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¿Se ha convertido Ayuso al populismo migratorio?
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Rubén Amón

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¿Se ha convertido Ayuso al populismo migratorio?

La presidenta deriva su última crisis con la Moncloa en la excusa de un discurso inquietante sobre los extranjeros y la delincuencia que contradice las distancias que ella misma había mantenido respecto a Vox

Foto: Isabel Díaz Ayuso. (Reuters/Isabel Infantes)
Isabel Díaz Ayuso. (Reuters/Isabel Infantes)
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Cuesta trabajo identificar a Isabel Díaz Ayuso en la adhesión al discurso populista de la inmigración. Sabe manejarse la presidenta madrileña en las artes de la demagogia, pero no había incurrido hasta ahora en el lenguaje lepenista que criminaliza a los extranjeros. Habla Ayuso de "oleadas masivas". Relaciona a los inmigrantes con la delincuencia. Y sospecha que el Gobierno utiliza las autonomías del PP para repartir con nocturnidad los cupos de ilegales, como si se tratara de urdir invasiones clandestinas.

No va a desaprovechar el Gobierno cualquier ocasión para enfatizar la colisión con la emperatriz madrileña, pero las impresiones de Ayuso en clave conspiranoica y la temeridad con que convoca el monstruo migratorio redundan en los peligros de un giro político irresponsable y electoralista.

El volantazo sorprende y decepciona, porque ella misma había marcado terreno con Vox respecto al automatismo que sobrepone la inmigración y la delincuencia. Ayuso salió en ayuda de los menas, por ejemplo. E hizo defensa de la idiosincrasia promiscua de Madrid —chinos, latinos, magrebíes—, cuya prosperidad resulta inexplicable sin la contribución de los extranjeros.

Y no es cuestión de condescender con los delincuentes. Ni de idealizar la inmigración en su reputación cosmopolita. Existen problemas de integración, conflictos culturales, hábitos sociológicos y estadísticas delictivas que merecen analizarse con profundidad y serenidad, pero el discurso de Ayuso exagera el sesgo populista cada vez que menciona "la invasión" de Alcalá o cuando demoniza la categoría de "los extranjeros".

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el delegado del Gobierno en la región, Francisco Martín (2i). (Europa Press/Eduardo Parra)

Tiene sentido preguntarse si la presidenta madrileña está marcándole el paso a Núñez Feijóo en una línea nuclear. Y si ha escogido el peor momento para entrometerse en el debate de la extranjería, precisamente porque era Pedro Sánchez el protagonista de una anomalía sobrevenida que le constreñía a bregar con el supremacismo y el racismo de Junts.

Puigdemont reclama para sí la delegación de la política migratoria. No ya señalando un nuevo jalón en el privilegio del autogobierno, sino porque aspira a convertirla en un laboratorio siniestro de la pureza catalana. El lema de "España nos roba" ha dado paso a la consigna de que los extranjeros nos invaden, nos reemplazan demográficamente.

El lema de "España nos roba" ha dado paso en Cataluña a la consigna de que los extranjeros nos invaden, nos reemplazan demográficamente

Están en peligro la identidad de la raza y la salubridad de la caverna, más todavía cuando hay unas elecciones inminentes en Cataluña y cuando Junts necesita marcar distancia frente al discurso tolerante de Esquerra Republicana.

Corresponde a Sánchez gestionar las familias y castas que dirimen el chantaje de la legislatura. Y responsabilizarse de consentir a Junts la visceralidad de un discurso xenófobo que recuerda a Vox y que retrata la hipocresía con que el líder socialista utiliza a la ultraderecha.

Es el mismo contexto de contradicciones donde ha prorrumpido extemporáneamente la gresca de Alcalá de Henares. Allí gobierna el PP. Y allí ha delimitado Ayuso la nueva batalla política contra la Moncloa. No solo acusando la manía persecutoria que ejerce el delegado del Gobierno, sino convirtiendo a los extranjeros en enemigos de la convivencia.

Foto: La alcaldesa de Ripoll, en Girona, Sílvia Orriols. (EFE/David Borrat)

La política de inmigración forma parte de las inquietudes legítimas de la opinión pública y constituye un suculento botín electoralista en la cadena de comicios que se avecina, incluidas las elecciones europeas de junio. Por esas mismas razones, tanto urge disociarla del buenismo ciego de la progresía como rescatarla de la irresponsabilidad xenófoba en que incurren los partidos nacionalistas y patrioteros. ¿Se ha incorporado Ayuso a estos últimos? ¿Pretende el PP hacer la competencia a Vox en su terreno? ¿Puede acusarse a Sánchez de complicidad con Junts y adoptar a la vez el mismo discurso que criminaliza irresponsablemente a los inmigrantes?

La percepción del problema de la inmigración sobrepasa el problema de la inmigración misma. Proliferan abrumadoramente las ventajas sobre los inconvenientes cuando se trata de valorar el impacto de los extranjeros en una lectura gélida y hasta instrumentalista, pero es también (desgraciadamente) irresistible aludir a oleadas e invasiones y convertir a los otros en la desdicha de los españolazos y catalanes sin porvenir.

Debería tenerlo en cuenta Pedro Sánchez cuando se ofrece al soborno de Junts en asuntos de extrema sensibilidad. Y debería valorarlo Ayuso cuando se adhiere a los campeones del populismo migratorio en una comunidad que prospera más que ninguna otra gracias a los extranjeros.

Cuesta trabajo identificar a Isabel Díaz Ayuso en la adhesión al discurso populista de la inmigración. Sabe manejarse la presidenta madrileña en las artes de la demagogia, pero no había incurrido hasta ahora en el lenguaje lepenista que criminaliza a los extranjeros. Habla Ayuso de "oleadas masivas". Relaciona a los inmigrantes con la delincuencia. Y sospecha que el Gobierno utiliza las autonomías del PP para repartir con nocturnidad los cupos de ilegales, como si se tratara de urdir invasiones clandestinas.

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