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Javier Caraballo

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Sánchez firma hasta 2028

Pedro Sánchez ya se está viendo en 2028. Habrá que preguntarle ahora si mantiene su compromiso de no gobernar más de dos legislaturas, en el caso de que llegue a repetir su Frankenstein

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
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Va sobrado, y se le nota. Cargado de confianza, porque a este hombre le deben durar los sofocos políticos no más que un pestañeo. Ahora ha cambiado el Gobierno, el quinto ajuste que realiza, y lo ha presentado como si fueran las fiestas de primavera, con un alarde de triunfos conseguidos, un coloso que ha vencido la fiereza de los elementos, y con expectativas de completar una década en la Moncloa. Quizás esto último sea lo más relevante, como veremos luego, que Sánchez, henchido por la próxima presidencia europea, ya se ha marcado una fecha, 2028, que es cuando se cumplirían “una década de gobiernos progresistas” y sus dos legislaturas al frente. Ningún espíritu, ni siquiera el político, es capaz de sobreponerse con esa rapidez a las adversidades y a los escándalos que lo zarandean si no se trata de un dirigente, como Pedro Sánchez, capaz de abstraerse de todo, como si nada fuera con él.

Hace falta una combinación intensa de resistencia personal, vanidad y desparpajo. Lo último del tito Berni, por ejemplo; podemos fijarnos en ese caso. Los escándalos en política se miden siempre, antes que por el importe económico defraudado, por el impacto social que producen. Las comisiones que se hayan podido manejar en el caso del Tito Berni —al menos, por lo que sabemos hasta ahora— son diminutas, inapreciables, en comparación con otros casos de corrupción, pero el impacto social es mucho mayor que otros por una sola razón: un diputado socialista, que se sentaba unos escaños más arriba que Pedro Sánchez, aparece en calzoncillos en una fiesta con prostitutas. Sin embargo, el presidente Sánchez ha zanjado la polémica con una frialdad pasmosa; solo ha dejado una frase, una sola frase, sobre lo sucedido, la única explicación que ha considerado ofrecer. “Nosotros podemos tener algún polizón en el barco, pero en cuanto eso sucede, lo bajamos a tierra”. ¡Un polizón! El Tito Berni podría llevar 40 años en el PSOE, pero le borran del pasado como si fuera un avatar.

La única preocupación del presidente Pedro Sánchez ni siquiera tiene que ver con las expectativas electorales del PSOE sino, sobre todo, con las de sus socios parlamentarios y de gobierno. Debemos tener en cuenta que en las próximas elecciones generales se puede romper por primera vez una norma no escrita que ha estado vigente en este casi medio siglo de democracia: "Gobierna el partido que gana las elecciones". Eso ya no va a ser así porque si el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo se impone en las elecciones, pero no alcanza la mayoría absoluta, ni siquiera sumando con Vox, el líder socialista, Pedro Sánchez, mantendrá el Gobierno con la misma mayoría parlamentaria que lo llevó a la Moncloa en el verano de 2018. En este sentido, la máxima preocupación de Pedro Sánchez es que se desmoronen las fuerzas políticas que están a su izquierda.

Quizá se recuerde que, a principios de año, se constató aquí que en algunas capitales españolas en las que gobierna el PSOE se estaba produciendo la paradójica situación de que eran los dirigentes socialistas los más interesados en la unidad de las fuerzas políticas que se presentan a su izquierda. Hubo, incluso, alguna capital, como Sevilla, en la que se llegó hasta a proponer a un candidato que pudiera servir de unión entre las plataformas, partidos y confluencias varias. Esa es exactamente la misma operación política que ha puesto en marcha Pedro Sánchez con Yolanda Díaz; por esa razón, le otorgó la pasada semana todo el protagonismo y le cedió el liderazgo del Gobierno en la moción de censura que presentó Ramón Tamames. El hecho de que, en los días sucesivos, la plataforma Sumar de Yolanda Díaz haya confirmado la adhesión de numerosos referentes de ese entorno, desde Íñigo Errejón a Ada Colau, pasando, obviamente, por Alberto Garzón, tiene que ver necesariamente con el espaldarazo de Pedro Sánchez.

Foto: La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (c), y la ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Kiko Huesca)

En este contexto político es en el que se entiende mejor la trascendencia de las palabras del presidente Pedro Sánchez en su quinta remodelación de Gobierno, la provocada por la marcha de dos ministras a dos aventuras municipales. Dijo Sánchez en esa intervención en la que se le veía sobrado, como se apuntaba antes: “Este ha sido el camino en esta legislatura, en el que hemos tenido que avanzar con el viento en contra de dos vendavales que no figuraban en las previsiones de nadie, y este será el camino”. Es decir, que el presidente es muy consciente de que el PSOE, el PSOE que él ha modelado y lidera, está lejos de poder aspirar a un Gobierno en solitario y que solo puede aspirar a repetir lo que sus opositores dentro del propio Partido Socialista llaman Gobierno Frankenstein, en recuerdo al mote que ya le puso Alfredo Pérez Rubalcaba adelantándose al futuro.

Lo segundo que dijo es lo que nos lleva a la aspiración que tiene de gobernar hasta 2028, “porque necesitamos una década de gobiernos progresistas para revertir los estragos sociales, económicos y medioambientales que dejó la década anterior”. Si la moción de censura con la que llegó al poder se produjo en 2018, la posibilidad de gobernar una segunda legislatura es la que le ayudaría a completar la década a la que aspira. Con ello, además, cumpliría su compromiso de limitar los mandatos en la presidencia del Gobierno a dos legislaturas, si no contabilizamos los ocho meses posteriores a la moción de censura ni los 10 meses de bloqueo que se produjeron en 2019 y que obligaron a repetir las elecciones generales. En definitiva, que Pedro Sánchez ya se está viendo en 2028. Habrá que preguntarle ahora si mantiene su compromiso de no gobernar más de dos legislaturas, en el caso de que llegue a repetir su Frankenstein.

Va sobrado, y se le nota. Cargado de confianza, porque a este hombre le deben durar los sofocos políticos no más que un pestañeo. Ahora ha cambiado el Gobierno, el quinto ajuste que realiza, y lo ha presentado como si fueran las fiestas de primavera, con un alarde de triunfos conseguidos, un coloso que ha vencido la fiereza de los elementos, y con expectativas de completar una década en la Moncloa. Quizás esto último sea lo más relevante, como veremos luego, que Sánchez, henchido por la próxima presidencia europea, ya se ha marcado una fecha, 2028, que es cuando se cumplirían “una década de gobiernos progresistas” y sus dos legislaturas al frente. Ningún espíritu, ni siquiera el político, es capaz de sobreponerse con esa rapidez a las adversidades y a los escándalos que lo zarandean si no se trata de un dirigente, como Pedro Sánchez, capaz de abstraerse de todo, como si nada fuera con él.

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