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El Barça y la corrupción privada del fútbol
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Javier Caraballo

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El Barça y la corrupción privada del fútbol

Desde hace demasiado tiempo, el fútbol español está ofreciendo señales evidentes de una corrupción transversal

Foto: El presidente del Barcelona, Joan Laporta. (EFE/Alejandro García)
El presidente del Barcelona, Joan Laporta. (EFE/Alejandro García)
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La Fiscalía Anticorrupción debe investigar a fondo el escándalo del Barça, porque no estamos hablando solo de un escándalo arbitral. Esa es una derivada de todo lo que significa este caso, pero no debe ser lo fundamental, y por eso debe elevarse lo ocurrido, lo que sabemos, al problema más importante, que es la corrupción privada del futbol español. Corrupción privada, fijemos ese concepto penal desde el principio. Desde hace demasiado tiempo, el fútbol español está ofreciendo señales evidentes de una corrupción transversal, que va desde el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, como se viene denunciando en El Confidencial, hasta este último caso del árbitro llamado Enríquez Negreira, que asesoraba al Fútbol Club Barcelona. La consecuencia más primaria, que no por ello menos relevante, es la que levanta más pasiones: el supuesto juego sucio de un equipo de fútbol por pervertir la competición deportiva comprando a los árbitros para que dictaminen a su favor en cada partido. Por eso, por ser la menos relevante, es importante despejarla primero. Veamos.

Nadie que haya seguido la Liga de fútbol española en los últimos años, incluso en las últimas décadas, que es hasta donde se remonta el caso Negreira, podría afirmar que los éxitos deportivos del Barça se deben al favor de los árbitros en las distintas competiciones en las que se ha coronado como gran campeón. El arbitraje siempre ha sido motivo de polémica y no habrá seguidor alguno de un equipo modesto de la Primera División del fútbol español que no tenga en su mente un partido, y más de uno, en que los árbitros, a su juicio, hayan favorecido a un equipo grande. Más aún, otros equipos de fútbol españoles, empezando por el Real Madrid, han contado también con el asesoramiento de árbitros de fútbol para que realizaran la teórica tarea que le encomendaba el Barça a su contratado. La circunstancia, nada despreciable, de que José María Enríquez Negreira fuera, además, vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros solo nos aporta gravedad en la catadura moral del personaje, por su incompatibilidad ética y profesional, pero no presupone que el club al que asesoraba recibiera un trato de favor: sencillamente, no pertenecía al Comité de Designación de árbitros, que conformaban tres personas y del que nunca formó parte.

Foto: El presidente azulgrana, en una rueda de prensa. (EFE/Alejandro García)

Todo lo anterior no nos conduce, en cualquier caso, a una exculpación de lo sucedido, sino a la pregunta fundamental de este caso, como es la de intentar conocer lo que realmente se esconde, o se camufla, con el contrato millonario de Enríquez Negreira con el Barça. Dicho de otra forma: si podemos pensar, razonablemente, que el Barcelona no ha recibido un trato de favor arbitral distinto al de otros grandes equipos de fútbol, si sus triunfos deportivos obedecen a la calidad futbolística de sus plantillas; si eso es así, ¿por qué iban a pagarle tantísimo dinero a ese tipo, por acompañar y acomodar a los árbitros, como es habitual en casi todos los equipos? Esa pregunta, y la dificultad de su respuesta, es la que nos conduce directamente a la necesidad de que la Fiscalía Anticorrupción se implique abiertamente en lo que está pasando en el fútbol español. Lo que se esconde.

Hace ya 15 años, cuando se reformó en 2007 la Ley reguladora del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, se produjo una interesante ampliación de las competencias de la Fiscalía Anticorrupción hacia los delitos de corrupción privados. Lo habitual, como todos conocemos, es que esa Fiscalía tan especial se dedique de forma casi exclusiva a los delitos de corrupción relacionados con la Administración pública, pero en esa reforma se amplió su campo de actuación. En la exposición de motivos de la Ley 24/2007, de 9 de octubre, se dice: “Con relación a la Fiscalía Anticorrupción y contra la delincuencia organizada, se realiza una reforma de mayor calado, ya que se actualiza la lista de delitos objeto de su actividad con clara vocación de futuro, como demuestra el hecho de que se contemple la futura incorporación al Código Penal de los delitos de corrupción en el sector privado, fruto de los compromisos europeos de España”. Más adelante, en el artículo 19.4 de esa ley, se detallan todos los delitos, incluyendo, efectivamente, los “delitos de corrupción en el sector privado”.

Foto: Los jugadores del Barcelona tras el partido de este jueves contra el Manchester United. (EFE/Siu Wu)

La contratación del árbitro Enríquez Negreira por parte del Fútbol Club Barcelona tiene varias derivadas, y las más evidentes son quizá las que no deben despistarnos del verdadero calado de este escándalo. La primera de ellas es la ocultación de dinero a la Hacienda pública, que es el origen de toda la investigación. La segunda es el supuesto trato de favor de los árbitros al Barça, que se limitaría a lo estrictamente deportivo. Y para eso, además, lo que impera es lo dispuesto en el Código Disciplinario de la Real Federación Española de Fútbol, artículo 77, en el que se afirma que el club que incurra en conductas o acciones destinadas a predeterminar resultados será objeto de las máximas sanciones, incluida la pérdida de categoría, empezando por las de aquellos que “con dádivas, presentes, ofrecimientos o promesas a los árbitros obtuvieren o intentaren obtener una actuación parcial y quienes los aceptaren o recibieren”.

En este escándalo que afecta al Fútbol Club Barcelona, como queda dicho, no parece que esa acusación pueda demostrarse ni prosperar. De todas formas, todo eso, efectivamente, está implícito en este caso, pero no puede quedarse ahí. Desde que El Confidencial comenzó a publicar los escándalos que afectan a la Real Federación Española de Fútbol, lo que se ha hecho evidente, como sostiene el director de este periódico, Nacho Cardero, es que lo conocido no afecta únicamente al presidente de este organismo, Luis Rubiales, porque eso “sería extremadamente simplista; va más allá y refleja el lado oscuro del deporte”. Pues eso.

La Fiscalía Anticorrupción debe investigar a fondo el escándalo del Barça, porque no estamos hablando solo de un escándalo arbitral. Esa es una derivada de todo lo que significa este caso, pero no debe ser lo fundamental, y por eso debe elevarse lo ocurrido, lo que sabemos, al problema más importante, que es la corrupción privada del futbol español. Corrupción privada, fijemos ese concepto penal desde el principio. Desde hace demasiado tiempo, el fútbol español está ofreciendo señales evidentes de una corrupción transversal, que va desde el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, como se viene denunciando en El Confidencial, hasta este último caso del árbitro llamado Enríquez Negreira, que asesoraba al Fútbol Club Barcelona. La consecuencia más primaria, que no por ello menos relevante, es la que levanta más pasiones: el supuesto juego sucio de un equipo de fútbol por pervertir la competición deportiva comprando a los árbitros para que dictaminen a su favor en cada partido. Por eso, por ser la menos relevante, es importante despejarla primero. Veamos.

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