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La solución al problema es que los inmigrantes mejoren su nivel de catalán
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Ángel Villarino

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La solución al problema es que los inmigrantes mejoren su nivel de catalán

Ninguna de las competencias exigidas por Junts, ni siquiera las más ambiciosas, va a solucionar el sistema migratorio catalán. En esta materia, la gestión de la Generalitat es peor que la del resto de España

Foto: Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de la Zona Franca. (EFE/Quique García)
Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de la Zona Franca. (EFE/Quique García)
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Todavía nadie ha sido capaz de explicar con claridad en qué consiste la supuesta cesión de competencias migratorias a la Generalitat. Pero con lo que sabemos es suficiente para convertir el asunto en un caso de estudio sobre cómo nuestro sistema se está transformando en un espectáculo que ya no opera sobre la realidad, ni mucho menos sobre los problemas de la sociedad, sino sobre ficciones que fabrica la propia industria del show político. Recuerda a lo que ocurrió con la prensa del corazón cuando empezaron a aparecer famosos que solo lo eran dentro de la propia prensa del corazón.

Todo el asunto que se ha venido debatiendo desde el miércoles por la noche es un decorado como los de los wésterns que se rodaban en Almería. Empezando por la naturaleza del acuerdo, improvisado en los pasillos y ya en tiempo de descuento. Nada serio puede empezar así y da la sensación de que si se negociaron competencias en inmigración fue porque a nadie se le ocurrió ofrecer un tramo de autopista o unas entradas para el concierto de Depeche Mode en el WiZink Center. Sucede que en la Unión Europea pasan años discutiendo en sesiones infinitas, tratando de encontrar una solución al dilema migratorio y, sin embargo, los de Junts se ven capacitados para arreglarlo gracias a lo que se llevan escrito en una servilleta.

Foto: La alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols. (EFE/David Borrat) Opinión
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Todas las ficciones buscan representar una realidad, aunque sea imaginada. La inmigración, es verdad, es un asunto que preocupa cada vez más a los catalanes y que parece destinado a irrumpir con fuerza en el debate público, como está pasando en casi todos los países de Occidente. Lo contaba aquí muy bien Josep Martí Blanch y lo certifica este estudio adelantado anoche por Metroscopia, según el cual solo el 29% de los encuestados en Cataluña cree que la gestión de los flujos migratorios está yendo en buena dirección. Junts opera en dicho contexto y su teatrillo de marionetas lo representa como una cuestión de competencias. Basta con sacudirse España para arreglar las cosas.

Resulta que las competencias potencialmente transferibles en temas migratorios están relacionadas fundamentalmente con la gestión de expedientes. Y esa es una actividad con la que difícilmente se puede ordenar un flujo protagonizado por extranjeros que entran al país sin permisos de trabajo (la enorme mayoría en avión) y que viven en las sombras durante al menos tres años hasta que logran el arraigo. Resulta, además, que el Gobierno de Zapatero ya transfirió a Cataluña parte de dichas competencias en 2009, concretamente, las de la gestión de autorizaciones de trabajo. Pero después, una vez logrado el botín, la Generalitat se desentendió del tema, escaqueando funcionariado y recursos, y convirtiendo Cataluña en la comunidad autónoma donde peor funciona la ventanilla, según los extranjeristas.

Foto: La presidenta de Junts, Laura Borràs. (Europa Press/Kike Rincón)

Los abogados especializados en la materia recuerdan que actualmente, sin cesión de competencia alguna, existen tantos modelos de gestión de las tramitaciones como provincias hay en el país. Y si compiten en algo es en ineficacia y lentitud. La mayoría de los inmigrantes saben que Barcelona es uno de los peores lugares para hacer dichos trámites. Además del más caro. Los informes de arraigo, por ejemplo, se pueden demorar más de seis meses, circunstancia que mantiene a los solicitantes en la clandestinidad y fomenta su marginalidad.

Tampoco son nuevos los cursos de 40 horas de catalán. Muchos ayuntamientos se los ofrecen, sin explicar que en realidad son opcionales, a quienes piden el informe de arraigo social. Luego, cuando la documentación llega a Extranjería, y al no ser un requisito, los funcionarios no le dan ninguna importancia al papelito que lo acredita. En el supuesto de que la cesión de competencias anunciada convierta estos cursos en obligatorios o someta a exámenes a los solicitantes, Cataluña se convertirá en la única región de España donde se exige hablar un idioma para conseguir un permiso de residencia. Recordemos que las pruebas obligatorias de idioma (español, en nuestro caso) solo se solicitan al optar a la nacionalidad, como pasa en prácticamente todos los países del mundo.

Pero lo relevante es que ni esto, ni tampoco una mayor presencia de los Mossos en redadas o acciones policiales, va a ayudar a arreglar el problema migratorio, independientemente de lo que unos u otros consideren que funciona mal. No va a reducir las llegadas, ni las va a ordenar, ni va a hacer más eficaces los trámites de regularización, ni va a poner las bases para empezar a tomarse en serio un desafío que ahora mismo es el asunto más divisivo, polarizante y volátil en países tan distintos como Estados Unidos, Francia o Alemania. Ya que no tenemos ningún debate real, nos dedicamos a discutir en planos ficticios.

Todavía nadie ha sido capaz de explicar con claridad en qué consiste la supuesta cesión de competencias migratorias a la Generalitat. Pero con lo que sabemos es suficiente para convertir el asunto en un caso de estudio sobre cómo nuestro sistema se está transformando en un espectáculo que ya no opera sobre la realidad, ni mucho menos sobre los problemas de la sociedad, sino sobre ficciones que fabrica la propia industria del show político. Recuerda a lo que ocurrió con la prensa del corazón cuando empezaron a aparecer famosos que solo lo eran dentro de la propia prensa del corazón.

Inmigración Junts per Catalunya Pedro Sánchez
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