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Rubén Amón

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Pedro Sánchez: siniestro total

La sangría gallega, el gatillazo de la amnistía, la precariedad parlamentaria, la rebeldía de Ábalos, el escándalo de la corrupción, el calendario electoral, la intolerancia de sus socios… definen una legislatura sin porvenir

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
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Presumía Sánchez ante Feijóo de los cuatro años que le restan de legislatura, como si fuera la Moncloa un búnker impenetrable, pero cuesta trabajo adherirse al optimismo del presidente. El pésimo resultado de Galicia y la sangría territorial del PSOE se añaden al bloqueo de la amnistía, a la rutina de la precariedad parlamentaria y a la repercusión de las fechorías que se derivan del caso Koldo en todas sus terminales nerviosas.

Se ha malogrado la pureza de Sánchez respecto a la corrupción. Restregársela al PP fue el atajo que le permitió evacuar a Rajoy, suscribiendo el consejo y la estrategia del mismo costalerto que ahora ha desplegado delante de Moncloa el campo de minas. No se explica la resurrección de Pedro Sánchez sin la fontanería de Ábalos como no se entiende sin Ábalos el laberinto de comisiones, mordidas y folclore torrentista que amenaza seriamente la salubridad del patrón monclovense.

Y no solo por las dimensiones que adquiera el escándalo en los ministerios que él mismo sufraga, sino por el grado de paciencia y de condescendencia que vayan a concederle los socios parlamentarios en el contexto de un escenario electoral hipersensible (comicios vascos, europeos, catalanes).

Sabemos que la segunda temporada de Frankenstein II no funciona por las afinidades políticas, sino por la cohesión que proporciona la aversión a la alternativa del PP y Vox. El régimen de necesidad extorsiona a Sánchez, predispone la aberración de la amnistía y le fuerza a desnutrir las siglas territoriales del PSOE, pero tiene sentido preguntarse si el PNV, ERC o Bildu van a consentir que se les propague la epidemia de la corrupción.

Foto: José Luis Ábalos en una rueda de prensa en el Congreso. (EP/Eduardo Parra) Opinión

El caso de Junts es más peligroso e incendiario porque está en juego la operación de inmunidad de su líder. Sánchez no se la puede garantizar. Menos aún después de haber trascendido esta semana que el Supremo va a investigarlo por haber incurrido en un posible delito de terrorismo.

Se le atraganta al líder socialista la vergüenza de la amnistía. Y difícilmente va a remediarla introduciendo la salvedad del terrorismo. La pondría en entredicho el TC igual que lo harían los tribunales comunitarios, de tal forma que Puigdemont recupera la plenitud de la extorsión parlamentaria.

Foto: Pedro Sánchez habla con Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE) Opinión
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Lo demostró con la decisión abstenerse en la reprobación contra Marlaska que llevó adelante el PP en el Parlamento el pasado jueves. Prosperó gracias a la neutralidad de Junts. Y no estaban solos los diputados indepes. También obtuvieron la adhesión de Podemos, cuya operación de reciclaje en el grupo mixto escenifica la vulnerabilidad aritmética de Sánchez.

Resulta estremecedor que el árbitro de la Cámara Baja sea Francina Armengol. Y que su posición bajo sospecha en las corruptelas de las mascarillas no le haga repensar o considerar la oportunidad de aparatarse, aunque sea por la relevancia institucional del cargo que ocupa. Y por el criterio de ejemplaridad que dio lugar al martirio de Ábalos.

Se le amontonan al presidente los fantasmas en el gallinero del hemiciclo. Empezando por los espolones de José Luis Ábalos. Y por la relevancia que ha adquirido el escaño del destierro. Puede resultar decisivo en las iniciativas de Sánchez y demostrativo de la capacidad de chantaje, más todavía si el aislamiento del exministro —y exsecratario de Organización en Ferraz— engendra una grieta de incertidumbre en la moral de los militantes.

El desastre de los comicios gallegos repercute en el liderazgo y la credibilidad del presidente

Ha roto Ábalos el principio de jerarquía. Se ha rebelado contra la autoridad del patrón. Y lo ha hecho cuando la marca del PSOE se resiente gravísimamente de los pactos que Sánchez necesita arbitrar para que no decaiga la bandera de la rosa y las espinas en la Moncloa.

El desastre de los comicios gallegos —premonitorio de cuanto pueda suceder en las vascas y en las europeas— repercute en el liderazgo y la credibilidad del presidente tanto como compromete la red política y clientelar que había permitido a Sánchez justificar sus mentiras y volantazos.

Foto: Quim Torra abraza a Betona Comín en una imagen de archivo. (EFE/Toni Albir)

La legislatura parece enferma y enfermiza. Y es verdad que Sánchez ha demostrado una capacidad de adaptación y de supervivencia impresionante, pero el inventario de contratiempos y de fatalidades asfixia su porvenir por mucho que Frankenstein siga respirando:

-El bloqueo de la amnistía.

-La causa terrorista abierta contra Puigdemont.

-La extrema debilidad parlamentaria.

-La hostilidad del grupo mixto.

-La corrupción de Koldo, Ábalos y sus derivadas. Incluida la distancia que puedan tomarse ERC, el PNV o Bildu. Y la posición insostenible de Francina Armengol.

-La catástrofe de los comicios gallegas.

-El calendario adverso de las elecciones vascas y europeas.

-La desnutrición territorial del PSOE.

-El desafío a la autoridad de Sánchez.

-La impaciencia de la militancia.

-Los favores que se hicieron a su mujer —y viceversa— en la trama del rescate de Air Europa.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y José Luis Ábalos, en una imagen de archivo. (EFE/Chema Moya) Opinión

Tiene sentido evocar la letra de un corrido mexicano que entremezcla la fatalidad y el sarcasmo: Lupita tuvo mala suerte, le pegaron diez balazos, pero uno solo le provocó la muerte. Y es cierto que hemos anunciado demasiadas veces la defunción política de Sánchez, pero el campo de minas que tiene delante requiere la audacia del mejor artificiero.

Presumía Sánchez ante Feijóo de los cuatro años que le restan de legislatura, como si fuera la Moncloa un búnker impenetrable, pero cuesta trabajo adherirse al optimismo del presidente. El pésimo resultado de Galicia y la sangría territorial del PSOE se añaden al bloqueo de la amnistía, a la rutina de la precariedad parlamentaria y a la repercusión de las fechorías que se derivan del caso Koldo en todas sus terminales nerviosas.

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