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El acento canario de Koldo García y su jaque mate en diferido
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Jaime Pérez-Llombet

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El acento canario de Koldo García y su jaque mate en diferido

Los socialistas están en un laberinto que será recordado como el comienzo del fin, y no parece que acogerse al desconocimiento de lo que ocurría sea la mejor receta

Foto: El actual ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres (i), cuando aún era presidente de Canarias con el PSOE, y José Luis Ábalos. (EFE/Emilio Naranjo)
El actual ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres (i), cuando aún era presidente de Canarias con el PSOE, y José Luis Ábalos. (EFE/Emilio Naranjo)
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La envergadura del lío que tiene a los socialistas malamente atrincherados en frases hechas ("caiga quien caiga", "el peso de la ley" y otras antigüedades) puede dimensionarse con precisión, sin margen de error: basta recordar, ver o volver a ver cómo se le desencajó la cara a Pedro Sánchez cuando fue preguntado en Marruecos por el caso —y las cosas— del compañero Koldo, familia y conocidos —comparecencia que será recordada como su debut con este escándalo—. La cara del presidente, en esa rueda de prensa, confirmó que lo del asesor del entonces todopoderoso José Luis Ábalos se parece demasiado a un jaque mate en diferido. Sánchez es un actor profesional, capaz de subirse al escenario a interpretar su papel, sin pestañear, apenas un minuto después de enterarse de alguna desgracia más o menos cercana. Las circunstancias jamás habían desnudado o desarmado al presidente, esta vez sí. No pudo disimular su enfado —y vértigo, quizá—. En esta ocasión no supo esconderlo. Incómodo, su gesto anunció que esta vez sabe que le han dado en la línea de flotación.

Cualquiera que haya visto o recupere la imagen de Sánchez en esa intervención entenderá que el nerviosismo del presidente haya contagiado, y de qué manera, a los dirigentes socialistas. Saben, o aprenderán, que escándalos como este son los que desgastan lenta pero imparablemente a los partidos. No hay factor que castigue más a una formación, tanto da el color, que las andanzas de un personaje como el Roldán que le ha salido a este PSOE, con una trayectoria reñida con cualquier atisbo de meritocracia profesional o académica, con el perfil, tirando a siniestro, de quienes se cuelan en las más altas instancias del Estado por espabilados, porque se lo permiten o por ambas cosas —qué decir si lo que se está investigando, y documentando, se pensó, movió y celebró con las calles invadidas por ambulancias y coches fúnebres—.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Jalal Morchidi)

Los socialistas están en un laberinto que será recordado como el comienzo del fin, y no parece que acogerse al desconocimiento de lo que ocurría sea la mejor receta —no genera tranquilidad dar por bueno que no se enteran de las cosas que pasan delante de sus narices—. El asesor omnipresente, el visible invisible, la sombra de la que ahora hablan con distancia social, será recordado como el personaje que marcó la recta final. No será mañana ni pasado, pero será. El presidente ya no tiene todo el tiempo del mundo —como dijo en su viaje maldito a Marruecos—. Su simultánea de ajedrez se ha complicado. Los socios de Sánchez jugarán a puerta aún más vacía, conscientes de que el presidente está contra las cuerdas, y lo dejarán caer cuando la guadaña electoral que suele acompañar a la corrupción les ronde en su condición de muletas parlamentarias de todo esto.

Foto: Koldo García (i) y José Luis Ábalos, en el Congreso. (Europa Press/Jesús Hellín) Opinión
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Las corruptelas tienen un ciclo vital parecido al de las plantas, germinan, crecen y polinizan las cuentas corrientes de actores principales y secundarios. Hoy mismo, en algún despacho, restaurante o habitación con inhibidores está germinando un hecho delictivo del que sabremos dentro de unos años. A ojos de los carroñeros de la tribu, la pandemia, lejos de ser una excepción, fue una oportunidad irrepetible para hacer trampas aprovechando que la urgencia y las prisas suprimieron los controles. Ni supieron ni quisieron escapar a la tentación de marcar las cartas, hay adicciones que no se dejan domesticar. La corrupción de estos días creará los escándalos que conoceremos en dos, tres o cuatro años —dije a un amigo en aquellos meses—. Estaba escrito. Habrá pillajes de los que nunca llegaremos a saber, pero era evidente que al desdibujarse la fiscalización de las contrataciones algunos iban a aprovechar la emergencia para promover o permitir la barra libre que ahora tiene al PSOE sintiéndose como el noqueado por Ilia Topuria, también en Canarias, donde un maleficio parece perseguirles desde que Juan Bernardo Fuentes, su sobrino y un mediador que ni de lejos gozaba de la posición orgánica y ministerial de Koldo García situaran el PSOE canario bajo el foco.

Foto: A la derecha, el actual ministro de Política Territorial cuando aún era presidente de Canarias con el PSOE, Ángel Víctor Torres. A la derecha, José Luis Ábalos. (EFE/Emilio Naranjo)

El partido en las Islas da tantas alegrías —electorales, en las últimas convocatorias— como quebraderos de cabeza. Apenas unos meses después de que el diputado Fuentes volviera al anonimato, los contratos del Gobierno regional, bajo la presidencia del actual ministro de Política Territorial y Memoria Histórica, reabren la caja de los truenos y sitúan sobre una pira a Ángel Víctor Torres, quien, probablemente, debe estar preguntándose estos días si no habría sido mejor quedarse como jefe de la oposición en Canarias —donde se está a las puertas de una comisión de investigación— y no ganándose, siendo ministro, la indigesta categoría de pieza de caza mayor.

Los 12 millones de euros que, siendo Torres presidente regional, adjudicó el Gobierno de Canarias a la empresa vinculada al asesor de Ábalos —por el procedimiento de urgencia, para la adquisición de mascarillas— otorgan al Ejecutivo que presidía el secretario general del PSOE en las Islas el indeseado campeonato de la liga autonómica organizada por Koldo García, quedando Baleares en un poco discreto segundo lugar. Queda tela por cortar, mucha. Cabe, también en esta ocasión, reivindicar la presunción de inocencia.

Foto: El exministro de Transportes y diputado del PSOE José Luis Ábalos durante una sesión plenaria. (Europa Press/Archivo/Eduardo Parra)

Otro cantar son las responsabilidades políticas que Sánchez decretará, sin temblarle el pulso, para armar un cortafuegos que los constructores de argumentarios calificarán de dimisiones ejemplarizantes. El acento canario del escándalo deja a Ángel Víctor Torres sumergido en su peor pesadilla, sabiéndose en primera línea de fuego de la guerra sin cuartel que ha desatado el caso de Koldo García, del asesor ambidiestro que viajó al archipiélago con el ministro, de la sombra de quien fue secretario de Organización, es decir, perfectamente capaz de lanzar o enfriar la carrera de muchos dirigentes, territoriales o nacionales, durante aquellos años.

Foto: El hermano de Koldo García, Joseba García, a su salida de la Audiencia Nacional este jueves. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Si bien el escándalo del mediador, Juan Bernardo Fuentes y su sobrino tuvo una carga importante de caspa —tanta como la que se va conociendo de las correrías del compañero Koldo—, difícilmente aquel caso y este son equiparables en el fondo. La pandilla del mediador fue protagonizada por personajes del extrarradio de las mesas de decisión. Esto de ahora es otra cosa. Koldo García pasó una eternidad en la mismísima cocina del poder, del partido, del ministerio. Puede que los perfiles sean comparables, no así los hechos que se mantienen en el ámbito de la presunción, pero no de la hipótesis —como parecen querer alimentar quienes se pronuncian sobre el caso en las filas del PSOE, refiriéndose a lo que se va conociendo como algo que pudiera llegar a pasar, pero no ha terminado de ocurrir—.

El PSOE se enfrenta a un escándalo de los que dejan cicatrices mayúsculas y pueden llegar a matar. Los casos de corrupción que solo pueden entenderse cuando se tienen conocimientos de ingeniería financiera dejan huella en la opinión pública, pero dada su complejidad hacen menos daño que los que sí entienden en la barra de las cafeterías. Un portero de discoteca promoviendo contratos multimillonarios de aquella manera, coincidiendo con los días en que abuelos, padres o hermanos morían en soledad, es una historia que abre una boca de agua en el PSOE mucho mayor que la de la amnistía. Sánchez lo sabe y no supo disimularlo cuando le preguntaron en Marruecos. No hay escudo social, datos económicos o discurso que sobrevivan a la percepción de pillaje que está sembrando el caso de Koldo García.

La envergadura del lío que tiene a los socialistas malamente atrincherados en frases hechas ("caiga quien caiga", "el peso de la ley" y otras antigüedades) puede dimensionarse con precisión, sin margen de error: basta recordar, ver o volver a ver cómo se le desencajó la cara a Pedro Sánchez cuando fue preguntado en Marruecos por el caso —y las cosas— del compañero Koldo, familia y conocidos —comparecencia que será recordada como su debut con este escándalo—. La cara del presidente, en esa rueda de prensa, confirmó que lo del asesor del entonces todopoderoso José Luis Ábalos se parece demasiado a un jaque mate en diferido. Sánchez es un actor profesional, capaz de subirse al escenario a interpretar su papel, sin pestañear, apenas un minuto después de enterarse de alguna desgracia más o menos cercana. Las circunstancias jamás habían desnudado o desarmado al presidente, esta vez sí. No pudo disimular su enfado —y vértigo, quizá—. En esta ocasión no supo esconderlo. Incómodo, su gesto anunció que esta vez sabe que le han dado en la línea de flotación.

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