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La funesta manía de escribir

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Más sobre la consultocracia: criticar no es ofender

Yo creo que la consultocracia ya existe en España, al menos como tendencia, como existen también la tecnocracia o la burocracia. Y cuando sostienes esto, no se quejan los economistas o los funcionarios

Foto: Vista del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Vista del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
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A fines de los años ochenta, cuando Jordi Pujol era un político de moda hasta en Madrid, le pregunté en una conversación informal: "¿Haces mucho caso a los asesores de imagen?". Reflexionó un par de segundos y me contestó: "Bueno, les escucho y después hago lo que creo debo hacer para seguir siendo yo mismo".

La verdad es que era la respuesta que esperaba. Pujol era un político con una gran capacidad para meterse a la gente en el bolsillo, desde los más famosos estadistas internacionales hasta los simples ciudadanos de remotos pueblos de Cataluña, pasando por el selecto público que asistía a sus bien estructuradas conferencias en Madrid, Sevilla, Santander o cualquier ciudad extranjera. Sabía utilizar el lenguaje apropiado para que cada uno de estos distintos interlocutores le entendiera.

Me acordé de esta anécdota cuando escribí el artículo que se publicó el domingo pasado bajo el título "¿Estamos en una consultocracia?" y que ha dado lugar a una réplica de mi antigua amiga y excelente politóloga Verónica Fumanal en su calidad de presidenta de la Asociación de Comunicación Política, publicado en este mismo digital anteayer. Un artículo con el que coincido en el plano teórico, pero que, a mi parecer, no describe la posición actual de muchos consultores, sobre todo de comunicación e imagen, no tanto por culpa suya —ellos ejercen su profesión— sino por el uso que hacen de ellos los cargos políticos.

Foto: Iván Redondo (d), el hombre de confianza del presidente Pedro Sánchez (i). (EFE) Opinión
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Vamos a ver, muy sinceramente y admitiendo, claro, que puedo estar equivocado: yo creo que la consultocracia ya existe en España, al menos como tendencia, como existen también la tecnocracia o la burocracia. Y cuando sostienes esto no se quejan los economistas, los ingenieros o los funcionarios, más bien son algunos de ellos quienes lo denuncian porque conocen desde el interior del sistema lo que funciona mal. Por supuesto, en una democracia liberal moderna, al menos desde el siglo XIX, se han necesitado funcionarios, buenos funcionarios; en un Estado social, interventor en la economía, se han necesitado buenos técnicos, y ahora, en las sociedad de la información, se necesitan buenos expertos en comunicación. Por tanto, nada a criticar.

Las críticas a estas desviaciones de la democracia están justificadas cuando, como decíamos el domingo, los funcionarios, técnicos o consultores ejercen mal sus funciones y, esto lo añado hoy, cuando exceden en número las necesidades de los servicios que prestan. Esto último es lo que sucede en España y no en otros países europeos. Lo explica con viveza un libro excepcional que, quizá porque se empezó a difundir en los inicios de la pandemia, ha pasado injustamente desapercibido.

Foto: Fotograma del vídeo.

Me refiero a ' Devuélveme el poder', de Míriam González Durántez, colaboradora habitual en El Confidencial, que ha editado Península. Muchos de los vicios de la democracia española son allí tratados de forma llana y sencilla, desde una óptica liberal, pero con gran conocimiento de causa y, sobre todo, desde un prisma en el que destaca su experiencia del mundo internacional, en especial el anglosajón.

En este libro, véanse las páginas 61-65, se llega a afirmar que en las campañas electorales —pensemos hoy en la Comunidad de Madrid—, los candidatos "viven bajo la dictadura de los asesores de comunicación". Las campañas, agrega Míriam González, "ya no se centran en la persuasión de los ciudadanos con argumentos, ideas y propuestas, sino que son momentos en que los políticos intentan proyectar una imagen de éxito, actividad y, sobre todo, positividad". Es la política entendida como publicidad comercial.

Foto: Pedro Sánchez (PSOE), Isabel Díaz Ayuso (PP) e Ignacio Aguado (Cs). (EFE) Opinión

Siguiendo con ese razonamiento, concluye que "los Gobiernos serían mucho más prudentes y tomarían decisiones más acertadas si se cortara drásticamente el número de asesores que tienen a su disposición y los políticos se acercaran más, no a los asesores, sino a los ciudadanos". Todo ello está dicho en el contexto de la crítica al aislamiento al que los consultores suelen someter a los políticos haciéndoles vivir en una burbuja en la cual toda la información que les llega está filtrada e interpretada por los asesores.

En cuanto al número de asesores de libre designación, es evidente que en España su número es acusadamente excesivo. Míriam González contrasta los países nórdicos y el Reino Unido con cualquier pequeño reducto de poder político en España. Explica como anécdota personal la sorpresa del reducido gabinete de su marido, Nick Clegg, entonces viceprimer ministro de Reino Unido, cuando descubrió que el presidente de la Diputación de Valladolid disponía también de un jefe de Gabinete que le quería contactar para que Clegg pronunciara una conferencia en esta ciudad aprovechando que allí pasaba las vacaciones. "Hay diputaciones en España que tienen más asesores que diputados", dice González.

Foto: Fotograma de la comedia 'Veep'. Opinión
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Esta inflación de asesores en todo tipo de organismos, centrales, autonómicos y locales, provoca otro efecto perverso: cuando el partido que está en el poder pierde las elecciones debe, en la medida de lo posible, recolocarlos, con frecuencia en el mismo partido o en otras administraciones, en muchos casos aumentando el número de cargos, pero no la eficacia de los órganos

En definitiva, los asesores son necesarios, también los de comunicación, porque la opinión pública debe estar informada, por supuesto bien informada, con hechos objetivos comprobables y argumentos razonables, no con propaganda ideológica o partidista financiada por el erario público. Pero admitamos que no siempre es así.

Foto: Iván Redondo. Ilustración: Raúl Arias.

Hay, como en todas partes, buenos y malos consultores, aunque el trabajo de consultoría política es hoy un elemento esencial para el buen funcionamiento de la democracia.

La asociación que usted preside, señora Fumanal, debe velar, y seguro que lo intenta hacer, para que el buen nombre y la imagen de estos profesionales sean lo más honorables posible. Esta es también mi intención en los dos artículos que he publicado sobre el tema. Por tanto, no hay contradicción en nuestras posiciones, yo creo que los asesores en comunicación son necesarios, solo critico que, a veces, no ejercen adecuadamente sus funciones o su número es excesivo. Criticar no es ofender.

A fines de los años ochenta, cuando Jordi Pujol era un político de moda hasta en Madrid, le pregunté en una conversación informal: "¿Haces mucho caso a los asesores de imagen?". Reflexionó un par de segundos y me contestó: "Bueno, les escucho y después hago lo que creo debo hacer para seguir siendo yo mismo".

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