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Macarena Olona, el 'efecto carambola'
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Javier Caraballo

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Macarena Olona, el 'efecto carambola'

El PSOE y las izquierdas esperan que los resucite, el PP teme que desvíe la atención de la campaña y Vox busca que le sirva de incentivo para el mayor triunfo electoral conseguido hasta el momento

Foto: Macarena Olona, este jueves en el Congreso. (EFE/J.J. Guillén)
Macarena Olona, este jueves en el Congreso. (EFE/J.J. Guillén)
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El presidente de Vox, Santiago Abascal, ha querido repetir la gracia que hizo, en lo alto de una tarima mitinera, cuando se contaron los votos de Castilla y León y se ha adentrado en la campaña electoral de Andalucía con el mismo pronóstico guasón: “Usted me pregunta por Macarena Olona y cada vez le veo más cara de presidenta [de la Junta de Andalucía]”. Lo mismo que dijo del candidato castellanoleonés que hoy es vicepresidente de aquella comunidad, “qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García-Gallardo”, que hoy ocupa exactamente ese lugar. Como es obvio, la guasa tiene un sentido cuando se pronuncia después de las elecciones, con los resultados en la mano, y otro muy distinto cuando se hace a dos meses de que se abran los colegios electorales, porque no hay candidato en la historia de la democracia que no afirme en sus mítines durante la campaña electoral que va a ganar las elecciones y que su objetivo es gobernar en solitario.

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal, y la diputada nacional, Macarena Olona. (EFE/Kiko Huesca)

Lo dicen hasta aquellos que son conscientes de que pueden, incluso, quedarse ellos mismos sin escaño; pero bueno, pensemos que es una técnica de autoestimulación personal o, simplemente, el primero de los engaños que se asimilan en política. La cuestión es que Macarena Olona, por mucho que lo repita Santiago Abascal, no parece que tenga ninguna posibilidad de convertirse en la candidata más votada de las elecciones andaluzas y, mucho menos, de convertirse en presidenta de la Junta. Eso no quiere decir, sin embargo, que su presencia, su sola presencia en las elecciones autonómicas, vaya a suponer una absoluta convulsión de la campaña electoral y que, en muchos momentos, se va a convertir en la principal protagonista del debate político.

La designación de Macarena Olona como candidata de Vox en Andalucía, tal y como se presentan las elecciones, no es un ‘efecto’ sino una carambola, un triple efecto. Al menos, eso es lo que muchos temen y otros esperan. Cuando se habla de ‘efecto’ en política, como ha ocurrido ahora con Núñez Feijóo en el Partido Popular, a lo que nos referimos es al inicio de una etapa ascendente de expectativas electorales que se produce justo a partir de la designación de una persona al frente de la organización. El PP comenzó a caer en las encuestas, nombraron al presidente de Galicia líder nacional y, a partir de ese momento, el partido comenzó a subir. El caso de Olona es distinto, porque no solo afecta a su partido: el PSOE y las izquierdas esperan que los resucite; el PP teme que desvíe la atención de la campaña andaluza que tiene planificada sobre la figura política de Juanma Moreno, y Vox, por último, espera que le sirva de incentivo para lograr el mayor triunfo electoral conseguido hasta el momento. Esa es la carambola, el ‘efecto carambola’, pero veamos qué posibilidades teóricas hay de cada uno de estos movimientos.

Foto: La diputada de Vox Macarena Olona, durante un pleno en el Congreso. (EFE/Mariscal)

El principal problema que está detectando el PSOE de Andalucía entre su electorado, desde hace al menos una década, es la progresiva desmovilización y apatía de quienes, durante casi 40 años, lo secundaban masivamente en todas las convocatorias. Frente a un líder político moderado y templado como el actual presidente de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla, a los socialistas les cuesta activar a su electorado con su fórmula clásica del 'miedo a la derecha', la más utilizada. Pero todo eso puede cambiar con una candidata como Macarena Olona que, además, llega ansiosa de protagonismo y de enfrentamientos, cara a cara, con la izquierda, sobre todo con los dirigentes más extremos de la izquierda, como, por ejemplo, la gaditana Teresa Rodríguez, con quien ya ha protagonizado algunos encontronazos en las redes sociales. Igual que le ha ocurrido con Juan Espadas, el candidato socialista, cuando en una comisión parlamentaria estalló el caso de su esposa, que estuvo contratada por una de las fundaciones de la Junta de Andalucía, en tiempos del PSOE, que acabaron salpicadas por la corrupción. Si el miedo a la derecha ha dejado de servirle a la izquierda en Andalucía, lo que se espera ahora es que le funcione el miedo a la extrema derecha.

La única salvedad es que, en realidad, todos deberían saber que los diputados de Vox ya fueron necesarios para que Moreno Bonilla fuera elegido presidente y que, cuando tomó posesión, sindicatos y fuerzas de izquierda rodearon el Parlamento de Andalucía con la primera 'alerta antifascista'. Luego se aplicó también contra Díaz Ayuso en las elecciones a la Asamblea de Madrid y no funcionó. Tampoco en Castilla y León, pero se volverá a utilizar en Andalucía. Por esa razón, resulta paradójico que también en el PP andaluz se tema que la presencia de Olona movilice al electorado socialista, a pesar de que no suele surtir efecto. Más bien, lo que sí deberían temer en el Partido Popular es que el protagonismo indiscutible de Macarena Olona acabe embarrando la campaña y que la planificación diseñada por los populares, centrista, moderada y andalucista, se vea sobrepasada por ese torbellino de crispación. O que el impacto en el electorado no sea el que se ha previsto, porque el ruido de un revuelo mayor lo haga inapreciable.

Foto: Macarena Olona durante la presentación de la campaña 'Devolved lo robado' en Sevilla. (EFE/Raúl Caro) Opinión
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La duda ahora para los populares andaluces tiene que ser esa, si deben entrar en la estrategia de agitación de Macarena Olona, que rescatará la descalificación de la derechita cobarde y acomplejada para aplicársela a Moreno Bonilla, o si debe ignorarla y mantenerse al margen. Debe tenerse en cuenta, en este sentido, que el protagonismo que se alcanza en los medios de comunicación y en las redes sociales no siempre es reflejo de la realidad. A menudo, incluso, presentan una versión muy distorsionada de la realidad. De hecho, en el último barómetro de Andalucía ya se preguntaba por Macarena Olona como candidata, al mismo tiempo que por el portavoz actual, que se llama Manuel Gavira, y, pese a ser este último casi un desconocido, los dos obtenían una valoración similar, ligeramente inferior al cinco.

Más aún: con la opción de Macarena Olona como candidata, el resultado obtenido por Vox en ese sondeo era muy bueno, porque doblaba sus escaños, pero quedaba muy lejos de los populares y de los socialistas. Por tanto, el riesgo que asume Santiago Abascal al presentar a Olona en Andalucía es ese, que el efecto que pueda producir no se diferencie mucho del resultado que obtendría Vox con otro candidato, con el elevado coste que supone para ese partido tener que desmantelar la estructura del Grupo Parlamentario en el Congreso de los Diputados, donde la diputada por Granada juega un papel fundamental. A no ser que la jugada sea otra y que, por ejemplo, lo que se busque es el aterrizaje de Macarena Olona en estas elecciones andaluzas para que, en 2023, pueda competir por la alcaldía de Granada. Entonces es cuando el concepto de ‘efecto carambola’ cobraría todo el sentido.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, ha querido repetir la gracia que hizo, en lo alto de una tarima mitinera, cuando se contaron los votos de Castilla y León y se ha adentrado en la campaña electoral de Andalucía con el mismo pronóstico guasón: “Usted me pregunta por Macarena Olona y cada vez le veo más cara de presidenta [de la Junta de Andalucía]”. Lo mismo que dijo del candidato castellanoleonés que hoy es vicepresidente de aquella comunidad, “qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García-Gallardo”, que hoy ocupa exactamente ese lugar. Como es obvio, la guasa tiene un sentido cuando se pronuncia después de las elecciones, con los resultados en la mano, y otro muy distinto cuando se hace a dos meses de que se abran los colegios electorales, porque no hay candidato en la historia de la democracia que no afirme en sus mítines durante la campaña electoral que va a ganar las elecciones y que su objetivo es gobernar en solitario.

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