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El rey emérito o por qué con el PP se vive mejor
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Pilar Gómez

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El rey emérito o por qué con el PP se vive mejor

Desde Moncloa han esparcido estos días que Feijóo ampara a "defraudadores" por no pedir que linchen a don Juan Carlos. Si gobierna el gallego tendrá que gestionar su regreso a España y devolver a Felipe VI el papel que le ha usurpado Sánchez

Foto: El rey Juan Carlos, en el Bribón. (EFE/Lavandeira Jr.)
El rey Juan Carlos, en el Bribón. (EFE/Lavandeira Jr.)
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En medio del revuelo por la visita del rey emérito me sorprendió esta semana una nueva teoría. Que el comportamiento, soberbio e infantil, de Juan Carlos I socava la figura de su hijo es una evidencia contrastable. Solo hay que hacer un repaso por las declaraciones de los ministros morados. La monarquía ha muerto, podemos resumir por ser más elegantes que Ione Belarra, aunque sea por respeto a las personas mayores.

La novedad está en el ala caoba de la coalición. Pese a que en público los ministros socialistas optaron por el silencio o un escueto "no comentamos viajes personales", la factoría monclovita perpetró un nuevo relato con visos de ciencia ficción. El argumento es que Feijóo es otra víctima colateral de las andanzas del rey del 23-F. Que desde el PP se defienda que el emérito es una persona libre de viajar a España, porque no tiene ninguna causa judicial pendiente, o que debería residir en nuestro país, es según los gurús de Sánchez tanto como apoyar a los "defraudadores fiscales".

Es humano que se le pongan los ojos vidriosos en el funeral de Isabel II, le quieren despojar hasta de la dignidad de la muerte

Lo que no cuentan es que el presidente comparte la misma preocupación que el líder de la oposición sobre los riesgos de que don Juan Carlos muera fuera de España. Desde que se instaló en Emiratos Árabes, esta es el principal quebradero de cabeza de La Moncloa y de la Zarzuela. Tanto se ha denostado la figura del ex jefe de Estado, con la inestimable colaboración del Gobierno, que la única salida para que no se alcen en armas las ministras, literalmente moradas, es echarle al mar. Es humano que al emérito se le pusiesen los ojos vidriosos en los funerales de Isabel II o Constantino de Grecia, consciente de que le quieren despojar hasta de la dignidad de la muerte.

El PP no hace una reflexión muy diferente a la de muchos españoles sobre la compatibilidad de poner en valor el papel fundamental de don Juan Carlos en la transición con reprobar sus comportamientos en la esfera personal. No me refiero a su vida amorosa, sino a la opacidad con la que ha gestionado un patrimonio escandalosamente abultado. La figura de don Juan Carlos pasará a la historia marcada por estas sombras, pero no se le puede hurtar su lugar en ella.

Intentar enfangar de forma torticera a Feijóo con aquello de que los "delincuentes con el PP viven mejor", es un acto tan bajo que ni la desesperación electoral de un PSOE menguado por sus socios justifica. No le vamos a pedir ya a los socialistas que se comporten como un partido de Estado, con Sánchez al frente es una quimera, pero sí que al menos dejen algo tras su paso.

Si queremos mantener el actual modelo de Estado, refrendado por la mayoría de los españoles, urge una ley que regule la Corona

Las instituciones sufren un desgaste sin precedentes que el PP tendrá la tarea de reconstruir si gobierna. Normalizar que don Juan Carlos regrese a España es una prioridad. Para ello, el monarca tendrá que asumir unas normas, un segundo plano al que ahora se resiste, pero que en esta última visita parece estar ensayando. Habrá que hablar con él, sí. No es ningún demérito tener abierto un canal de comunicación. No solo Feijóo conversa con don Juan Carlos, también lo hacen los expresidentes del Gobierno y no solo los del PP. Con alguno incluso puede almorzar estos días aprovechando su estancia en Sanxenxo.

También habrá que dar su lugar a Felipe VI, cuyo papel institucional ha sido reducido al máximo por un Sánchez planetario. No hay embajador más neutral que el rey. Si la monarquía quiere perdurar, debe demostrar que es necesaria más allá del papel cuché. Tenemos un jefe del Estado preparado, que ha sabido manejar la peor herencia posible: matar al padre. Su antecesor ya lo hizo, por eso sorprende que don Juan Carlos pierda la perspectiva de que ahora el sacrificio lo debe hacer él.

Si queremos mantener el actual modelo de Estado, refrendado por la mayoría de los españoles, urge una ley que regule la Corona para adaptarla a las nuevas exigencias de transparencia. Que la inviolabilidad del monarca no afecte a su vida privada es algo a modificar, pero no podemos aceptar las imposiciones ideológicas de las minorías. Sánchez está preso de sus socios republicanos, Feijóo no y los españoles tampoco.

En medio del revuelo por la visita del rey emérito me sorprendió esta semana una nueva teoría. Que el comportamiento, soberbio e infantil, de Juan Carlos I socava la figura de su hijo es una evidencia contrastable. Solo hay que hacer un repaso por las declaraciones de los ministros morados. La monarquía ha muerto, podemos resumir por ser más elegantes que Ione Belarra, aunque sea por respeto a las personas mayores.

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