Matacán
Por
Santiago Abascal y el abismo (a propósito del crimen de Mocejón)
La radicalidad, las decisiones extremas que se toman sin pensar en las consecuencias, solo conducen al abismo de una sociedad
El presidente de Vox, Santiago Abascal, practica una política de máximos radicales que, como suele suceder en estos casos, puede provocar consecuencias que ni el mismo será capaz de controlar. A veces, esas consecuencias se convierten en alud y acaban sepultando al que provocó la avalancha. Hablamos de radicalidad no solo en las posiciones ideológicas, sino también en las decisiones políticas, las estratégicas. Estos días, por ejemplo, se cumple un mes desde que la dirección nacional de Vox decidió romper todos sus acuerdos autonómicos con el Partido Popular. Pues bien, en la actualidad, es posible que muchos altos cargos de ese partido sigan dándole vueltas, desnortados, al sentido estratégico de esa decisión, de esa imposición, sobre todo si se piensa en el futuro a corto y a medio plazo.
La ruptura de los pactos se produjo por la negativa de Vox de aceptar la acogida de 110 menores inmigrantes en los centros públicos de las cinco comunidades autónomas en las que gobernaban con el Partido Popular. La decisión no solo provoca en este partido un aislamiento institucional incompatible con su propio futuro político, sino que es claramente contradictorio con el pasado inmediato. Esas mismas comunidades, antes de la abrupta ruptura de julio pasado, habían acogido cinco veces más menores inmigrantes, sin que provocara en los cargos públicos de Vox ninguna protesta. A no ser que persista en no tener más programa político que un racismo exponencial, el aislamiento institucional es un callejón sin salida, como han comprendido otros líderes de la extrema derecha europea, como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.
De todas formas, se trata de una decisión radical que solo puede perjudicar las expectativas de Vox y, por esa razón, son menos dañinas socialmente que las referidas a la inflamación del discurso. En este último caso, el grito puede provocar un alud de graves altercados en la sociedad. Solo hay que esperar al momento preciso en el que se crucen fatalmente algunas coincidencias, una desgracia y un inmigrante implicado. Vayamos a un ejemplo actual: el brutal asesinato de un niño a puñaladas en el pueblo de Mocejón, a pocos kilómetros de Toledo. ¿Qué hizo Santiago Abascal y por qué? Veamos.
Lo normal cuando se conoce una tragedia así, de tanto impacto social, tan cruel, un niño que sale un domingo por la mañana a jugar al fútbol con sus amigos y, de pronto, un encapuchado se le acerca y lo mata a puñaladas; lo normal, decimos, es que haya dirigentes políticos que muestren su dolor y su solidaridad con la familia y que, a continuación, confíen en la eficacia de las fuerzas de seguridad para que detengan al asesino y que pueda acabar en la cárcel, con una cadena perpetua.
Están convirtiendo España en un país irreconocible y peligroso para todas las generaciones sin distinción, ya sean los más jóvenes o nuestros mayores.
— Santiago Abascal 🇪🇸 (@Santi_ABASCAL) August 18, 2024
No hay en el código penal un castigo suficiente para un criminal tan abyecto. Y no hay nada que pueda reparar la terrible… https://t.co/5UpVHfDjLP
Lo hizo el presidente de la comunidad castellano-manchega, Emiliano García-Page, y, simultáneamente, los políticos de otros muchos partidos. También lo hizo el presidente de Vox, Santiago Abascal, pero introdujo algunos elementos de valoración política que nada tenían que ver con el dolor, ni con la solidaridad, ni con la justicia. Este es el mensaje completo de Abascal: “Están convirtiendo España en un país irreconocible y peligroso para todas las generaciones sin distinción, ya sean los más jóvenes o nuestros mayores. No hay en el Código Penal un castigo suficiente para un criminal tan abyecto. Y no hay nada que pueda reparar la terrible pérdida de sus familiares y seres queridos. Rezo por ellos”.
En la crónica de sucesos de cada día en España se pueden encontrar, por desgracia, muchas noticias luctuosas, de mayor o menor impacto, la noticia de una joven desaparecida cuando regresaba a casa, la muerte de un joven en una pelea a la salida de una discoteca o el asesinato de una mujer y sus hijos, por un padre que luego se acaba suicidando. Pero, en esos casos, podemos tener claro que Abascal, si emitió algún mensaje de pesar, no introdujo los elementos de valoración política que sí incluyó en el del niño de Toledo. Es eso de “están convirtiendo España en un país irreconocible y peligroso para todas las generaciones”. No es un mensaje cualquiera porque incluye los dos elementos que la extrema derecha utiliza para fomentar el rechazo a la inmigración: la cultura y las costumbres españolas y la seguridad de las calles.
La única explicación que puede tener que Santiago Abascal añadiera esos dos elementos del discurso racista de Vox en el mensaje de dolor por el asesinato de un niño de 11 años es lo que ocurrió en las horas que siguieron a la tragedia, cuando en redes sociales se comenzó a especular con la posibilidad de que el autor fuera un joven inmigrante. Hace un mes, de hecho, el Gobierno regional reagrupó en un hotel de esta localidad a 50 inmigrantes menores de edad, provenientes, con toda seguridad, del mismo cupo de reagrupación que motivó la decisión de Abascal de romper todos los acuerdos autonómicos con el Partido Popular. Qué casualidad que, precisamente tras la tragedia de Mocejón, al líder de Vox se le ocurriera hablar de una España “irreconocible y peligrosa”.
En todo caso, tanto si fue su intención, de forma premeditada, como si se trató de una reacción inconsciente, lo que hizo Abascal fue relacionar el asesinato de un niño con su concepto miserable de los menores inmigrantes, a los que se refieren con el acrónimo de ‘menas’, convertido ya en un neologismo racista que no significa ‘menores de edad no acompañados’, sino ‘peligrosos delincuentes sin escrúpulos’.
Finalmente, tras 24 horas de búsqueda, la Guardia Civil logró detener este mismo lunes al presunto asesino que, por lo que ha trascendido, sería un conocido de los niños, un joven de la localidad, de unos veinte años. La principal sospecha es que se trata de una persona con las facultades mentales perturbadas, que aquella mañana cogió un cuchillo y se dirigió hacia el grupo de niños que jugaba al fútbol, y apuñaló al primero que pudo coger. Es verdad, como ha dicho Abascal, que no hay nada que pueda consolar la pena de esa familia y que, humanamente, solo podemos rezar por ellos y trasladarles todo el cariño y la pena que produce una tragedia como esta. Pero como el mensaje no consistía solo en ese dolor compartido, es inevitable que pensemos ahora en las consecuencias que habría ocasionado el hecho de que el autor del asesinato hubiera sido, igualmente, un joven perturbado que fuera inmigrante. Qué gentuza se estaría movilizando desde ayer contra el centro en el que se encuentran cincuenta menores de edad, cincuenta seres humanos, a los que la extrema derecha ha marcado con ese acrónimo de odio, ‘menas’. La radicalidad, las decisiones extremas que se toman sin pensar en las consecuencias, solo conducen al abismo de una sociedad. Y de nada servirá que un inconsciente descontrolado de populismo sea el primero en despeñarse por ese abismo de irracionalidad.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, practica una política de máximos radicales que, como suele suceder en estos casos, puede provocar consecuencias que ni el mismo será capaz de controlar. A veces, esas consecuencias se convierten en alud y acaban sepultando al que provocó la avalancha. Hablamos de radicalidad no solo en las posiciones ideológicas, sino también en las decisiones políticas, las estratégicas. Estos días, por ejemplo, se cumple un mes desde que la dirección nacional de Vox decidió romper todos sus acuerdos autonómicos con el Partido Popular. Pues bien, en la actualidad, es posible que muchos altos cargos de ese partido sigan dándole vueltas, desnortados, al sentido estratégico de esa decisión, de esa imposición, sobre todo si se piensa en el futuro a corto y a medio plazo.
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