¿España en quiebra?

Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, tiene cabal sentido del puesto representativo que ocupa y como tal se conduce, esto es, describe las cosas como son, aunque no utilice palabras gruesas a los efectos de no incendiar innecesariamente el edificio.

Pero se le entiende todo. Hace unos días, durante una conferencia en la VII Edición del Curso de Verano 'Prensa y Poder', el presidente de la patronal, recordó que España debe el 98% de su PIB y que la suma de su deuda pública supera de largo el billón de euros. Y lo que es más grave: "…continúa aumentando día tras día".

Dicho y escrito en román paladino: si España fuera una empresa estaría en quiebra… Frente a esta realidad perfectamente descriptible, ¿qué se alza? Un inexistente gobierno que lejos de atajar la gangrena continúa engordando la bola, ajeno por completo a las necesidades del pueblo del que vive y a los intereses generales de la Nación. Luego vendrían otras macro magnitudes harto preocupantes. La más de ella, sin duda, el enorme agujero de la Seguridad Social que todo el mundo denuncia pero que nadie se atreve a proponer algo para taponar una hemorragia de proporciones gigantescas.

España debe el 98% de su PIB y la suma de su deuda púbica supera de largo el billón de euros

Bastaría que la nueva jefa del Banco Central Europeo subiera los tipos de interés para que la posición del Estado se tambalease de nuevo y aparecieran los hocicos de la bestia en una crisis similar o parecida a la sufrida en el 2011 y posteriores. Los intereses de la deuda suman ya muchos miles de millones de euros…Las cinco administraciones que pagamos y padecemos siguen consumiendo recursos con una voracidad intolerable. Bastaría que el precio del petróleo vuelva a subir para colocar su factura en impagable.

Bastaría también que el turismo se gripe, como denuncian sus principales agentes, para que la balanza de pagos críe telarañas. El resto de los grandes problemas –unidad nacional y de mercado– siguen ahí, enteritos, intocables, frescos, mientras los políticos hacen enrojecer de vergüenza a los representados.

¿Sigo?