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Puigdemont ha secuestrado a Sánchez (y no va a soltarlo)
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Rubén Amón

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Puigdemont ha secuestrado a Sánchez (y no va a soltarlo)

El president lleva hasta el extremo la extorsión y fomenta un colapso político y legislativo que va camino de cronificarse

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Manuel Bruque)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Manuel Bruque)
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Debe resultarle frustrante y humillante a Sánchez la situación de secuestro en manos de Puigdemont. El mesías soberanista lo trata como a un títere, instrumenta su narcisismo y le recuerda sistemáticamente las condiciones del pacto demoniaco que inauguró la legislatura. Hace sonar Puigdemont el sonajero del chantaje, como si fuera una serpiente cascabel.

Y pretende fingir Sánchez las evidencias de la extorsión, tratando de atribuir al PP el colapso de la legislatura, presentando a Feijóo como la bestia negra de los pensionistas. La acrobacia política requiere un ejercicio extremo de credulidad, aunque los rapsodas mediáticos del sanchismo se han propuesto inculcar el mensaje del dolor social como atajo del encubrimiento.

Encubrimiento quiere decir que el PSOE ha pretendido recetar una olla podrida que alojaba la revalorización de las pensiones y que ocultaba el paquete de concesiones a los colegas de legislatura. Volvía a utilizarse el recurso del decretazo masivo. Y se empleaba el procedimiento omnibus para confundir la miel y la hiel al antojo de la oportunidad.

Ya proclamó Miriam Nogueras en el Congreso que Sánchez es un trilero. Lo demuestra la maniobra disuasoria que implica trasplantar en los cuarteles de Feijóo la responsabilidad que corresponde a Puigdemont. Sánchez dirige a la mejilla del líder opositor el golpe que merece el compadre soberanista.

Foto: Sánchez, en una imagen de archivo. (EFE/Jero Morales)

El destino inmediato de la nación permanece en las manos de un delincuente. Y disfruta Carles de la cronificación del desencuentro, hasta el extremo de haber convertido la parálisis legislativa en la gran victoria del nacionalismo, socavando el templo de la democracia española.

El president exiliado y el líder socialista no van a atreverse a romper el acuerdo porque les beneficia más que les perjudica y porque temen por igual el escarmiento de las urnas, pero las contradicciones políticas e ideológicas de esta relación enfermiza malogra cualquier margen de optimismo. Sánchez ha encontrado en Puigdemont su antagonismo perfecto. Porque juega, como él, con las cartas marcadas. Y porque ejerce la piratería con igual desparpajo y sentido de la provocación.

Foto: Jordi Turull y Miriam Nogueras, tras una reunión en Madrid con Santos Cerdán (PSOE), en enero del año pasado. (EFE/ Fernando Villar)

No hay solución ni puede haberla, entre otras razones, porque las condiciones de Puigdemont para oxigenar la legislatura resultan imposibles de satisfacer. Sánchez no puede convertir el catalán en lengua oficial de la UE. No puede conceder a Cataluña la política migratoria. No puede impedir que el delito de malversación haya sido excluido de la amnistía.

Es verdad que el patrón de la Moncloa le garantizó los tres privilegios para ganar tiempo y ungir la investidura, pero las limitaciones del Ejecutivo en ámbitos que lo trascienden y que lo superan deriva la relación bilateral a la dinámica de los amagos, las bravuconadas y los episodios degradantes.

El más elocuente de todos consiste en las reuniones herméticas de Ginebra. Sánchez revalida el marco del exilio para negociar con un prófugo, maltrata las siglas del PSOE y humilla la dignidad misma de la nación. No tiene inconveniente Santos Cerdán en representar a los socialistas entre las paredes de un hotel extracomunitario, pero la delegación socialista se resiste a negociar con los populares en el despacho de Génova o en un salón del Congreso, como si fuera Núñez Feijóo la cuna del mal y como si el PP tuviera que remediar con sentido de Estado las fugas de agua que han puesto en situación de naufragio la coalición gubernamental.

Cuesta trabajo creer que pueda prolongarse el colapso hasta 2027, pero más aún que se materialice la moción de censura

Cuesta trabajo creer que pueda prolongarse el colapso hasta 2027, pero más aún resulta inverosímil que se materialice la fantasía de la moción de censura. Y no hace otra cosa Gabriel Rufián que describirla y anunciarla, más o menos como si los acuerdos del PP y Junts estuvieran predisponiendo el derrocamiento de Pedro Sánchez. Y como si estuviera urdiéndose la gran conspiración de las derechas y las ultraderechas, incluida la confluencia de intereses de Santiago Abascal y Puigdemont.

La política española ha demostrado toda clase de excentricidades, pero no ha habido anomalía más desgraciada de la que representa el hecho de decidirse el rumbo del Estado en una cueva de Ginebra.

Debe resultarle frustrante y humillante a Sánchez la situación de secuestro en manos de Puigdemont. El mesías soberanista lo trata como a un títere, instrumenta su narcisismo y le recuerda sistemáticamente las condiciones del pacto demoniaco que inauguró la legislatura. Hace sonar Puigdemont el sonajero del chantaje, como si fuera una serpiente cascabel.

Carles Puigdemont Pedro Sánchez
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