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La amable Bildu y el ruin Barrionuevo
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Javier Caraballo

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La amable Bildu y el ruin Barrionuevo

Hay límites que no se pueden pisotear en la negociación con esos radicales, porque se trata de los límites de la dignidad y de la memoria del propio Partido Socialista

Foto: La ministra de Justicia, Pilar Llop. (EFE/Kiko Huesca)
La ministra de Justicia, Pilar Llop. (EFE/Kiko Huesca)
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Enfática, lo dijo una vez, y dos, y tres… Quizá cinco: “¡Es deleznable!”. Era la ministra de Justicia, Pilar Llop. El deleznable, el ruin, es el exministro socialista Barrionuevo, encarcelado por los GAL, y los sensatos, los cabales, son los de Bildu, que apoyaron a la banda terrorista ETA y estaban frente a ella cuando lo dijo. La ministra Llop reaparecía en el Senado tras su sonado paréntesis de silencio después de que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, su presidente, anunciara en un programa de televisión que pensaba derogar el delito de sedición en España, de acuerdo con lo que solicitaban sus socios independentistas catalanes. Y después también del fiasco legislativo de la ley del solo sí es sí, que ha acabado abaratando algunas penas de cárcel para los condenados por delitos sexuales.

Pilar Llop, ya sea por una indisposición pasajera o por la conveniencia política de hacer mutis, no había dicho nada al respecto y tampoco lo hizo en su reaparición en el Senado. Apenas un leve comentario sobre los indultos a los independentistas, pero los envolvió en la estadística: las cifras demuestran que el Gobierno de Rajoy indultó a más personas que el Gobierno de Pedro Sánchez. Es verdad, en eso tiene razón la ministra de Justicia, solo que, como magistrada que es, debe conocer bien la importancia de la proporcionalidad en todas las decisiones que afectan a la Justicia. No es lo mismo indultar a un condenado por sedición que se reafirma en su delito que a un camello arrepentido, encarcelado por menudeo de tráfico de drogas. La ausencia de proporcionalidad es, de hecho, lo que está perdiendo a este Gobierno de Pedro Sánchez en su inquietante acercamiento a los grupos radicales e independentistas del País Vasco y de Cataluña. Tan solo el repaso de lo ocurrido estos últimos días de noviembre nos coloca ante el vértigo de un partido que ha pasado de los GAL a pactar con Bildu la retirada de la Guardia Civil de las carreteras de Navarra.

Foto: La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, en el Congreso de los Diputados. (EFE/J.J. Guillén) Opinión
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Antes de continuar, una aclaración necesaria: aquí mismo se ha defendido en otras ocasiones que, por meros principios democráticos, cualquier partido que esté autorizado por el Tribunal Constitucional para presentarse a unas elecciones y obtenga representación en las Cortes Generales debe considerarse legítimo representante de la soberanía popular. Aunque sus ideas nos resulten despreciables y hasta vomitivas. Por ese principio elemental, la condena previa de cualquier negociación del PSOE con Bildu no puede no rechazarse, siempre y cuando, y esto es elemental, esa negociación no afecte a la memoria de la barbarie terrorista ni a ningún planteamiento independentista del partido que nació como brazo político de los terroristas de ETA. ¿Puede el PSOE negociar la reforma laboral con Bildu?, por ejemplo. Sí, evidentemente, porque en nada afecta a aquellas materias en las que un Estado de derecho no puede transigir ni negociar.

Por esa razón, con la facultad que otorga que no se haya defendido nunca un veto previo en la negociación con Bildu, se puede abominar ahora de la cesión ante los radicales vascos para la retirada, casi inmediata, de la Guardia Civil de las carreteras de Navarra. Es muy posible que haya muchos militantes socialistas que tengan esa misma consideración, que hay límites que no se pueden pisotear en la negociación con esos radicales, porque se trata de los límites de la dignidad y de la memoria del propio Partido Socialista. Es verdad, como se queja ahora el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que ya el Partido Popular, con Aznar de presidente, pactó un traspaso de competencias similar con Unión del Pueblo Navarro, UPN, pero hasta él mismo podrá entender que no es lo mismo pactar en Navarra con quien siempre ha condenado el terrorismo que con quien lo ha amparado.

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En su comparecencia del Senado referida al principio, la ministra de Justicia, Pilar Llop, contestaba a la pregunta, o exigencia, de un senador de Bildu, llamado Gorka Elejabarrieta, en la que pedía al Gobierno que tomase acciones legales contra el exministro del Interior socialista José Barrionuevo, por “justificar y respaldar las acciones de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL)”. Se refería el tal Gorka a una entrevista de Barrionuevo en El País en la que no es que justificara y respaldara a los GAL, sino que más bien intentaba recordar la dureza de aquellos tiempos en la lucha antiterrorista, cuando Francia los cobijaba en su santuario del sur, desde donde iban y venían después de asesinar casi a diario a guardias civiles, militares, políticos, empresarios… Que la guerra sucia contra ETA no tiene cabida en una democracia, que no puede tener jamás justificación ni disculpa, lo atestigua la sentencia condenatoria por la que Barrionuevo fue a la cárcel. Merecían la condena y fueron condenados. Ningún asesinato justifica un asesinato; ningún secuestro justifica el secuestro y la tortura. Punto.

A partir de ahí, ningún demócrata puede desconocer el contexto en que se produjeron los GAL, la impotencia frente a esos asesinos. Por eso, lo que no puede hacerse es hablar de los GAL y equipararlo a la banda terrorista ETA, sin más. Que fue lo que hizo la ministra de Justicia, tachar las declaraciones de Barrionuevo de "condenables", "deleznables" y "absolutamente inadmisibles" y afirmar a continuación que "este Gobierno respalda, ampara y protege a las víctimas del terrorismo, a todas las víctimas del terrorismo, a todas desde la más estricta igualdad". Y no puede hacerlo, sobre todo, ante un grupo político que, cuando ETA se bañaba en sangre y brindaba con champán, los apoyaba, los resguardaba y los aplaudía. Como siguen haciendo ahora. No puede hacerlo ante un grupo que sigue sin condenar expresamente los atentados, mientras que recibe con fiestas y vítores a los asesinos que cumplen su condena. La “más estricta igualdad” que invoca la ministra es la misma a la que apela Bildu cuando condena “todo tipo de violencia, también la de ETA”. Y a continuación, gracias a sus acuerdos con el Gobierno, Bildu se presenta ante todos nosotros como “una fuerza útil, que mejora la vida de la gente; el partido da buenas noticias a la ciudadanía vasca y a la del Estado español”. Esa no puede ser la memoria, y menos la de un socialista, el ruin de Barrionuevo y los amables abertzales de Bildu.

Enfática, lo dijo una vez, y dos, y tres… Quizá cinco: “¡Es deleznable!”. Era la ministra de Justicia, Pilar Llop. El deleznable, el ruin, es el exministro socialista Barrionuevo, encarcelado por los GAL, y los sensatos, los cabales, son los de Bildu, que apoyaron a la banda terrorista ETA y estaban frente a ella cuando lo dijo. La ministra Llop reaparecía en el Senado tras su sonado paréntesis de silencio después de que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, su presidente, anunciara en un programa de televisión que pensaba derogar el delito de sedición en España, de acuerdo con lo que solicitaban sus socios independentistas catalanes. Y después también del fiasco legislativo de la ley del solo sí es sí, que ha acabado abaratando algunas penas de cárcel para los condenados por delitos sexuales.

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