Matacán
Por
Rubiales y Piqué, granujas de libro
Lo único que resulta incuestionable de estos dos tipos es el lenguaje que utilizan, que los identifica con otros muchos casos de pillería o de corrupción que conocemos
El lenguaje ya los delata, y esa es la primera de las evidencias. Luego está lo que representan y lo que supone para ambos la gravedad de los tratos que mantenían secretamente, hasta que los ha desvelado El Confidencial, y cuya repercusión, civil o penal, ya se determinará en su caso, si es que procede. Pero, antes que nada, el juicio previo se detiene en algo que conocemos de la mayoría de los casos de corrupción que se han destapado en España: el lenguaje del pelotazo. Cada uno de los casos de corrupción, como se ha establecido aquí en alguna ocasión, lleva prendida una frase o una expresión como si fuera una etiqueta identificativa, una jerga específica. El caso Juan Guerra, el primero de todos, se identifica por “los cafelitos” que se tomaba el asistente del entonces vicepresidente del Gobierno; cada cafelito equivalía a un favor, un negocio o un tráfico de influencias. De la Marbella de Jesús Gil hay numerosas, pero puede servirnos aquella tan expresiva de la alcaldesa Marisol Yagüe cuando pensó que, por las controversias políticas, peligraba el negocio: “¡Vienen a quitarnos la manteca!”. En alguna de las ramificaciones de la Gürtel, salió el “volquete de putas”, y en el fraude de los ERE, el tío que tenía dinero “para asar una vaca”.
Por esa experiencia acumulada de tantas grabaciones policiales, de indiscreciones o de filtraciones, como ahora con este nuevo episodio de pillería, lo primero que identificamos es la semántica entre el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y el futbolista y empresario Gerard Piqué. Esa forma de hablar, “antes de no quedaros con nada, os quedáis con seis kilos y apretamos a Arabia Saudí, que a lo mejor le sacamos un palo o dos palos más”, es más propia de la oscuridad y el filibusterismo que del mundo de los negocios. Cuando Rubiales le pone un mensaje para celebrar, simplemente, “que ya son más de las 12 de la noche” y que el contrato con los árabes ya es firme, solo le faltaba añadir lo de los comisionistas del último escándalo de Madrid, el de Medina y Luceño: “Pa la saca”.
A partir de ahí, como se decía antes, lo que queda por establecer es la repercusión civil o penal de los hechos que hemos conocido. Es muy posible, además, que la consideración y la gravedad de los actos sea muy distinta en los dos personajes de esta historia, porque Luis Rubiales, como presidente de “una entidad asociativa privada de utilidad pública” que se rige por la Ley del Deporte, es quien tiene más responsabilidad contraída. En esto, además, la Federación de Fútbol llega a ser tan explícita en su ‘Política anticorrupción’ que incluye un catálogo completo de todas las formas de corrupción posibles. Basta con reparar en la interpretación amplia que se hace del hecho mismo: “La corrupción se suele definir como ‘ofrecer, solicitar, aceptar o recibir cualquier cosa a cambio de un beneficio indebido’. El ofrecimiento de ‘algo’ puede adoptar muchas formas; desde dinero hasta beneficios en especie (…) y el ‘beneficio indebido’ puede adoptar multitud de formas, como trato preferente, cierre de un contrato, transmisión de información confidencial, etc.”.
Para establecer si estamos ante un caso de corrupción a los ojos de la Federación de Fútbol, que dicta sus propias normas con independencia de los tribunales de Justicia, podemos fijarnos en una sola frase de las que hemos conocido, esta de Luis Rubiales planeando la estrategia con Piqué, sobre las negociaciones con el Real Madrid y el FC Barcelona: "Como el Madrid me va a decir que no, eso nos viene de puta madre para justificarnos de cara al futuro y decimos que [el Nou Camp] es el estadio con más capacidad, que [el Barça] es el campeón de Liga... Creo que legitimidad tenemos". El apartado 5.4 de la ‘Política anticorrupción’ de la Federación de Fútbol define el tráfico de influencias como “la promesa, oferta o concesión a cualquier otra persona, directa o indirectamente, de un beneficio indebido con el fin de que dicha persona abuse de su influencia real o supuesta”. Más adelante, el apartado 5.8 se refiere a las “prácticas basadas en el uso de la información privilegiada: queda prohibido el uso de información privilegiada en beneficio propio o de terceros”.
En el caso del jugador del Barcelona y empresario Gerard Piqué, ninguna de estas normas internas de la Federación puede afectarle en sus negocios privados, salvo que, a la luz de las informaciones de El Confidencial y de la cadena de ocultaciones y falsedades que también se van conociendo, se pueda anular el contrato por las irregularidades cometidas. Ni siquiera el código ético, que lo inhabilita claramente por ser, a la vez, empresario y futbolista en activo de uno de los clubes implicados en la operación, puede afectar a Gerard Piqué, porque también se trata de una norma interna que no le incluye como empresario, aunque podemos pensar que conocía perfectamente esa incompatibilidad.
En las informaciones amables y justificativas que se han publicado, sobre todo en la prensa catalana, cuando se ha conocido el escándalo, se menciona que Gerard Piqué, además de un futbolista de época, algo que nadie en el mundo del fútbol pone en duda, es un buen empresario y un emprendedor inquieto. En 2017 comenzó con su empresa Kosmos Global Holding SL y ya tiene tres filiales que abarcan sectores y productos tan diversos como el cine, el tenis, la televisión, el fútbol, las hamburguesas ecológicas, las bebidas isotónicas o los hoteles. Además, sostienen en su entorno que todos los acuerdos con la Federación Española de Fútbol se ajustan a la legalidad, algo que tampoco se debe poner en duda, sin más. Por eso se decía al principio que, por el momento, lo único que resulta incuestionable de estos dos tipos, Rubiales y Piqué, es el lenguaje que utilizan, que los identifica con otros muchos casos de pillería o de corrupción que conocemos. “Os quedáis la Federación seis kilos, tío. Antes de no quedaros nada, os quedáis seis kilos”. El diccionario define granuja como una persona “astuta y taimada” que utiliza artimañas para engañar. Pues eso, dos granujas de libro.
El lenguaje ya los delata, y esa es la primera de las evidencias. Luego está lo que representan y lo que supone para ambos la gravedad de los tratos que mantenían secretamente, hasta que los ha desvelado El Confidencial, y cuya repercusión, civil o penal, ya se determinará en su caso, si es que procede. Pero, antes que nada, el juicio previo se detiene en algo que conocemos de la mayoría de los casos de corrupción que se han destapado en España: el lenguaje del pelotazo. Cada uno de los casos de corrupción, como se ha establecido aquí en alguna ocasión, lleva prendida una frase o una expresión como si fuera una etiqueta identificativa, una jerga específica. El caso Juan Guerra, el primero de todos, se identifica por “los cafelitos” que se tomaba el asistente del entonces vicepresidente del Gobierno; cada cafelito equivalía a un favor, un negocio o un tráfico de influencias. De la Marbella de Jesús Gil hay numerosas, pero puede servirnos aquella tan expresiva de la alcaldesa Marisol Yagüe cuando pensó que, por las controversias políticas, peligraba el negocio: “¡Vienen a quitarnos la manteca!”. En alguna de las ramificaciones de la Gürtel, salió el “volquete de putas”, y en el fraude de los ERE, el tío que tenía dinero “para asar una vaca”.
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