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El caso del portero que nunca dejó de serlo (en Canarias una hora menos)
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Jaime Pérez-Llombet

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El caso del portero que nunca dejó de serlo (en Canarias una hora menos)

Coalición Canaria, tal vez como avanzadilla de lo que harán los socios imprescindibles del Gobierno, ha decidido gestionar la situación con dos discursos

Foto: La diputada de Coalición Canaria en el Congreso. (EP/Carlos Luján)
La diputada de Coalición Canaria en el Congreso. (EP/Carlos Luján)
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Un buen thriller dejaría de serlo si no hay una gestión solvente de giros inesperados que mantengan al lector o espectador en tensión. El correcto uso de la intriga y el suspense exige un manejo adecuado de las dosis de sorpresa, por ejemplo, cuando se cae en la cuenta de que algún detalle se les pasó por alto desde el principio. Algo así ha ocurrido con el relato del escándalo que, tridimensional, tiene a los socialistas pedaleando hacia la salida de emergencia sobre una bicicleta estática. Reina roja. Loba negra. Rey blanco. Si Juan Gómez-Jurado escribiera sobre las andanzas de Koldo García Izaguirre, en algún momento escucharíamos a Antonia Scott reparar en un cabo suelto. Debemos cambiar el enfoque —diría la protagonista del thriller del momento—. Si queremos llegar al fondo del embrollo tenemos que entender que el asesor de Ábalos fue portero de un club de alterne, sí, pero, sobre todo, que continuó siéndolo hasta el final —remataría Scott—. Solo si interiorizamos que Koldo García siempre actuó como portero de un local de alterne, podremos resolver este caso, sentenciaría.

Con los datos que están saliendo a la luz se multiplican las razones para concluir que la función del omnímodo asesor consistía, metafóricamente, en dejar pasar o no al interior del club de las mascarillas, del local donde al parecer algunos investigados alternaban con mariscos, contratos, reservados, mensajes más o menos descifrables y billetes de 500 euros. Nunca dejó de comportarse como un portero. Su papel siempre fue (presuntamente) decidir quién pasaba y quién no, nombres y apellidos que poco a poco van saliendo de los reservados para enfrentarse a titulares, cámaras e historiales. El chalaneo elevado a su más turbia expresión. Con este cuadro, los socialistas están pasando su peor momento. Se van a la cama con cuatro, siete o doce líneas de investigación judicial o periodística, y cuando abren los ojos caen en que durante la noche han aflorado más casos, otros hilos de los que tirar —el de la mujer del César, por ejemplo—.

La legislatura no acaba aquí, pero su final comienza con esto. Cabe preguntarse cuánto tardarán las muletas del Gobierno en dejarlo caer. No sería la primera vez. Hay antecedentes. Quizá no tradición, pero sí precedentes. Los partidos que hicieron un aclarado parlamentario a Mariano Rajoy cuando los escándalos dejaron al PP sin respiración —temiéndose sus socios que aquella corrupción podría pasarles factura en las urnas— ahora deben estar haciéndose idéntica pregunta. Cuando se materialice la respuesta, se desmarcarán. Como hicieron con Rajoy, como harán con Sánchez.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i). (Fernando Sánchez/Europa Press)

Coalición Canaria, socio intermitente del PSOE en el Congreso, ha iniciado las hostilidades en las Islas —de momento, solo en la escena regional—. En Madrid aguantan la respiración, pero en el Parlamento autonómico ya han arremetido contra los socialistas, sin contemplaciones, con adjetivos gruesos, dándoles con más virulencia que el PP, cargando sin detenerse una milésima de segundo en el acuerdo que les une a Sánchez. El portavoz parlamentario de Coalición en la comisión de Sanidad de la Cámara regional, José Alberto Díaz-Estébanez, ha pasado los últimos días golpeando, y de qué manera, al PSOE de las Islas y, en consecuencia, al ministro de Política Territorial y expresidente canario, Ángel Víctor Torres. En Madrid otro es el tono de CC, y la paciencia. En las Islas es diferente. En el ámbito regional, en Coalición no hay contención ni medias tintas, tampoco paños calientes. Al calor de la proyección que le ha dado la solicitud, junto al PP, de una comisión de investigación, Díaz-Estébanez ha tardado un suspiro en rebautizar el escándalo que sacude al PSOE, al que se refiere, una y otra vez, como el caso Torres.

Los socialistas están dando un espectáculo lamentable con una tragicomedia entre Los Soprano y Torrente —ha dicho Díaz-Estébanez—. En su boca, Coalición Canaria sentencia que el anterior Ejecutivo autonómico, bajo la presidencia del ahora ministro, incurrió en chapuzas y falta de control cuando adquirió las mascarillas que años después han desembocado en uno, dos, tres y cuatro casos que tienen en el Gobierno regional de entonces viajando al pasado reciente, al kilómetro cero que mantiene a los socialistas preguntándose en qué va a acabar la tormenta o, en su caso, si la tormenta va a acabar con ellos. CC, socio del PSOE en Madrid, censura en las Islas al ministro y su partido sin contemplaciones, fuego a discreción que Díaz-Estébanez no se permitirá sin contar con la luz verde de sus jefes de filas.

Que Coalición abra el fuego en la escena regional confirma que les preocupa que se les asocie a este PSOE y, activando la fase primera de su manual de supervivencia, que han iniciado en las Islas un desmarque que acabarán consumando en el Congreso de los Diputados, escenario que está dándoles pocas alegrías con los Presupuestos hibernando, la proposición de ley de la amnistía sembrando hostilidades entre los poderes del Estado y las andanzas de Koldo García, de profesión portero de clubes de alterne, completando la crónica de los millones torcidos que inunda los titulares con algunos episodios que invitan a acordarse de Juan Bernardo Fuentes, y del comisario Torrente.

Foto: Cristina Valido junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Eduardo Parra/Europa Press) Opinión
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Coalición Canaria, tal vez como avanzadilla de lo que harán los socios imprescindibles del Gobierno, ha decidido gestionar la situación con dos discursos. A la espera de acontecimientos, en Madrid mantiene un tono más británico, un relato de contención. Necesitan apurar hasta los minutos de descuento, aguantan porque la agenda canaria que los socialistas prometieron atender los anima a morderse la lengua. En Canarias es otra cosa. Conscientes de que el escándalo de las mascarillas y otras malas hierbas que están saliéndole en el jardín a los socialistas son la gota que rebosa el vaso, en las Islas golpean duro. Caso Torres. Chapuza. Falta de control. Las valoraciones públicas del parlamentario regional de CC, José Alberto Díaz-Estébanez, y las declaraciones de Cristina Válido, se parecen poco —de momento—. Cal y arena. Depende del escenario, pero ambos ríos se encontrarán en idéntico mar. CC ya se está haciendo un hueco en los botes salvavidas, no sea que el hundimiento del barco — del Gobierno— les pille con el paso cambiado, en el camarote y en pijama.

Otros socios de Sánchez estarán en idénticos cálculos. No sería la primera vez, que se lo pregunten a Mariano Rajoy. El PSOE sigue sin dar con la tecla para salir del tornado. Refugiarse en el pasado para rememorar las corrupciones del PP es ineficiente. Enrocarse en el silencio, callar a la espera de que vuelva a salir el sol es insuficiente. A la espera de que se pronuncien los juzgados, las distintas entregas del escándalo anuncian que el asesor de quien fue todopoderoso secretario de Organización —y, por lo tanto, capaz de apadrinar o cortocircuitar la carrera de cualquier dirigente del partido— será recordado como el lío que marcó el final de un ciclo en el PSOE. El asunto no es que Koldo García Izaguirre trabajara hace años como portero de un local de alterne. A la espera de lo que dictaminen los jueces el problema es que siguió comportándose como tal. Continuó siéndolo hasta el final y no lo sabíamos —se diría, con la dramatización correspondiente, en un buen thriller—.

Un buen thriller dejaría de serlo si no hay una gestión solvente de giros inesperados que mantengan al lector o espectador en tensión. El correcto uso de la intriga y el suspense exige un manejo adecuado de las dosis de sorpresa, por ejemplo, cuando se cae en la cuenta de que algún detalle se les pasó por alto desde el principio. Algo así ha ocurrido con el relato del escándalo que, tridimensional, tiene a los socialistas pedaleando hacia la salida de emergencia sobre una bicicleta estática. Reina roja. Loba negra. Rey blanco. Si Juan Gómez-Jurado escribiera sobre las andanzas de Koldo García Izaguirre, en algún momento escucharíamos a Antonia Scott reparar en un cabo suelto. Debemos cambiar el enfoque —diría la protagonista del thriller del momento—. Si queremos llegar al fondo del embrollo tenemos que entender que el asesor de Ábalos fue portero de un club de alterne, sí, pero, sobre todo, que continuó siéndolo hasta el final —remataría Scott—. Solo si interiorizamos que Koldo García siempre actuó como portero de un local de alterne, podremos resolver este caso, sentenciaría.

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