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Vox en Vallecas: de la bachata pacífica a los gritos del hijo de la Tomasa
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Ángeles Caballero

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Vox en Vallecas: de la bachata pacífica a los gritos del hijo de la Tomasa

Y llegó él. Santiago Abascal. Y dijo cosas. Cosas como que la culpa de todo es de Pedro Sánchez, que el ministro Marlaska es un criminal y que el Tribunal Constitucional también mal

Foto: Varios manifestantes protestan contra el acto del Vox en Vallecas.(Foto: Sergio Beleña)
Varios manifestantes protestan contra el acto del Vox en Vallecas.(Foto: Sergio Beleña)

Las señoras mayores de la plaza de al lado pedían indiferencia. Que nadie les hiciera caso, que lo que había que hacer era lo que hacen ellas todas las tardes. Sentarse al sol en cuanto recogen a los nietos del colegio, ganar vitamina D y esperar a que vuelvan sus progenitores del trabajo. Llevan toda la vida aquí, dicen que los vecinos más jóvenes son pacíficos, festivos. Que les da más por el baile y la cerveza que por otra cosa. Pero este miércoles por la tarde muchos de esos jóvenes y no tan jóvenes les han quitado la razón.

Foto: Cargas policiales durante el mitin de Vox. (Sergio Beleña)
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Roberto R. Ballesteros Ángeles Caballero Fotografía: Sergio Beleña Marcos Lema

Han venido a la plaza Roja de Vallecas, que no se llama así por ningún virus comunista chino ni por ninguna hoz y ningún martillo. Se llama así por el color del suelo. Han venido a decirle a Vox que no son bienvenidos. Se lo han dicho gritando, diciéndole a Abascal que se ponga a trabajar y diciéndoles a sus seguidores que son una “puta escoria”. Ellos, los de la España viva, les han recomendado que se duchen, les han llamado guarros y vagos. Ha sido una tarde preciosa en Vallecas. Ha sido lamentable.

Estaba la tensión arterial por las nubes, la policía pidiendo a muchos la identificación. Llegó Ortega Smith y se caldeó el ambiente. Llegó Macarena Olona con un paraguas gigante con la bandera española, haciéndole un homenaje a Cristina Cifuentes. Olona es una política de esas que con la sonrisa pueden convertirte en polvo. A las 19:35, antes de que llegara su jefe, se acercó al micrófono y susurró cantando: “Yo soy español, español, español”. Es una villana silenciosa que no necesita gritar como el que manda.

Estábamos los periodistas, cuaderno en mano, móvil con la batería bien cargada, haciendo lo que podíamos. Estaban otros periodistas, esos que nos dan lecciones de oficio y calidad democrática, calentando al personal. Al de las crestas, al 'antifa', al que decidió echar la tarde gastando las cuerdas vocales contra el partido de la España viva.

Y llegó él. Santiago Abascal. Que está a un paso de convertirse en el hijo de la Tomasa, aquel yihadista andaluz que nos pedía a todos abrazar el islam y matar a los infieles, y dijo cosas. Cosas como que la culpa de todo es de Pedro Sánchez, que el ministro Marlaska es un criminal y que el Tribunal Constitucional también mal. Y de repente, se convirtió en Albert Rivera y empezó a sacar cosas al atril que les habían lanzado. Un palo gigante, un trozo de ladrillo, una piedra. Cosas que estaban deseando recibir para alimentar su relato. Cosas que nunca debieron ser lanzadas por cualquiera que se llame antifascista y demócrata. Con lo bien que ibais, vallecanos, y cómo os ganaron.

placeholder Haga clic aquí para ver más imágenes del acto de Vox en Vallecas. (Foto: Sergio Beleña)
Haga clic aquí para ver más imágenes del acto de Vox en Vallecas. (Foto: Sergio Beleña)

Se produjo la primera carga. Mientras, algún que otro animado se subía al escenario a hacerse un selfi con algunos portavoces de Vox. Que no nos falte la frivolidad en medio de la barbarie. Y Abascal, encantado de la vida, tras volver y decir que el ministro Marlaska no les estaba cogiendo el teléfono, animó a la policía a que cargara al otro lado.

En uno de los edificios de la plaza asomaban ancianas, agarradas a las rejas de sus casas, renegando de esos nuevos vecinos por una tarde. En el segundo piso, una anciana tenía la mirada más triste del mundo. No gritaba, no gestualizaba. Apoyaba sus manos en las mandíbulas, preguntándose qué demonios habían pasado esa tarde por su barrio. Mientras, Santiago y su camisa verde caza decían a los manifestantes que eran “la izquierda pija que no sabe defender a las mujeres”. Que ha sonado a la típica estrella de rock que le da las buenas noches a Berlín cuando donde toca es en Londres. Cosas de no pararse a pensar un poco dónde estás y no ver bien de lejos.

La candidata, como si no tuviera suficiente con el eclipse de Ayuso, quedó difuminada por su presidente. Se dirigió a Vallecas y dijo un poco lo de siempre, que si los okupas, la prosperidad y los barrios. La libertad, los totalitarismos. La peli ya la hemos visto, pero más en Vistalegre que en Vallecas.

Sonó el himno nacional al acabar. La plaza se vació enseguida. Las señoras seguían asomadas al balcón con cara de pena. Este jueves, el barrio seguirá con sus problemas. Y el hijo de la Tomasa no vendrá a preguntarles qué necesitan.

Las señoras mayores de la plaza de al lado pedían indiferencia. Que nadie les hiciera caso, que lo que había que hacer era lo que hacen ellas todas las tardes. Sentarse al sol en cuanto recogen a los nietos del colegio, ganar vitamina D y esperar a que vuelvan sus progenitores del trabajo. Llevan toda la vida aquí, dicen que los vecinos más jóvenes son pacíficos, festivos. Que les da más por el baile y la cerveza que por otra cosa. Pero este miércoles por la tarde muchos de esos jóvenes y no tan jóvenes les han quitado la razón.

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