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Elogio del 'café para todos'
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Elogio del 'café para todos'

Aunque existen grandes diferencias entre las autonomías, el modelo autonómico español no establece diferencias institucionales entre ellas

Foto: Imagen del homenaje a Manuel Clavero en Andalucía, con Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía saludando a Clavero. (Fundación Rafael Escuredo)
Imagen del homenaje a Manuel Clavero en Andalucía, con Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía saludando a Clavero. (Fundación Rafael Escuredo)

La gloria, la incertidumbre y el desastre del sistema autonómico español bascula entre dos artículos de la Constitución, el 151 y el 155. Incluso podría decirse que todo comienza con el 151 y que acaba explotando con el 155, unidos los dos extremos por el agravio constante e impostado del nacionalismo catalán en los casi cuarenta años que separa los dos momentos. Esta es, en definitiva, la historia del 'café para todos', de su creador, el exministro de la Unión de Centro Democrático (UCD) Manuel Clavero Arévalo, y de las consecuencias que ha tenido en la democracia española. Un capítulo entero de la Constitución, el Título VIII, se dedicó a la Organización Territorial del Estado y, sin embargo, fueron tantas las imprecisiones y las lagunas, que, finalmente, tuvo que ser esa fórmula, la del 'café para todos', la que resolviera el modelo autonómico que, con sus detractores y sus defectos, constituye ya en España una realidad irreversible.

En dos años, consiguió una carambola política perfecta: la autonomía de Andalucía, con el mismo rango institucional que el que tenían las 'históricas'

El rescate del ‘café para todos’ y el recuerdo mismo de cómo ocurrieron las cosas en España acaba de surgir de nuevo en Andalucía con motivo del homenaje que ha comenzado a tributársele a Manuel Clavero que, a sus 93 años, conserva aún intacta la memoria de aquellos días. Como una comida a finales de los años 70, desconocida hasta ahora, en la que podría señalarse el principio de todo lo que ha sucedido después: Clavero, ministro de las Regiones con UCD, se sentó a comer con Rafael Escuredo, líder socialista andaluz de la época, en un restaurante de Sevilla, el restaurante Río Grande, a los pies del Guadalquivir, para decirle: “tenemos que hacer algo, esto no se puede quedar así: Andalucía tiene que conseguir una autonomía del mismo nivel competencial que las mal llamadas ‘históricas’, Galicia, País Vasco y Cataluña”.

Foto: El abogado Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución. (Reuters) Opinión
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La contestación de Escuredo a Manuel Clavero en aquella comida es la que marca el inicio de todo: “¿Y por qué no le dice usted esto mismo a Felipe González y a Alfonso Guerra?”. El ministro de la UCD lo hizo, se reunió con los dos en Madrid, y a partir de entonces nada fue igual: el PSOE se sumó activamente a la campaña del referéndum andaluz por “una autonomía plena” y, en dos años, consiguió una carambola política perfecta: la autonomía de Andalucía, con el mismo rango institucional que se había reservado a las ‘históricas’, la implantación de un modelo autonómico equivalente en todas las regiones (el ‘café para todos’) y, finalmente -aunque quizá este era el primer objetivo- el golpe mortal a la UCD y su apabullante triunfo en las elecciones generales de octubre de 1982. Entre medias, el gobierno de Andalucía que le ha durado 36 años.

"Andaluz, este no es tu referéndum"

Manuel Clavero fue el primer ministro de la democracia constitucional que presentó su dimisión, la primera de un proceso meteórico de desintegración de la UCD. Lo hizo cuando, una vez arrancado al Gobierno de Adolfo Suárez el compromiso de celebrar un referéndum en Andalucía, la Unión de Centro Democrático, el Gobierno, en suma, decidió proponer el voto negativo; fue aquella campaña famosa de Lauren Postigo en la que decía: "andaluz, este no es tu referéndum". Fue tal la movilización que se produjo en Andalucía a favor del 'sí' que, a pesar de que el referéndum no superó los requisitos legales (el 'sí' ganó en las ocho provincias andaluzas, pero en Almería no superó el 50 por ciento del censo que se exigía), Adolfo Suárez se vio obligado a resolver la cuestión con un 'apaño' legal que aceptaron las principales fuerzas políticas de entonces: los diputados y senadores de Almería votaron por unanimidad su aceptación de la autonomía y así se dio por resuelto el resultado de Almería, en el que tampoco habían faltado gravísimos e inexplicables errores en un censo adulterado con muertos que estaban inscritos como votantes. El propio Escuredo, cuando fue a votar, se encontró que él no aparecía en el censo: “Andalucía es el único sitio donde es seguro que los muertos votan y los vivos no aparecen”.

Si el deseo inicial de la Transición era que en España hubiese dos niveles diferenciados de autonomía (las de ‘vía rápida’, que se regían por el artículo 151 de la Constitución, y las de la ‘vía lenta’, por el artículo 143), el referéndum andaluz y el posterior acuerdo para que se implantara en Andalucía una autonomía de primer nivel provocó que el resto de regiones se sumara al ‘café para todos’. Aunque existen grandes diferencias entre las autonomías (Cataluña y el País Vasco son las que han desarrollado un mayor nivel competencial), el modelo autonómico español no establece diferencias institucionales entre ellas. Y eso es, precisamente, lo que, desde entonces, ha sido considerado inexplicablemente como un agravio por parte de los nacionalistas catalanes. Cuando, en la actualidad, se habla del ‘encaje catalán’ en España no se pretende otra cosa que Cataluña no sea considerada igual institucionalmente que el resto de las comunidades.

“Andalucía es el único sitio donde es seguro que los muertos votan y los vivos no aparecen”

Nunca, desde la muerte de Franco, ha existido una movilización autonómica en España similar a la andaluza de 1980; ni siquiera la inmensa oleada independentista de Cataluña ha logrado superarlo y, desde luego, tampoco ninguno de los referéndums que se han celebrado para aprobar los distintos estatutos autonómicos. Es más, si en todos esos casos, se hubiera aplicado la ‘regla andaluza’, la necesidad de que el voto afirmativo superase el cincuenta por ciento del censo electoral, no de los votantes, ninguna se hubiera acercado siquiera a lo alcanzado en Andalucía.

placeholder Imagen del homenaje a Manuel Clavero celebrado en Andalucía. (Fundación Rafael Escuredo)
Imagen del homenaje a Manuel Clavero celebrado en Andalucía. (Fundación Rafael Escuredo)

Los independentistas, tampoco. Pero, ¿quién conoce la historia? ¿Pesa más la invención que los acontecimientos? La historia inventada no puede nunca suplantar a los acontecimientos. El viernes pasado, la Fundación Rafael Escuredo, que fue el primer presidente socialista de la autonomía (con anterioridad, en la preautonomía lo fue Plácido Fernández Viagas, también socialista), organizó un homenaje a Manuel Clavero al que se ha sumado decidida la Junta de Andalucía, presidida por primera vez por un dirigente del centro derecha, Juan Manuel Moreno Bonilla. Entre Escuredo y Moreno Bonilla, tan distintos, tan diferentes, ellos y sus partidos, podría situarse a Manuel Clavero como único vínculo, el espíritu que movilizó a los andaluces de la Transición con una ambición, “Andalucía no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos”, dentro siempre del “orgullo de pertenecer a España”. Lo dijo Escuredo, lo remarcó Moreno Bonilla y asintió Clavero. El elogio del ’café para todos’, el homenaje a su creador, continuará.

La gloria, la incertidumbre y el desastre del sistema autonómico español bascula entre dos artículos de la Constitución, el 151 y el 155. Incluso podría decirse que todo comienza con el 151 y que acaba explotando con el 155, unidos los dos extremos por el agravio constante e impostado del nacionalismo catalán en los casi cuarenta años que separa los dos momentos. Esta es, en definitiva, la historia del 'café para todos', de su creador, el exministro de la Unión de Centro Democrático (UCD) Manuel Clavero Arévalo, y de las consecuencias que ha tenido en la democracia española. Un capítulo entero de la Constitución, el Título VIII, se dedicó a la Organización Territorial del Estado y, sin embargo, fueron tantas las imprecisiones y las lagunas, que, finalmente, tuvo que ser esa fórmula, la del 'café para todos', la que resolviera el modelo autonómico que, con sus detractores y sus defectos, constituye ya en España una realidad irreversible.

Adolfo Suárez Alfonso Guerra
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