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Viva México, cabrones, y muerte a los Borbones
La toma de posesión de Claudia Sheinbaum refleja el complot de la izquierda y del nacionalismo contra la institución monárquica, mientras Sánchez disfruta como árbitro de la crisis diplomática
Resulta entrañable que el BNG y Bildu hayan enviado un representante este martes para la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. También acuden al acontecimiento los validos de Sumar, Podemos y ERC, de tal manera que el objetivo del fervor de nacionalista y ultraizquierdista no consiste en izar a hombros a la presidenta de México, sino en llevar al cadalso a Felipe VI. La conspiración regicida formaliza el desplante improvisado con que López Obrador pretendía denunciar el yugo del imperialismo español, más o menos como si el Borbón fuera un monarca absolutista de ultramar. Y como si la presencia de Felipe VI en DF reanimara las pretensiones coloniales.
Quiere decirse que la crisis diplomática no pretende abrirse entre el Gobierno azteca y España, sino entre México y la monarquía española. Se trata de caricaturizar la figura de Felipe VI. Y de convertir las afinidades republicanas en una conspiración que ha excitado la pulsión magnicida de los aliados de Sánchez, amparados en el principio de deslealtad patriótica.
No se ha atrevido Yolanda Díaz a encabezar la delegación mexicana, pero tampoco se ha atrevido Sánchez a escarmentar el comportamiento desleal de sus socios parlamentarios. Y no solo porque sean los acreedores políticos del patriarca socialista, sino porque Pedro I simpatiza implícitamente en la estrategia de corrosión de la jefatura del Estado.
No le gustan a Sánchez los contrapoderes ni protege menos aún la reputación de las instituciones. Felipe VI ha logrado asear la suya. Ha resuelto la cuestión sucesoria con la figura providencial de Leonor. Y le ha devuelto a la monarquía el prestigio que había malogrado papá en su impunidad y omertà convenidas. De hecho, el complot mexicano que han urdido AMLO, la caspa soberanista y la izquierda menguante coincide con la reaparición del historial borbonero de Juan Carlos I. Que si las fotos de Bárbara Rey. Que si la amenaza de los audios por divulgarse. Que si el despilfarro de las arcas públicas para garantizar el silencio de la amante.
Se relamen con las noticias extemporáneas los cabecillas del republicanismo. Empezando por Gabriel Rufián, cuyas alusiones al himno libertario del grupo Molotov —"Viva México, cabrones"— riman premeditadamente con el eslogan de los Borbones a los tiburones.
Resulta bastante obscena y evidente la tramoya del complot hispano-mexicano. Y llama la atención que una presidenta responsable inaugure su tarea de Gobierno forzando una crisis diplomática cuya línea nuclear replantea el genocidio colonialista y humilla la corona española.
Uno y otro planteamiento forman parte de la idiosincrasia de la ultraizquierda española y del soberanismo periférico. Tanto idealizan la pureza del indigenismo como conspiran contra la Casa Real en su percepción anacrónica. Y se obstinan en demostrar que Felipe VI representa el feudalismo absolutista. "Porque no lo ha votado nadie".
Hace bien Sánchez en denunciar el despecho de México. Acierta cuando recuerda a los compadres trasatlánticos que España elige a su representante diplomático. Y le asiste la razón cuando remarca que la jefatura del Estado la desempeña institucionalmente Felipe VI, más aún cuando se trata de representar la política exterior de la nación.
El problema es la mansedumbre con que Sánchez reacciona —o no reacciona— a la pulsión regicida de sus compañeros de legislatura. Ni ha corregido las andanadas contra Felipe VI ni discrepa de algunas proclamas antiborbónicas. Al Rey debe preocuparle que el presidente del Gobierno se haya convertido en su defensor. No ya porque a Sánchez le incomoda la competencia en la jaula de los machos alfa, sino porque recela de las instituciones, hasta el extremo de haber conseguido socavarlas casi todas con la aplicación de un modelo absolutista: el Estado soy yo.
Resulta entrañable que el BNG y Bildu hayan enviado un representante este martes para la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. También acuden al acontecimiento los validos de Sumar, Podemos y ERC, de tal manera que el objetivo del fervor de nacionalista y ultraizquierdista no consiste en izar a hombros a la presidenta de México, sino en llevar al cadalso a Felipe VI. La conspiración regicida formaliza el desplante improvisado con que López Obrador pretendía denunciar el yugo del imperialismo español, más o menos como si el Borbón fuera un monarca absolutista de ultramar. Y como si la presencia de Felipe VI en DF reanimara las pretensiones coloniales.
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