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Andaluces, charnegos e inmigrantes en Cataluña
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Javier Caraballo

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Andaluces, charnegos e inmigrantes en Cataluña

Al decir que "tener las competencias de inmigración es esencial para construir la nación", los independentistas catalanes están reproduciendo la misma retahíla de rechazo y repulsa de siempre contra el que viene de fuera

Foto: Una protesta frente al Ayuntamiento de Ripoll. (EFE/David Borrat)
Una protesta frente al Ayuntamiento de Ripoll. (EFE/David Borrat)
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Los inmigrantes de hoy en Cataluña son los charnegos de ayer. Lo único que ha cambiado es la corrección política de la burguesía catalana para denominarlos, porque lo que no varía es la desconfianza racial, o racista, de aquellos que ven en la inmigración un peligro para las esencias catalanas. Son charnegos en Cataluña y maquetos en el País Vasco, y en esos dos adjetivos despectivos encontramos ya la verdadera esencia del nacionalismo y del independentismo de esas dos regiones en España.

Toda esta polémica de ahora, con las competencias de inmigración exigidas por la tropa de Puigdemont y otorgadas alegremente por Pedro Sánchez, tiene las mismas raíces de desprecios y de supremacismo que surgieron durante el siglo XX contra los emigrantes españoles, cuando se potenció el desarrollo industrial de esas dos regiones, Euskadi y Cataluña. Si un Estado favorece el desarrollo de unas zonas, como ha ocurrido en España, se hace, obviamente, en detrimento de otras, y la consecuencia inmediata es el flujo de emigración desde las regiones menos desarrolladas o, directamente, subdesarrolladas.

No entremos en deliberaciones sobre aciertos o injusticias de ese modelo de desarrollo; no analicemos el porqué de esa planificación estatal, ni si tiene que ver con potencialidades socioeconómicas o con chantajes políticos de desafección, de alejamiento o de ruptura. Obviemos todo eso para centrarnos exclusivamente en la reacción que se genera en ambos territorios, un sarpullido que volvemos a recordar ahora ante el interés y la urgencia de los independentistas catalanes por controlar los flujos migratorios en esa comunidad.

Sabino Arana llamaba maquetos, o maketos, a los inmigrantes pobres que llegaron al País Vasco en la primera mitad del siglo XX procedentes de las regiones más pobres de España. La explicación del término la ha aportado un filósofo y antropólogo vasco, Juan Aranzadi: "La ideología del nacionalismo vasco anterior a la guerra civil postulaba que la diferencia entre vascos y maketos era de carácter racial: para Sabino Arana, la 'invasión maketa' amenazaba la pureza racial, religiosa y moral del pueblo vasco, que necesitaba, para poder preservarla, la independencia política que supuestamente había tenido hasta la abolición de los Fueros". Ese era Sabino Arana, ese prohombre vasco, fundador del PNV, al que se le siguen tributando homenajes y reconocimientos... En fin.

Foto: El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull. (Europa Press/Lorena Sopêna)

El mismo fenómeno que se produce en el País Vasco es el que se desarrolla en Cataluña en la segunda mitad del siglo XX, con la llegada masiva de emigrantes de varias regiones, las más pobres, sobre todo de Andalucía. La utilización del término "charnego" para designar a los inmigrantes andaluces tiene el mismo origen que la palabra "maqueto", la preocupación por la pureza del ser catalán. En las dos últimas décadas del franquismo, de los años 50 a los 70, que es cuando se produce fundamentalmente el flujo migratorio, se trasladaron a Cataluña casi un millón de andaluces.

La burguesía catalana, fielmente representada en los medios de comunicación de la dictadura, expresaba, sin ahorrar en desprecios, su preocupación por "la invasión" de los andaluces. Puede servir de ejemplo este párrafo de un artículo publicado en la Prensa del Movimiento, el 7 de septiembre de 1949. Dice así: "Con el aluvión de inmigrantes llegan cada día más trogloditas a Barcelona. Nos referimos a auténticos trogloditas, o sea gentes que provienen de los poblados subterráneos que abundan en las provincias de Jaén, Murcia y Granada".

"Un hombre poco hecho"

Jordi Pujol publicó en los años 70 un libro, La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, en el que se incluía esta descripción de los andaluces: "El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico, es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual". Para diferenciar a "los trogloditas" de la sociedad catalana, se les puso ese nombre: charnegos. ¿Ha cambiado algo?

Evidentemente, nada es igual setenta años después. Pero el discurso se mantiene. También hoy se habla de una "invasión demográfica de Cataluña", promovida por el Estado español, con "el objetivo de llenar Cataluña de extranjeros, que no tengan vínculos afectivos con el territorio, ni con la historia, ni con el legado cultural ni con la lengua endógena de este país". Esa literalidad pertenece al independentismo catalán de extrema derecha, llamado Alianza Catalana, pero también puede encontrarse el mismo sustrato en las declaraciones del partido de Puigdemont, ante el que el PSOE ha cedido las competencias de inmigración, cuando admiten que quieren reservarse el derecho a admitir o a expulsar a los inmigrantes que no se integren en la sociedad catalana.

Al decir que "la gente que venga ha de saber que está en una nación en la que se habla catalán" o que "tener las competencias de inmigración es esencial para construir la nación", están reproduciendo la misma retahíla de rechazo y repulsa de siempre contra el que viene de fuera.

Foto: Miles de catalanes se manifiestan para reclamar independencia y pacto fiscal. (EFE) Opinión
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En medio de ese festival racista, quienes intentan desmarcarse son los de Esquerra Republicana, pero no es fácil que lo consigan por las contradicciones que arrastran históricamente. El papel más difícil, en este sentido, lo tiene uno de los mejores políticos de esa formación, Gabriel Rufián, por su condición de descendiente de andaluces que emigraron a Cataluña.

Cuando Rufián, como hizo el otro día en el Congreso, se sube a la tribuna de oradores y dice que está orgulloso de ser "charnego e independentista", no sabe bien el hombre lo absurdo de su afirmación. Charnego independentista es una contradicción en sí misma, porque no se puede ser ambas cosas. Ya dijimos aquí alguna vez que existe un síndrome del charnego, igual que existe el síndrome de Estocolmo, que se aprecia claramente en la radicalidad catalanista e independentista de muchos catalanes de raíces andaluzas o de otras regiones. La fe de los conversos o el Tío Tom de los negros americanos.

Rufián puede llamarse converso, si quiere, pero ya no es charnego porque ha pasado a representar a aquellos que llamaban charnegos a sus padres y a sus abuelos cuando emigraron de Andalucía. Cuando busca a los herederos de los señoritos andaluces para culparlos de la emigración a la que se vieron forzados sus ancestros, que mire a su alrededor, porque los independentistas de hoy son quienes representan los privilegios y la exigencia de desigualdad entre los españoles, como ocurría en el franquismo. No hay más.

Los inmigrantes de hoy en Cataluña son los charnegos de ayer. Lo único que ha cambiado es la corrección política de la burguesía catalana para denominarlos, porque lo que no varía es la desconfianza racial, o racista, de aquellos que ven en la inmigración un peligro para las esencias catalanas. Son charnegos en Cataluña y maquetos en el País Vasco, y en esos dos adjetivos despectivos encontramos ya la verdadera esencia del nacionalismo y del independentismo de esas dos regiones en España.

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