo mejor algunos me echan de menos”, decía este miércoles Pablo Iglesias Turrión en una entrevista en la Cadena SER. Pronunciaba estas palabras con la sonrisa forzada, un lobo disfrazado de Caperucita al que se le quedaron los apellidos de las ministras por el camino. Unidas Podemos, Vosotras Podéis.

Iglesias es un tipo listo al que le pierde la condescendencia. Planta cara a los nazis de Coslada pero con ellas… ay, con ellas. Con algunas desprende, no sé si de manera involuntaria, una especie de caricia en el lomo innecesaria que acaba convertida en cursilería. Por eso, tras reconocer un estilo de liderazgo personalista en el partido en el que ejerce como secretario general, ha decidido dar por inaugurada una nueva etapa de liderazgo basado en la ‘coralidad’. Es un señor que cede su puesto para salvar Madrid del fascismo, pero que avisa: “Voy a seguir ejerciendo mi papel”.

Es un machismo maquillado y amable, repleto de gestos y frases supuestamente redondas. Que no entiende de ideologías

Es un machismo maquillado y amable, repleto de gestos y frases supuestamente redondas. Que no entiende de ideologías, porque los señoros están a la izquierda y a la derecha de sus pantallas. Es un machismo camuflado y supuestamente descafeinado, que identifica a las mujeres con el retrato que hacía Mocedades en su canción ‘Secretaria’: “La que no habla, siempre atenta, diciendo nada”.

Políticas con poder, negociadoras, vicepresidentas. Son amables, también un poco tercas. Son chicas de hoy en día. Que no se os olvide quién os nombró. El mismo que os acaba de quitar el foco para posar. El mismo que volverá cuando a vosotras os fallen las fuerzas y asumirá su papel. Así funciona la ‘coralidad’.

Pedro Sánchez sale por la puerta del Palacio de la Moncloa. Se sabe de memoria los pasos que hay desde la puerta hasta el inicio de la escalinata. “Estoy harto de hacerlo, plebeyos”, se dice a sí mismo. Y posa para su público. Estira la espalda, mira a un lado y al otro, abre un poco las piernas como un 'cowboy' al que nada le afecta, mantiene los puños algo cerrados. Está feliz, gustándose en otra de tantas tardes, aunque su mirada luce hoy más descansada. Por fin se ha librado de quien le sobraba. Y ya sabemos lo bien que sienta soltar lastre.

Pedro Sánchez Machismo
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