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Valencia y el abismo del desgobierno
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Javier Caraballo

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Valencia y el abismo del desgobierno

Pedro Sánchez habla de la catástrofe como si no le afectara como presidente de España y, al recordar a Santiago Posteguillo, la diferencia es sobrecogedora

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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El ejercicio que se propone consiste en la mera comparación de dos discursos, uno detrás de otro, primero el del escritor Santiago Posteguillo en el Senado y, a continuación, el de Pedro Sánchez, el que ofreció dos días después de la catástrofe de Valencia o el que pronunció ayer mismo en el Congreso de los Diputados. Primero se oye al escritor, el relato frío y sereno, de cómo asistió, desde su casa de Paiporta, en pleno epicentro de las inundaciones, a la tragedia del martes 29 de octubre, y después, al finalizar esos diez minutos terroríficos, se oyen las intervenciones de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, también frío y sereno, como si la tragedia de Valencia sólo significara un asunto más de su agenda diaria, nada que pueda alterar su ánimo distante. Confrontemos esas dos visiones, una tras otra, y encontraremos el abismo de soledad, de abandono, de incomprensión, que todavía se atraviesa en la garganta de tantos cientos de miles de ciudadanos.

Primero, Santiago Posteguillo, a las seis y pico de la tarde de aquel último martes de octubre, cuando su pareja le pide que suba a la azotea y asiste, estupefacto, a la llegada de un tsunami de agua, de ramas y de barro que iba a arrasarlo todo. En Paiporta no había llovido esa tarde, pero el agua alcanzaría pronto los dos metros, los tres metros; una corriente violenta que arrancaba puertas y ventanas, derribaba muros y convertía los vehículos más pesados en bloques mortales de chatarra. Amaneció el siguiente día, y el siguiente, y uno más, y el escritor se asomaba a su ventana y no veía más que desolación.

“Nos acostamos sin luz ni agua pensando que, lógicamente, al amanecer, estaría la Guardia Civil, que estarían los Bomberos, que estaría el Ejército. Porque esto es España… Pero al amanecer, no había nadie. Sólo el cadáver, en mitad de la plaza, de una joven china”. La misma escena se repitió al día siguiente, y al otro, el tercer amanecer tras la catástrofe, cuando ya empezaron a aparecer los primeros voluntarios, pero ningún contingente de efectivos oficiales, policías, militares o bomberos, y el escritor decide coger una maleta y huir de aquel espanto a pie, sorteando el barro, hasta llegar a Valencia al cabo de varias horas caminando.

En ese tercer amanecer, el presidente del Gobierno de España ya había intervenido en, al menos dos ocasiones porque, en la primera mañana tras la catástrofe, todo el mundo recordará que la actividad parlamentaria comenzó a desarrollarse con toda normalidad en el Congreso de los Diputados y que el grupo socialista, cuando los populares solicitaron la suspensión del pleno, se negaron a aceptarlo para poder sacar adelante la reforma de la RTVE, para que los socios de la mayoría parlamentaria obtuvieran el control absoluto del consejo de administración.

Foto: El ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Justicia, Félix Bolaños. (Europa Press/Eduardo Parra)

¿En qué pensaba en esa mañana el presidente Sánchez, que acababa de volver de la India? En realidad, ya tendría que tener todos los datos de la enorme tragedia ocurrida porque la noche anterior, el mismo martes de las inundaciones, se reunió de urgencia el ‘comité de crisis’ en la Moncloa. No consta que se adoptara ninguna decisión. En ese comité de crisis, estaba sentado el ministro del Interior, que es el responsable legal para declarar el estado de emergencia nacional, y estaba la ministra de Defensa, con capacidad para movilizar a los miles de efectivos del Ejército que están acuartelados en esa comunidad, pero nada de ello sucedió. En su primera declaración institucional, sin embargo, el miércoles siguiente, el presidente Sánchez ofreció una versión distinta a la realidad que contemplaban los vecinos. “A estas horas siguen trabajando sin descanso y son nuestro mejor baluarte contra la adversidad. Bomberos, miembros de la UME, agentes de la Policía Nacional. También la Policía Local, guardias civiles, las ONG, el Tercer Sector. El Comité de Crisis del Gobierno de España, que constituimos ayer ante la emergencia, va a seguir trabajando codo con codo con los presidentes autonómicos y con los alcaldes y alcaldesas de todas las zonas afectadas”.

Unos días después, a cinco días de la tragedia, fue cuando, en una nueva intervención, pronunció su frase más polémica: “Quiero reiterar a la ciudadanía en la Comunitat Valenciana y al conjunto de la sociedad española lo que desde el primer momento, todos y cada uno de los miembros del Comité de Crisis del Gobierno de España, y yo personalmente, he trasladado al Govern de la Generalitat de la Comunitat Valenciana y al presidente Mazón. Y es que el Gobierno central está listo para ayudar. Si necesita más recursos, que los pida”. Por último, aunque ha habido otras intervenciones, el presidente del Gobierno compareció ayer en el Congreso de los Diputados y su intervención estremecía por la distancia con la que ya se le ve de la tragedia.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca) Opinión
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Javier Caraballo

Los responsables tendrán que asumir su culpa, y la sociedad tendrá que responder a un sistema que responde a principios correctos, pero es sin duda mejorable”. Esa literalidad de su intervención de ayer en el Congreso de los Diputados es sobrecogedora. “Los responsables tendrán”, “la sociedad tendrá”, como si él no formara parte ni de lo primero ni de lo segundo. Ha ido al Congreso un mes después, porque todo lo que tenía previsto en su agenda presidencial, con tantos viajes internacionales, parece que era inamovible, y de su gobierno sólo conocemos el anuncio periódico de partidas millonarias, como quien va lanzando monedas al aire. Sólo un ministro, Óscar Puente, ha estado a la altura, y con el tono, que se correspondía con la urgencia de lo sucedido.

Ha pasado un mes y el presidente Sánchez habla de la catástrofe como algo ajeno, porque sigue sin considerarlo una emergencia nacional. Ni un sólo segundo habrá pensado en los tres días que amanecieron en el barranco del Poyo tras el tsunami. Los cadáveres en las calles, las ciudades destrozadas, las noches de temor, la esperanza de un nuevo día… “Pero al amanecer, no había nadie”. A ese abismo, no se ha asomado nunca el presidente de España.

El ejercicio que se propone consiste en la mera comparación de dos discursos, uno detrás de otro, primero el del escritor Santiago Posteguillo en el Senado y, a continuación, el de Pedro Sánchez, el que ofreció dos días después de la catástrofe de Valencia o el que pronunció ayer mismo en el Congreso de los Diputados. Primero se oye al escritor, el relato frío y sereno, de cómo asistió, desde su casa de Paiporta, en pleno epicentro de las inundaciones, a la tragedia del martes 29 de octubre, y después, al finalizar esos diez minutos terroríficos, se oyen las intervenciones de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, también frío y sereno, como si la tragedia de Valencia sólo significara un asunto más de su agenda diaria, nada que pueda alterar su ánimo distante. Confrontemos esas dos visiones, una tras otra, y encontraremos el abismo de soledad, de abandono, de incomprensión, que todavía se atraviesa en la garganta de tantos cientos de miles de ciudadanos.

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