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La carta que revela la dignidad de un diputado
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La carta que revela la dignidad de un diputado

Política y ética no son términos antagónicos, aunque a veces lo parezca. La política es el ámbito de la civilización, como reclamaba el exministro Piqué y ha recordado el exsindicalista Moreno en una carta sin desperdicio

Foto: El diputado de Unidas Podemos en Madrid, Agustín Moreno. (EFE/Víctor Lerena)
El diputado de Unidas Podemos en Madrid, Agustín Moreno. (EFE/Víctor Lerena)
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El pasado 28 de marzo, Agustín Moreno, veterano sindicalista de CCOO y durante los dos últimos años diputado en la Asamblea de Madrid por Unidas Podemos, envió a sus allegados —y posteriormente publicó— una carta en la que anunciaba su retirada de la política activa. El texto no tiene destinatario, pero destila tanta racionalidad que el receptor puede ser cualquier ciudadano. La misiva, de hecho, es una profunda reivindicación del valor de la política como escenario de confrontación de posiciones diversas, pero, sobre todo, de su relevancia como el instrumento más útil para superar las discrepancias, que son consustanciales a la condición humana.

Sostiene Moreno (Madrid, 1951) que a sus años ha aprendido algo: "Deberíamos dar más las gracias y pedir perdón. Ello nos hace mejores". En coherencia con este pensamiento, lo que hace es dar las gracias a los miembros de la Asamblea de Madrid, sin nombre ni apellidos, por haber aprendido de todos sobre asuntos muy diferentes, lo que ayuda "a mantener la curiosidad y abandonar la pereza cognitiva". Es más, reivindica el tono constructivo en el que se ha desarrollado el debate político en las comisiones, muy distinto al que habitualmente se produce en el Pleno, donde el griterío y hasta la mala educación se apodera del hemiciclo ante la evidencia de que hay cámaras de televisión.

"Deberíamos dar más las gracias y pedir perdón. Ello nos hace mejores y nos ayuda a mantener la curiosidad y abandonar la pereza cognitiva"

Este es, de hecho, uno de los problemas de la política española, el trato personal de los diputados, ya sea en la Asamblea de Madrid o en cualquier otro parlamento, es bastante mejor de lo que se quiere trasladar cuando hay micrófonos. Y de ahí que Moreno recuerde que la democracia no es otra cosa que la capacidad de diálogo civilizado. "Los modos y la ética", reflexiona, "deben ser parte fundamental de la democracia y de la política, porque la política sin ética es simple politiqueo y un club de cínicos (...) que aleja a la ciudadanía de la política y erosiona la democracia".

La Rendición de Breda

El núcleo de la carta, sin embargo, se encuentra en una reflexión que merece ser leída y, sobre todo, tenida en cuenta. "Esfuércense", dice Moreno, quien tras abandonar el sindicalismo fue profesor de instituto en una de las barriadas más pobres de Madrid, "en no considerar enemigos a los que discrepan: todos tienen derecho a defender sus ideas y propuestas. Recuperen la moderación, esa virtud tan desconocida". Y a modo de recomendación, sugiere a quien le quiera escuchar que saque un rato y vaya al Museo del Prado para sentarse unos minutos frente a Las Lanzas o La Rendición de Breda, como se prefiera, donde Velázquez refleja el momento en el que Justino de Nassau entrega las llaves de la ciudad a Ambrosio de Spínola, el noble genovés a quien Felipe IV encargó la toma de una ciudad estratégica para los tercios de Flandes.

En el cuadro, recuerda Moreno, todo es tan sutil que Nassau, el derrotado, se inclina en el acto de dar la llave, mientras que Spínola, el vencedor, también se agacha al ir a recogerla, pero al mismo tiempo, y con su brazo derecho, intenta alzar el cuerpo de su enemigo en la guerra para evitar un gesto de sumisión. Ese movimiento tan humano, asegura Moreno, "representa la generosidad del vencedor con el vencido. Un gesto tan noble que hace aún más grande al vencedor". Su recomendación es muy sencilla: "Aplíquelo en la política y piensen que la derrota tiene una cosa positiva: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene una cosa negativa: jamás es definitiva".

La publicación de la carta ha coincidido en el tiempo con el fallecimiento del exministro Josep Piqué. Tanto en los obituarios que se han publicado estos días —aquí está el de José Antonio Zarzalejos— como en las reflexiones que se han hecho sobre su figura, se reivindica a un político con enorme capacidad de diálogo y con indudable sentido común. Nunca huyó de un debate de ideas y siempre respetó a sus adversarios pese a las discrepancias políticas. Sin duda, porque el exministro de Aznar era un hombre cabal y, sobre todo, disponía de una sólida formación intelectual, lo que siempre atempera los comportamientos públicos.

Ni Moreno ni Piqué fueron nunca profesionales de la política. Fueron capaces de construir un mundo propio al margen de sus organizaciones

Ni Moreno ni Piqué fueron nunca profesionales de la política y de hecho fueron capaces de construir un mundo propio al margen de sus respectivas organizaciones: CCOO y el Partido Popular. El primero, participando activamente en distintos movimientos sociales, en particular relacionados con la educación, mientras que el segundo fue un referente, al margen de si está de acuerdo o no, en cuestiones de política exterior o economía internacional.

A ambos, desde posiciones ideológicas muy alejadas, les unía tanto la mesura como su independencia de criterio. O lo que es lo mismo, no eran meras marionetas de sus respectivas organizaciones, lo que puede explicar mejor que ninguna otra cosa que no hayan tenido que hacer ruido político más allá de lo estrictamente necesario.

Cabe preguntarse, por lo tanto, por las causas de tanto griterío en la política española, cuya profesionalización, en el peor sentido del término, solo aumenta gratuitamente los decibelios. Obviamente, porque es la mejor manera de agradar al jefe y el mecanismo más rápido para lograr votos, habida cuenta de la creciente influencia de las emociones en las decisiones de los electores. Cuando no se tienen argumentos, se opta por la descalificación. Y ahí el papel de la claque y de los aduladores del poder es enorme. Simples correveidiles.

La mala profesionalización

Esta profesionalización mal entendida es la que ha impregnado a los nuevos partidos surgidos tras el desmoronamiento del bipartidismo imperfecto que dominó la política española desde 1977, y que contrasta con lo que sucede en países de nuestro entorno.

Mientras que la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, dimite tras perder las elecciones ante los conservadores, pese a haber mejorado sus resultados, Inés Arrimadas sigue siendo portavoz de una catástrofe como ha sido Ciudadanos en los últimos años. Mientras que en Europa los líderes políticos se retiran cuando dejan su escaño, en España Pablo Iglesias sigue todavía diciendo lo que hay que hacer en Podemos, donde Belarra es un simple brazo de madera sin perfil propio. Mientras que se pretendía un sistema de primarias capaz de legitimar a los líderes con los votos de las bases, lo cierto es que Yolanda Díaz fue designada por el actual líder de Podemos, con quien ahora compite. Mientras que en el 15-M se teorizó sobre la necesidad de hacer política de otra manera con líderes que no se eternicen en los cargos mediante la creación de oligarquías internas, lo cierto es que los Errejón, los Baldoví o los Colau van a por su tercera o cuarta legislatura. Mientras que la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, anuncia su próxima dimisión porque "soy humana y los políticos somos humanos", en España Puigdemont o Junqueras buscan su lugar al sol después de haber arruinado a Cataluña. Cosas que pasan.

El pasado 28 de marzo, Agustín Moreno, veterano sindicalista de CCOO y durante los dos últimos años diputado en la Asamblea de Madrid por Unidas Podemos, envió a sus allegados —y posteriormente publicó— una carta en la que anunciaba su retirada de la política activa. El texto no tiene destinatario, pero destila tanta racionalidad que el receptor puede ser cualquier ciudadano. La misiva, de hecho, es una profunda reivindicación del valor de la política como escenario de confrontación de posiciones diversas, pero, sobre todo, de su relevancia como el instrumento más útil para superar las discrepancias, que son consustanciales a la condición humana.

CCOO Pablo Iglesias Josep Piqué
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