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Casado en el momento crítico
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Javier Caraballo

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Casado en el momento crítico

De repente, Pablo Casado, presidente del Partido Popular, se ha encontrado solo en medio del ruedo, delante de la oportunidad que tanto ha reclamado, como un espontáneo tozudo

Foto: El líder del PP, Pablo Casado. (EFE)
El líder del PP, Pablo Casado. (EFE)
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La historia contará de estos días que el aleteo enrabietado de dos mujeres en Murcia provocó un terremoto en toda España. Como otras muchas teorías y conceptos de la Física, el efecto mariposa, que está vinculado con la Teoría del Caos, se adapta perfectamente a la Ciencia Política y esto de España es el último ejemplo que podemos contemplar; solo el último porque, obviamente, ha habido otros muchos a lo largo de los siglos, algunos de ellos de consecuencias trágicas.

En Murcia, dos mujeres desconocidas para el resto de España —incluso para la mayoría de los murcianos— se odiaban en silencio hasta que una de ellas quiso ejecutar a la otra con una extraña operación, mediante una sentencia que la propia víctima tenía que firmar. De esa simiente de bilis que germinó entre dos dirigentes de Ciudadanos en Murcia, vicepresidenta y portavoz, hemos llegado a la convulsión absoluta del centro derecha, además de otras consecuencias evidentes que no vienen ahora al caso.

Foto: Ana Martínez Vidal e Isabel Franco. (EFE)

De repente, Pablo Casado, presidente del Partido Popular, se ha encontrado solo en medio del ruedo, delante de la oportunidad que tanto ha reclamado, como un espontáneo tozudo. Sin haber movido un dedo, se encuentra con que su principal adversario de hace tres años, el partido naranja, se ha evaporado. Se ha quitado de encima una de las partes del sándwich que lo aprisionaban, con lo que, en teoría, tiene el terreno libre para reconstruir el centro derecha a la medida del bipartidismo perdido en España. Otra cosa es, claro, que Pablo Casado sea capaz de aprovechar este momento para reconstruir un gran partido de centro derecha. De hecho, eso es lo más incierto del momento, por el liderazgo fluctuante de Casado y por las guerras intestinas del Partido Popular. Veamos.

Foto: Imagen: Pablo L. Learte.

Con la mínima perspectiva que tenemos sobre el momento político en España, lo que podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos es que, aunque a la izquierda y a la derecha hayan surgido nuevos actores políticos, el bipartidismo es lo que se está volviendo a asentar. A la izquierda, el PSOE ha superado plenamente el riesgo de que Podemos lo pudiera superar en unas elecciones y lo mismo ha ocurrido en la derecha: hace tres años, Ciudadanos suponía una amenaza cierta para el Partido Popular, cuando todavía no había irrumpido ni siquiera Vox, que lo hizo por primera vez en las elecciones andaluzas de noviembre de 2018.

Los dos partidos de la ‘nueva política’, Ciudadanos y Podemos, se han neutralizado a sí mismos, carcomidos por los errores estratégicos y las puñaladas. Y todo eso, en poco más de un lustro: han pasado de ser alternativas teóricas a complementos del bipartidismo a la espera de que vuelvan las mayorías absolutas, que volverán. Lo que queda de aquella pulsión ciudadana contra el sistema establecido —el bipartidismo gobernante de la democracia— se reduce a una extrema izquierda y una extrema derecha fortalecidas, pero sin aspiraciones de convertirse en mayoritarias si no se produce un cambio radical en la sociología española que, de forma persistente, se sitúa en torno al centro.

Foto: Acto conmemorativo del 40º aniversario del intento golpista del 23-F. (EFE)

El reto ahora es comprobar si Pablo Casado es el líder que necesita el Partido Popular, por las decisiones estratégicas que adopte para aglutinar a los sectores más centristas y a los más conservadores de su electorado tradicional. De momento, lo que se aprecia desde fuera es que Casado es un presidente débil entre los suyos, sin el necesario reconocimiento político a pesar de su liderazgo formal. El equilibrio romano, la 'auctoritas' y la 'potestas', que es la fórmula del poder perfecto en política, no lo ha alcanzado aún, acaso porque para eso necesitará ganar unas elecciones generales para el Partido Popular o que se le reconozca internamente como la persona que será capaz de lograrlo.

Lo que provoca esa falta de fortaleza interna en el liderazgo es que, de forma constante, veamos a Pablo Casado sometido a las presiones de algunos de sus barones, con tirones permanentes hacia el centro o hacia la derecha. Ese bamboleo continuo se entiende bien si lo aplicamos a algunas de las figuras actuales, como Núñez Feijóo y Juanma Moreno, presidentes de Galicia y Andalucía, y Díaz Ayuso y Álvarez de Toledo, presidenta de Madrid y exportavoz parlamentaria, respectivamente. Los unos piensan que la moderación es la clave del proyecto político del PP para recuperar a todo su electorado, como han demostrado las mayorías absolutas conseguidas en el pasado por Aznar y por Rajoy, mientras que las otras sostienen que la moderación en un país como el nuestro no solo no es una virtud, sino que es un enorme defecto, además de un complejo.

¿A qué altura y en qué posición está Pablo Casado frente a ese debate interno, llevado por barones y baronesas? De un presidente nacional de un partido como el PP se espera —se exige— que sepa sobrevolar sobre esas diferencias, incluso que se apoye en ellas, para ampliar el proyecto sin excluir a nadie; garantizando que bajo unas mismas siglas pueden convivir dos posiciones que se muestran tan distantes. Por eso, precisamente, se habla del centro derecha. La prueba de la fortaleza de un líder no es otra que esa capacidad para apiñar a los distantes y ser reconocido por ellos. Es decir, justo de lo que flaquea Pablo Casado que, hasta ahora, ha resuelto todos esos conflictos con la exclusión: la tensión de Cayetana Álvarez de Toledo solo pudo resolverla apartándola como portavoz y las tensiones territoriales, como ocurre ahora en Andalucía con Juanma Moreno, las plantea con un pulso inconsciente en el que, de no mediar una solución, acabará con una enorme división interna.

Casado está en el momento más crítico para consolidarse como presidente o iniciar, 'de facto', su relevo a medio plazo como líder del Partido Popular. Eso es lo que debería entender después de que el aleteo de dos mariposas en Murcia haya provocado esta convulsión política en toda España.

La historia contará de estos días que el aleteo enrabietado de dos mujeres en Murcia provocó un terremoto en toda España. Como otras muchas teorías y conceptos de la Física, el efecto mariposa, que está vinculado con la Teoría del Caos, se adapta perfectamente a la Ciencia Política y esto de España es el último ejemplo que podemos contemplar; solo el último porque, obviamente, ha habido otros muchos a lo largo de los siglos, algunos de ellos de consecuencias trágicas.

Pablo Casado
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