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El andaluz y el acento de la ministra
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Javier Caraballo

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El andaluz y el acento de la ministra

María Jesús Montero da sus comparecencias con un tono vulgar que a la gente no le gusta, pero esto no debe confundirse con intolerancia lingüistica

Foto: María Jesús Montero, durante una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. (EFE)
María Jesús Montero, durante una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. (EFE)

Otra vez hay un ministro del Gobierno, nacido en Andalucía, en el centro de una polémica por su forma de hablar, no por su gestión, sino por cómo la expresa; no por el contenido de lo que diga, sino por cómo lo dice. Es María Jesús Montero, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez, la política que más ha ascendido en el entorno del presidente, tanto, que ha superado en influencia y representación a aquellos que parecían señalados, los elegidos, como José Luis Ábalos, sutilmente desaparecido desde aquel escándalo grotesco de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, sepultado también por la avalancha informativa del coronavirus.

María Jesús Montero, la andaluza que representa al Gobierno de España, que le pone su voz y su imagen tras cada Consejo de Ministros, levanta polémicas cada vez que abre la boca porque muchos consideran un insulto que se exprese así, de esa manera, cuando representa al Gobierno de un país. Y como no es la primera vez que esto sucede, ya estamos de nuevo con lo mismo: ¿la critican por su habla andaluza o porque, en realidad, su forma de hablar es vulgar e impropia de una representante del Estado?

Conviene hacerse esta pregunta antes de comenzar a analizar nada más, porque lo único que no debemos hacer es añadir prejuicios a los complejos. Quiere decirse que nadie en España puede negar que existe un desprecio cultural, rayano a veces con el racismo, contra la forma de hablar de los andaluces, de la misma forma que ningún andaluz debería desconocer que bajo el amparo del ‘habla andaluza’, se cometen muchas atrocidades lingüísticas. Hay quien desprecia el andaluz por su racismo cultural y hay quien pretende camuflar su incultura y su analfabetismo con la excusa del andaluz: los dos, por igual, están dañando el habla andaluza.

Nadie en España puede negar que existe un desprecio cultural, rayano a veces con el racismo, contra la forma de hablar de los andaluces

Antes que a María Jesús Montero, se ha censurado a otros muchos por su acento, y eso lo saben bien los cientos de miles de andaluces que, en alguna ocasión, han tenido que soportar un menosprecio o una parodia hiriente de su acento. De hecho, la desconsideración del habla andaluza es un fenómeno tan antiguo como que al sevillano Elio Antonio de Nebrija, que fue el primero en redactar en 1492 un tratado de Gramática para una lengua romance, antes que italianos, franceses y portugueses, le censuraban que era un andaluz “que ensuciaba la ‘polideza’ [el lustre] de la lengua castellana” (Juan de Valdés).

Con el paso de los años, los tópicos contra el habla andaluza (o hablas andaluzas, que sería más correcto) se incrementaron con la depresión social y económica tras el monopolio del comercio con América y con la visión distorsionada y estereotipada de Andalucía que se transmite con los viajeros románticos del XIX. Por tanto, ha ocurrido y seguirá ocurriendo, y tendrán que ser los propios andaluces los que desmonten esos tópicos, empezando por sacudirse ellos mismos, nosotros mismos, esos complejos que existen. Empezando por el autogobierno de Andalucía porque, como se ha dicho aquí otras veces, la autonomía andaluza ha fracasado en la normalización del habla andaluza; el analfabetismo de los sesenta y de los setenta se ha sustituido ahora por el elevadísimo fracaso escolar.

María Jesús Montero es una representante más de esa nueva forma de hablar en política que, de tanta corrección, se vuelve ininteligible

Sentado todo lo anterior: ¿esta polémica que ha levantado la ministra María Jesús Montero por su forma de hablar tiene que ver con el desprecio que existe hacia el andaluz o porque su forma de hablar es vulgar? Mi impresión es que se produce una mezcla de ambas. Veamos. El periodista Pedro Cuartango, antiguo colega, escribió hace unos días: "He escuchado durante diez minutos la comparecencia de María Jesús Montero, portavoz del Gobierno. Ha hablado de 'personas actuales', de 'la situación individual de cada uno' y ha dicho que el Gobierno trabaja 'desde el final del día a la noche". Es evidente que, en la crítica de Cuartango, de la que muchos participan, no influye para nada el acento de la ministra. María Jesús Montero es, en este sentido, una representante más de esa nueva forma de hablar en política que, de tanta corrección, se vuelve inaudible, ininteligible y, lo que es peor, descontrolada para ellos mismos. Hace unos días, una compañera de Montero, Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, estuvo a punto de decir en una rueda de prensa “ustedes y ustedas”, y es muy posible que algún día le ocurra, porque cuando se vive todo el día sobre ese alambre, es fácil resbalarse. ¿Tiene algo que ver esta crítica con el habla andaluza? Nada; lo que se le reprocha a la andaluza Montero es lo mismo que se le puede censurar a la gallega Yolanda Díaz.

Pero hay más. Un ciudadano le pidió consejo de Arturo Pérez Reverte, escritor y académico de la Lengua: “Cuando escucho a la portavoz del Gobierno: 'de nuetro paí','conjunto de lo diputao'no 'agradecé esta buena disposisió' me entra un agresivo tic en el ojo. ¿Tengo un problema de 'racismo lingüístico/profunda intolerancia' contra el acento andaluz? Ya no sé qué pensar”. Y Pérez Reverte le contestó contundente, como suele: “No confunda usted el acento andaluz con la vulgaridad y bajunería expresiva. Cada cosa es cada cosa”.

Tienen que ser los andaluces los primeros en aprender a diferenciar entre el racismo y la vulgaridad

Es eso, claro, tiene razón Pérez Reverte, y tienen que ser los andaluces los primeros en aprender a diferenciar entre el racismo y la vulgaridad. Existe un andaluz culto, necesario, que está bastante alejado de la pronunciación que se le oye a la ministra portavoz, María Jesús Montero. “El modelo del andaluz culto es aquel que rehúye los vulgarismos, las características fonéticas no prestigiosas y las formas de pronunciación que afectan a la comprensión de los conceptos”, sostiene Pedro Carbonero, catedrático de Lengua Española y experto en habla andaluza. Uno de los lingüistas más reconocidos y veteranos de Andalucía, José María Vaz de Soto, identifica las características del andaluz culto y, además, señala las peculiaridades fonéticas de ese otro andaluz, vulgar y analfabeto, que algunos pretenden hacer pasar por el verdadero andaluz y que son en las que incurre la ministra Montero.

Señala, entre otras, “la caída o la desaparición de la 'd’ intervocálica, ‘deo’, ‘crúo’ y ‘marío’ por dedo, crudo o marido”. También “el trueque y la neutralización fonológica de la ‘r’ y la ‘l’ implosivas: ‘arcarde’ (alcalde), ‘er tío’ (el tío), ‘er só’ (el sol)”. “Se trata de vulgarismos fáciles de evitar para una persona culta, haya nacido en el Albaicín de Granada o en la Macarena de Sevilla”, apostilla Vaz de Soto en su libro imprescindible ‘Defensa del habla andaluza’; el libro que debería ser lectura obligatoria en las escuelas y que habría que enviarle por correo urgente a la ministra portavoz del Gobierno, María Jesús Montero.

Otra vez hay un ministro del Gobierno, nacido en Andalucía, en el centro de una polémica por su forma de hablar, no por su gestión, sino por cómo la expresa; no por el contenido de lo que diga, sino por cómo lo dice. Es María Jesús Montero, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez, la política que más ha ascendido en el entorno del presidente, tanto, que ha superado en influencia y representación a aquellos que parecían señalados, los elegidos, como José Luis Ábalos, sutilmente desaparecido desde aquel escándalo grotesco de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, sepultado también por la avalancha informativa del coronavirus.

María Jesús Montero