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El PSOE y la última victoria del franquismo en Euskadi y Cataluña
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José Antonio Zarzalejos

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El PSOE y la última victoria del franquismo en Euskadi y Cataluña

El certificado 'progresista' a los nacionalismos vasco y catalán, que se someten a sus respectivos electorados de inmediato, es una de las operaciones más estúpidas y falaces de las que haya desplegado la izquierda española

Foto: El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, en un acto en Vitoria por las elecciones vascas. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, en un acto en Vitoria por las elecciones vascas. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
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"La victoria más perdurable del franquismo consistió en persuadir a la izquierda de que todo lo que huela a español es facha (incluidos Cervantes y Velázquez) y todo lo que huele a lo contrario es progresista (incluidos el nacionalismo y la ultraderecha, siempre que no sean españoles)". Este párrafo cierra el certero análisis de Javier Cercas (EPS del pasado domingo) en el que el autor denuncia “el malentendido de las dos ultraderechas”. El partido que encabeza Carles Puigdemont es adjetivado por el autor de “reaccionario, supremacista, xenófobo, ultraliberal y de un nacionalismo extremo”, de modo que lo que hace Sánchez es algo improbable porque es “imposible frenar a la ultraderecha con la ultraderecha”.

Como escribe Javier Cercas, es "imposible frenar a la ultraderecha con la ultraderecha", una falacia de Pedro Sánchez

No es que lo que escribe Javier Cercas sea excesivamente novedoso. Lo es que lo haga él -desde muchos puntos de vista el analista más sagaz de la izquierda auténtica-y que exponga con tanta claridad y sencillez la impostura en la que se basa la mayoría “progresista” que invistió a Pedro Sánchez. Otra de parecido tamaño es la que representa el emboscado PNV. Es, igualmente, un partido reaccionario porque se reconoce en unos orígenes fundacionales, étnicos y excluyentes, que debieran ser proscritos desde la más mínima sensibilidad democrática.

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, José Luis de la Granja, confirmaba en la entrevista del pasado sábado en este periódico algo ya conocido pero eludido por la izquierda: los nacionalistas, además de erigir una estatua a Sabino Arana en 2003, le homenajean públicamente tres veces al año. Nadie se lleva las manos a la cabeza ante el gesto reiterado y desafiante de que en pleno siglo XXI un racista de las hechuras de Arana reciba tal reconocimiento. Incluso Bildu mantiene un respeto reverencial a la figura del fundador del nacionalismo vasco. Es lógico: como bien recordaba el historiador, ETA (según el candidato de Bildu, fue bien “un ciclo político” bien un “grupo armado”) nació, no contra el franquismo, sino contra España, así que su proximidad a las tesis sabinianas forma parte de su identidad.

Por su parte, el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos, Rogelio Alonso, acaba de publicar un ensayo titulado “Bildu y la legitimación del terrorismo nacionalista: causas y consecuencias” en el que sostiene rotundamente que “la legalización, legitimación y homologación democrática de Bildu, todas ellas fraudulentas y antidemocráticas, evidencian la renuncia de muchos políticos y ciudadanos a librar la decisiva batalla de las ideas políticas contra el terrorismo nacionalista. Como consecuencia de ello, hoy el nacionalismo ejerce su hegemonía en el País Vasco sin condenar ni abandonar la “ideología de deslegitimación” con la que ETA asesinó y coaccionó”. Y así es. Pero Bildu forma parte del nuevo establishment que comanda el secretario general del PSOE.

Nueve de los 75 candidatos de Bildu han cumplido condena o han sido detenidos por pertenencia, colaboración o desórdenes públicos

La inmoralidad táctica de la política española consiste, precisamente, en que tanto Junts como el PNV – sometidos de inmediato a sus respectivos electorados- han recibido el certificado ‘progresista’ en una de las operaciones más estúpidas y falaces de las que haya desplegado la izquierda española, si es que tal descripción semántica se corresponde con la realidad, es decir, en el supuesto de que exista la izquierda y, de existir, que pueda adjetivarse de española. Esa es la razón, su naturaleza reaccionaria, por la que los nacionalistas vascos y los secesionistas catalanes se comportan de forma tan volátil con Sánchez y el PSOE. Como acreditan sus antecedentes, les traicionarán. Y se merecerán que lo hagan.

La cuestión es cómo está siendo posible que los electorados vasco y catalán compren la mercancía de esos nacionalismos regresivos. La repuesta tampoco es demasiado complicada: la llamada Memoria Democrática ha sido la narrativa que ha envuelto en una bruma densa los rasgos de estos ultranacionalismos que se camuflan en la falsedad de Pedro Sánchez que les incluyó como por ensalmo en el “somos más” del 23 de julio del año pasado. La respetabilidad del 'abertzalismo' radical ha sido una concesión de Sánchez, aunque el tan joven, y ya tan cínico candidato del PSE el 21-A, esgrima el ‘voto del miedo’ a la coalición de Otegui recordando su pasado de complicidad con ETA. Hace falta tener cuajo, desfachatez, para dar estos titulares: “Bildu y el PNV acabarán por confluir en su objetivo común de la independencia” (El País del pasado martes) y “Bildu fue parte activa de tanto dolor y no puede salirle gratis” (El Correo del día 16 de abril). Pura información: 9 de los 75 candidatos de Bildu -el 12%- han cumplido condena o han sido detenidos por pertenencia, colaboración o desórdenes públicos. Al menos cinco serán elegidos parlamentarios el domingo. Así son los socios de Sánchez y, quiéralo o no, los del secretario general del PSE.

Casi el mismo cuajo de Eneko Andueza es el de una parte del empresariado catalán -en buena medida, también responsable por omisión de lo que ocurrió en el proceso soberanista- cuyo máximo representante, el presidente de la patronal Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, se retrató ufano y sonriente con el prófugo Puigdemont en Perpiñán el pasado lunes. Es pasmoso, y un tanto repelente, el olvido de los gestores empresariales catalanes: fueron Puigdemont y la irresponsabilidad independentista los que han llevado a Cataluña a la actual situación y lo que impulsó la, al parecer, irreversible fuga de sedes mercantiles a otras comunidades autónomas.

Sanchez y el PSOE están haciendo lo contrario de lo que hizo el PCE y González en la transición, en vez de perdón recíproco, venganza y un muro

Así se entienden los tumbos presidenciales: su obscena visita a los forenses que exhuman víctimas en el otrora Valle de los Caídos para excitar la reverberación del franquismo; su silencio humillado ante las descalificaciones y desafíos que lanzan los dirigentes nacionalistas y hasta la repuesta imperdonable que el presidente del Gobierno espetó al líder de los populares europeos, Manfred Weber, en el Parlamento de Bruselas y Estrasburgo (diciembre de 2023), resucitando, para contraatacarle, el nazismo en Alemania. La falta de escrúpulos de Sánchez, por encima de otra consideración, reside en la carga confrontativa permanente de su discurso, con el excipiente buenista del más auténtico Zapatero.

El secretario general del PSOE profiere machadas de envergadura, pero siempre en un tono de falso comedimiento, con un gesto mohíno y con apelación al diálogo y la concordia, lo que agudizan la impostura por la hipocresía que denotan. Es la estrategia del muro, descrita en el discurso de investidura y férreamente aplicada. Y en lado correcto de la empalizada, los nacionalismos retardatarios. Todo ello trabado con la memoria del franquismo y la proscripción de cualquier otra, sea la de los delitos de sus socios republicanos y junteros en 2017, sea la de ETA y sus 853 asesinatos todavía no condenados por los presuntos ganadores de las elecciones del próximo domingo en el País Vasco y socios de Sánchez y de su partido.

La victoria del franquismo consiste en la destrucción del actual sistema constitucional a manos de los que se dijeron sus adversarios

Sánchez y el PSOE, al abrazar sin condiciones lo que representan los nacionalismos desaforados en Cataluña y el País Vasco, se comportan al contrario de cómo lo hizo la izquierda del PCE y de González y Guerra en el pacto de la transición. Están regresando -lo intentan- a una especie de subrepticio Pacto de San Sebastián (1930) que sentenció la Restauración y trajo la II República, tan decepcionante y fallida.

La victoria del franquismo, propiciada por sus adversarios, y a la que se refería Javier Cercas, consiste en la destrucción del actual sistema constitucional con el concurso de las fuerzas reaccionarias nacionalistas y secesionistas acreditadas como ‘progresistas’ para la ocasión. Entonces hubo un pacto de perdón. Ahora el pacto es el contrario: de venganza y de impunidad. Y en ese propósito valen los ultras vascos (también para los que ETA fue “un grupo armado”) y catalanes. Pasos y más pasos en el propósito destituyente que es el que persigue esta falsa izquierda española.

"La victoria más perdurable del franquismo consistió en persuadir a la izquierda de que todo lo que huela a español es facha (incluidos Cervantes y Velázquez) y todo lo que huele a lo contrario es progresista (incluidos el nacionalismo y la ultraderecha, siempre que no sean españoles)". Este párrafo cierra el certero análisis de Javier Cercas (EPS del pasado domingo) en el que el autor denuncia “el malentendido de las dos ultraderechas”. El partido que encabeza Carles Puigdemont es adjetivado por el autor de “reaccionario, supremacista, xenófobo, ultraliberal y de un nacionalismo extremo”, de modo que lo que hace Sánchez es algo improbable porque es “imposible frenar a la ultraderecha con la ultraderecha”.

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