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'Franco no fue tan malo como dicen'
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José Antonio Zarzalejos

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'Franco no fue tan malo como dicen'

Lo que de verdad acojona a esa izquierda (anti) franquista es que ha perdido a las generaciones jóvenes, al electorado femenino y que su progresismo populista, corrupción mediante, se ha estrellado contra el muro de Sánchez

Foto: El Valle del Cuelgamuros, concebido por Francisco Franco para conmemorar su victoria militar en la Guerra Civil. (Reuters/Archivo/Violeta Santos Moura)
El Valle del Cuelgamuros, concebido por Francisco Franco para conmemorar su victoria militar en la Guerra Civil. (Reuters/Archivo/Violeta Santos Moura)
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La gran atracción de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO) en su edición de 2020 fue la reproducción de una imagen del dictador dibujada con rotulador sobre un material acrílico bajo la leyenda "Franco no fue tan malo como dicen". La obra, que se vendió al precio de 15.000 euros, se expuso en una galería sueco-finesa (Forsblom) y su autor, finlandés residente en España, Rikko Sakkinen, declaró (El País, 26 de febrero de 2020) que su cuadro estaba "más cerca de una columna de opinión que a un poema", aclarando que "si Santiago Abascal lo compra, me habré equivocado".

La intención irónica de Sakkinen fue nítida, y también su capacidad para atrapar el momentum español. Al ser preguntado por qué no adoptaba la nacionalidad española pudiendo hacerlo, respondió que no estaba dispuesto a jurar una Constitución monárquica. "Lo haré cuando haya una república". Su obra –un Franco objeto de ironía– y su aspiración –una España republicana–, sintetizaban en una muestra cultural internacional la trama política subterránea de nuestro país al terminar la segunda década del nuevo siglo: por Franco a la III República.

Unos años antes, el 13 de octubre de 2017, Antonio Muñoz Molina escribió un memorable artículo en el diario El País titulado En Francoland en el que relataba un episodio perfectamente referencial. Decía: "Una parte grande de la opinión cultivada, en Europa y América, y más aún de las élites universitarias y periodísticas, prefiere mantener una visión sombría de España, un apego perezoso a los peores estereotipos, en especial el de la herencia de la dictadura, o el de la propensión taurina a la guerra civil y al derramamiento de sangre (…)". Y añadía: "la otra noche en Heidelberg, la víspera del ya célebre 1 de octubre (…) tuve que repetir mi explicación con una vehemencia que me hizo sobreponerme al desánimo. Una profesora alemana me dijo que, según le acababa de comentar alguien de Cataluña, España era todavía Francoland. Le pregunté, tan educadamente como pude, qué sentiría ella si alguien decía en su presencia que Alemania es todavía Hitlerland." Muñoz Molina concluía: "Si, según su informante catalana, seguíamos en la tierra de Franco, ¿cómo era posible que Cataluña dispusiera de un sistema educativo propio, un Parlamento, una fuerza de policía, una radio y una televisión públicas, un instituto internacional para difusión y la lengua catalanas?".

Entre este artículo del escritor jiennense y la edición de ARCO que exponía una imagen de El Caudillo bajo la leyenda de ‘Franco no fue tan malo como dicen’ transcurrieron apenas tres años: de 2017 a 2020. Pero en 2018, el 1 de junio, Pedro Sánchez, llegó a la presidencia del Gobierno apoyado por la extrema izquierda y los secesionistas y se puso en marcha toda la energía (anti) franquista acumulada durante el zapaterismo, si bien con una potencia corregida y aumentada. De tal manera que la ironía de Rikko Sakkinen (‘Franco no fue tan malo como dicen’) se transformaba en una verdad cegadora para la izquierda revisionista. Franco se ha convertido en el comodín para colgar del perchero de su recuerdo todas las insuficiencias, frustraciones y movilizaciones que determinada izquierda y sus compañías separatistas precisan para asentar el modelo de negocio del populismo sanchista que es el del enfrentamiento y la polarización.

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Los pasos del (anti) franquismo de Sánchez et alii se han sucedido conforme a una planificación muy calculada: la exhumación del cadáver de los restos mortales del dictador el 24 de octubre de 2019 fue el ‘espectáculo’ televisado previo a las elecciones que se celebraron el 10 de noviembre; en 2022 se renovó y amplió (con la participación activa de Bildu, que extendió los efectos de la norma hasta 1983) la ley de memoria histórica de 2007, denominándola ‘democrática’; se ha resignificado el Valle de los Caídos (Cuelgamuros) de acuerdo con la jerarquía de la Iglesia, y se ha presentado un proyecto que reconvierte aquel paraje en un pastiche entre confesional y laico, entre azul y rojo. Y por fin, y a la espera de que sea ilegalizada la Fundación Francisco Franco cuyas actividades son ignotas, culminan estos días los España en libertad 50 años que en la mejor tradición del (anti) franquismo de Sánchez trata de situar el principio de la libertad el 20 de noviembre de 1975 en vez del 6 de diciembre de 1978, fecha del refrendo popular a la Constitución.

Mientras tanto, una parte del llamado ‘mundo de la cultura’ ha explotado el (anti) franquismo con literatura ‘ad hoc’, con una producción cinematográfica (buena, mala y regular) sobre la Guerra Civil y el régimen del dictador y ha manejado el (anti) franquismo como una forma de identificación ideológica revisionista del sistema constitucional. Como no parece funcionar el relato de confrontación abierta con un pasado demasiado remoto (medio siglo), procede otra manera de impugnación. Que es la que aquí explicó a Paula Corroto el cineasta Manuel Gómez Pereira: "Hay que hacer sátira de Franco porque hay encuestas que acojonan". Lo que de verdad acojona a esa izquierda (anti) franquista es algo muy diferente: que ha perdido a las generaciones jóvenes, que está perdiendo al electorado femenino y que se ha transformado en un progresismo populista que, corrupción mediante, se ha estrellado contra el muro de Sánchez. Siniestro total.

La edad media es de 44,7 años y el dictador murió hace 50. Salvar ese abismo temporal no es tan fácil como suponían ni Zapatero ni Sánchez

Efectivamente: ‘Franco no es tan malo como dicen’. Y no lo es porque el antifranquismo es el más funcional de los franquismos para la izquierda y el secesionismo, porque suponen que les sirve para movilizar a sus decepcionados electores. Ocurre, sin embargo, que la edad media de los españoles es de 44,7 años y el dictador murió (eso, sí, matando) hace 50. Salvar ese abismo temporal no es tan fácil como suponían ni Zapatero ni Sánchez.

Aludía el galardonado periodista y escritor Paco Cerdá en el pódcast Punto Ciego que se publicó aquí el pasado lunes a una expresión de García Lorca: "Hay que intentar recordar hacia el mañana", pero advirtiendo de que "el mandato de olvidar [acuñado en la Transición] se ha trocado en el mandato de recordar" y de que las políticas de memoria "pueden ser políticas de impotencia". En definitiva, y como escribió Javier Cercas el pasado domingo, "la verdad: no sé qué demonios celebramos".

La gran atracción de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO) en su edición de 2020 fue la reproducción de una imagen del dictador dibujada con rotulador sobre un material acrílico bajo la leyenda "Franco no fue tan malo como dicen". La obra, que se vendió al precio de 15.000 euros, se expuso en una galería sueco-finesa (Forsblom) y su autor, finlandés residente en España, Rikko Sakkinen, declaró (El País, 26 de febrero de 2020) que su cuadro estaba "más cerca de una columna de opinión que a un poema", aclarando que "si Santiago Abascal lo compra, me habré equivocado".

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