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El Rey no se "empeña" ("A pastar fang")
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José Antonio Zarzalejos

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El Rey no se "empeña" ("A pastar fang")

Atribuir al Rey un 'empeño' contra el criterio del Gobierno es una gravísima, injusta e insensata acusación contra don Felipe y el jefe de su Casa. El error fue la presencia de Sánchez y de Mazón

Foto: El rey Felipe habla con vecinos indignados, durante su visita a Paiporta. (EFE/Ana Escobar)
El rey Felipe habla con vecinos indignados, durante su visita a Paiporta. (EFE/Ana Escobar)
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"El Gobierno sostuvo ayer que la visita fallida a Valencia […] fue un empeño de Felipe VI". Así rezaba la información en El País. Cito a este periódico del que soy lector desde su primer número en 1976, y lo seguiré siendo, porque dada su significación en la izquierda, es muy relevante, tanto como falso, atribuir sin contrastarlo, la visita de don Felipe a Paiporta a su simple voluntad que, por la utilización del verbo ‘empeñar’, sugiere contumacia o tozudez en el monarca, según la sexta acepción del significado de este verbo.

Que un diario como El País compre acríticamente la mercancía averiada de la Moncloa y trate de descargar la responsabilidad de lo que ocurrió el domingo en la zona cero de la DANA sobre el Rey y su Casa, es un síntoma inquietante de la bandería sectaria que ha puesto en marcha Pedro Sánchez. Y para profesionales que hemos transitado en nuestro oficio con atención a la capacidad de referencia del diario El País, incluso en la discrepancia, resulta descorazonador. Pero, según se observa, la estrategia del enfrentamiento ha atrapado hasta instancias que, en su momento, fueron rigurosas y analíticas con el ejercicio desviado del poder político, cualquiera que fuese su color ideológico.

El Rey, por mandato constitucional, no puede ‘empeñarse’ en nada, y nunca lo ha hecho, porque es el titular de una monarquía parlamentaria cuyos actos están sometidos al refrendo expreso o tácito del presidente del Gobierno, de los ministros y, en su caso, de la presidencia de las Cortes Generales. El Rey cumple con su obligación al expresar con sus palabras, con sus gestos y con sus presencias, el mandato constitucional de simbolizar la ‘unidad y permanencia’ del Estado y tal obligación es exigible particularmente cuando se produce una tragedia de dimensión nacional como la que acontece en Valencia.

La visita de los Reyes no se hubiera producido sin el refrendo, tácito o expreso, del presidente

La visita de los Reyes no se hubiese producido sin la avenencia (el refrendo no normativo) del presidente del Gobierno. El mismo que vetó su presencia en la Escuela Judicial en Barcelona en septiembre de 2020 para presidir la entrega de los despachos a los nuevos jueces y evitar así que sus socios secesionistas de Cataluña se sintiesen ‘molestos’ por la presencia de don Felipe. En su momento, José María Aznar negó a don Juan Carlos el refrendo para su desplazamiento a las costas gallegas en el episodio inicial del Prestige. No lo consideró oportuno y el Rey asumió la decisión del presidente.

El refrendo a los actos del Rey previsto en el artículo 64 de la Constitución, siguiendo la teoría general sobre este instituto elaborada por el expresidente del Tribunal Constitucional, Pedro González Trevijano, cumple varias funciones: es una formalidad certificante, es un compromiso de realizar el mandato del monarca, es también una limitación formal a su voluntad e instrumento de la responsabilidad ministerial y es una herramienta de coordinación y coherencia en el ejercicio de las funciones gubernamentales y en la relación con la jefatura del Estado.

Por lo tanto, atribuir al Rey un ‘empeño’ contra el criterio del Gobierno es una gravísima, injusta e insensata acusación contra don Felipe y el jefe de su Casa que carecería de importancia si la especie no saliese de la Moncloa y, además, no fuese publicada por un medio como el diario El País sin contextualizar semejante criterio defensivo gubernamental en el marco jurídico y político en el que el Rey se desenvuelve con escrupulosidad constitucional. La Zarzuela ayer guardó silencio porque es lo que le corresponde. La Corona no entra, y no debe hacerlo, en polémica alguna, aunque le procure indefensión. Sería un desastre político (¿lo quieren en la Moncloa?) una controversia irresponsable entre la presidencia del Gobierno y la jefatura del Estado.

Es precisamente este Gobierno el que ha desatendido sus obligaciones para con el jefe del Estado, una situación reiterada que se ha manejado por la Casa con una loable y obligada discreción. El Rey ha viajado sin ministro de jornada a muy delicados escenarios internacionales -el más llamativo, a las repúblicas bálticas -, ha estado presente en Cataluña afrontando los desplantes de las autoridades de la Generalitat (por eso Salvador Illa se está distinguiendo por el regreso a la institucionalidad), del Ayuntamiento de Barcelona y de otras instancias públicas.

La Casa del Rey no polemizará con la Moncloa por más que quede indefensa y pese a la irresponsabilidad de la presidencia del Gobierno

La adversidad no ha disuadido a don Felipe de cumplir con su misión representativa, pese a la falta de asistencia del Gobierno, que ha permitido a sus socios en el Congreso todo tipo de insultos y vejaciones al monarca procedentes también del partido coaligado con el PSOE. De manera que volcar sobre la Zarzuela la responsabilidad de lo que ocurrió en Paiporta es, de nuevo, la muestra de la ínfima calidad ética del presidente del Gobierno, posible, entre otras razones, porque dispone de un auditorio inmediato dispuesto a digerir cualquiera de sus proverbiales mendacidades. El gran error de los sucesos del domingo fue la presencia, esa sí inoportuna, de Pedro Sánchez y de Carlos Mazón.

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Ayer, el diario gerundense Punt Avui, uña y carne de Puigdemont y los suyos, abría su edición con una foto del Rey en Paiporta rodeado de una multitud. El titular era este: “A pastar fang”. O sea, entre las albricias de los enemigos de la Constitución y del Estado, la Moncloa muestra su indigencia en todos los órdenes, trasfiriendo al Rey y su Casa su íntegra responsabilidad en los acontecimientos del pasado domingo.

Que esa tesis la difundan los que disfrutan con las arremetidas a la monarquía, a nadie puede sorprender. Pero que otros medios, legítimamente discrepantes incluso con la institución de la Corona, arrojen sobre ella la responsabilidad del Gobierno, resulta un dislate que explica la postración de la vida pública nacional. Por fortuna, la dignidad del Rey y el comportamiento extraordinario de la Reina son la garantía de que el Estado constitucional y democrático de derecho dispone en la Zarzuela de una permanente referencia.

"El Gobierno sostuvo ayer que la visita fallida a Valencia […] fue un empeño de Felipe VI". Así rezaba la información en El País. Cito a este periódico del que soy lector desde su primer número en 1976, y lo seguiré siendo, porque dada su significación en la izquierda, es muy relevante, tanto como falso, atribuir sin contrastarlo, la visita de don Felipe a Paiporta a su simple voluntad que, por la utilización del verbo ‘empeñar’, sugiere contumacia o tozudez en el monarca, según la sexta acepción del significado de este verbo.

Rey Felipe VI DANA
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