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Rubén Amón

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Bildu ya ha ganado las elecciones

El negacionismo de ETA no es un error de la campaña, sino un motivo más en el camino de la victoria que deja en evidencia el compadreo y el cinismo de Sánchez

Foto: Acto inicio de campaña de Bildu. (EFE/Adrián Ruiz Herrero)
Acto inicio de campaña de Bildu. (EFE/Adrián Ruiz Herrero)
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Pensábamos que Ochandiano era una marioneta de Otegi. Y que la juventud del muchacho iba a utilizarse como la clave de acceso generacional para enmascarar el movimiento ondulante de la serpiente. Pensábamos que la imagen de un cachorro con dientes de leche desvinculaba la “nueva” Bildu de a los viejos lobos. Pensábamos que el nacionalismo abertzale había concebido una campaña social y ambientalista, como si la jauría de Bildu pretendiera disfrazarse el atuendo de un partido socialdemócrata sueco.

Y nos equivocábamos. No es que Bildu renuncie a la memoria sanguinaria. Es que presume de ella. Ochandiano se ha convertido en el nuevo mulá del fanatismo posetarra. Por eso no puede considerarse un error estratégico la evocación del “grupo armado” ni la doctrina negacionista, sino una convicción política que aspira a funcionar como un estímulo electoral. No solo para garantizar la adhesión de los votantes que veneran los años de plomo -la base social que alimentó la ferocidad del terrorismo-, sino para convertir la mocedad de Ochandiano en el reclamo de los jóvenes votantes y en el artífice de una renovación que preserva la negación del terrorismo.

Bildu ya ha ganado las elecciones. Poco importa que sea la fuerza más votada -así lo auguran las encuestas- o que termine en segundo lugar. La verdadera relevancia se la concede la proeza haber aseado su imagen y su reputación sin necesidad de limpiar las manchas de sangre. Explicado de otra manera: el gran resultado al que aspira la criatura política de Bildu no solo se justifica “pese” al pasado sanguinario de ETA sino “por” la sacralización de los pistoleros y la tergiversación de la memoria.

Ochandiano habla por boca de Otegi desde la instrumentalización y desde las convicciones. Podrían haber aromatizado el uno y el otro la aguja del escorpión, pero la han enseñado con el orgullo de siempre.

Bildu ya ha ganado las elecciones. Poco importa que sea la fuerza más votada -así lo auguran las encuestas​- o que termine en segundo lugar

Se les puede agradecer a los chacales la sinceridad, la coherencia. Y se le debe reprochar a Pedro Sánchez el miserable cinismo en que ha incurrido estos últimos años para adecentar la reputación de un movimiento político abyecto que rinde homenajes cotidianos a los verdugos y que nunca ha renunciado a los objetivos maximalistas de la independencia.

Será más fácil conseguirlos desde la mayoría absolutísima que van a arrojar los resultados del domingo. Bildu y el PNV no necesitan aliarse en una fórmula de gobierno para hacer pesar el 75% de los escaños. Y para hermanarse en las mismas reivindicaciones separatistas que prosperan en Cataluña. Tanto les pone en común el sueño húmedo de la independencia como su capacidad de coacción al Gobierno de Pedro Sánchez.

Foto: El candidato del PNV a lehendakari, Imanol Pradales (2-i), junto al presidente del PNV, Andoni Ortuzar (2-d), y el lehendakari, Iñigo Urkullu. (EFE/Luis Tejido)

Avergüenza la sobreactuación con que los ministros del patriarca monclovense abjuran del monstruo que ellos mismos alimentan. Les obliga a hacerlo la coyuntura electoral, el oportunismo de las urnas, pero es una defachatez renegar de Otegi al tiempo que se le amamanta y acuna.

Sabemos que Sánchez pactará con Bildu si la estrategia conviene a sus planes de supervivencia. Ha sido él mismo el gran agente blanqueador de la basura soberanista, entre otras razones porque la viabilidad de la presente legislatura, igual que la anterior, no se explica sin el abrazo de Arnaldo Otegi y sin las concesiones que han reanimado la connivencia, empezando por la moción de censura que dio a Bildu la alcaldía de Pamplona.

El pendiente hortera de Arnaldo es muy parecido al que lleva puesto Ochandiano. Simboliza la continuidad de un linaje y de una alianza

El pendiente hortera de Arnaldo es muy parecido al que lleva puesto Ochandiano. Simboliza la continuidad de un linaje y de una alianza cuyas ambiciones tanto sintonizan con los nuevos votantes -el partido verde, progre, social- como confortan a los sufragistas veteranos a quienes acaso preocupaba que ETA pudiera considerarse un error. Ochandiano les ha trasladado el mensaje del trabajo bien hecho. La base social que amparó el terrorismo puede acudir a las urnas sabiendo que Bildu se responsabiliza de preservar la salud de la serpiente, aunque nadie mejor que Patxi López (“ya está bien de pasear el fantasma de ETA”) y Óscar Puente (“Bildu es un partido progresista y democrático”) han ejercido de amaestradores.

Impresiona la reconstrucción del relato del terrorismo y el pasmo de Sánchez. Se le ha permitido a Bildu intervenir con sus manazas en la redacción de la ley de memoria democrática. Y hemos terminado por convenir que la definición de ETA como un “grupo armado” lo identifica con unos cazadores de jabalíes o como los miembros de la guardia mora.

Pensábamos que Ochandiano era una marioneta de Otegi. Y que la juventud del muchacho iba a utilizarse como la clave de acceso generacional para enmascarar el movimiento ondulante de la serpiente. Pensábamos que la imagen de un cachorro con dientes de leche desvinculaba la “nueva” Bildu de a los viejos lobos. Pensábamos que el nacionalismo abertzale había concebido una campaña social y ambientalista, como si la jauría de Bildu pretendiera disfrazarse el atuendo de un partido socialdemócrata sueco.

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