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Volantazo de JxCAT a la derecha
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Volantazo de JxCAT a la derecha

El dúo que conforman Laura Borràs y Jordi Turull al frente de JxCAT abandona la narrativa precedente —"un partido de izquierdas"— para volver a las esencias programáticas del pujolismo y del masismo en lo económico

Foto: Josep Rull, nuevo presidente del consell nacional de JxCAT (i); la presidenta del partido, Laura Borràs, y el secretario general, Jordi Turull. (EFE/Toni Albir)
Josep Rull, nuevo presidente del consell nacional de JxCAT (i); la presidenta del partido, Laura Borràs, y el secretario general, Jordi Turull. (EFE/Toni Albir)
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JxCAT formalizó este fin de semana un volantazo político a la derecha, abrazando las tesis de Isabel Díaz Ayuso en materia impositiva. Si hasta ahora la presidenta madrileña era detestable para todo el independentismo, ahora resulta que su mirada sobre los impuestos autonómicos es también deseable para el bienestar de los catalanes. Superada la etapa del tándem Carles Puigdemont-Jordi Sànchez, el dúo que conforman Laura Borràs y Jordi Turull al frente de JxCAT abandona la narrativa precedente —“un partido de izquierdas” (en palabras del ex secretario general Jordi Sànchez)— para volver a las esencias programáticas del pujolismo y del masismo en lo económico: eliminar los impuestos de sucesiones y donaciones, estudiar también la viabilidad de hacer lo propio con el de patrimonio y rebajar el tipo máximo del tramo autonómico del IRPF en cinco puntos hasta situarlo en el 45%. Vueltas que da la vida. Madrid ya no es la comunidad que reprobar, sino la que enseña el camino a seguir al partido fundado por Carles Puigdemont. Cosas veredes, amigo Sancho.

Este giro a la derecha es lo más sustancial de la segunda parte del congreso de JxCAT, la primera fue en junio y sirvió para escoger liderazgos. Anticipa una clara voluntad programática de recuperar iniciativas e ideas que se marcharon a la papelera de la historia junto a Artur Mas cuando este decidió situar la CUP en el centro del tablero catalán escorando todo el arco parlamentario hacia la izquierda. Desde entonces, el espacio tradicional convergente dejó de estar articulado políticamente a través de un programa coherente para pasar a ser simplemente una amalgama de personas movidas únicamente por la idea de la independencia. Y en esa amalgama podían convivir —y aún lo hacen— personas provenientes de la extrema izquierda junto a otras extremadamente conservadoras, a condición de que estas últimas cerrasen el pico. La ponencia programática aprobada pone fin a este periodo. JxCAT quiere rearmarse políticamente como el partido del centro derecha independentista. La prácticamente sellada candidatura de Xavier Trías a la alcaldía de Barcelona —aunque no podrá darse por cierta hasta después del verano— o el permanente runrún sobre una hipotética candidatura del consejero de Economía, Jaume Giró, a la presidencia de la Generalitat en el futuro forman parte de este mismo guion.

Madrid ya no es la comunidad que reprobar, sino la que enseña el camino a seguir al partido fundado por Carles Puigdemont

Pasaron más cosas en el congreso del fin de semana. Aunque todas ellas más previsibles. La primera es que el partido ha blindado a su presidenta, Laura Borràs, y permitirá que un juicio o una condena por corrupción no impidan que siga presidiendo la formación. Bastará con que un comité de sabios decida que en realidad se trata de una acusación 'fake' promovida con intereses ideológicos por una Justicia española corrompida hasta los huesos. JxCAT hace piña, como era de esperar, con su presidenta. Si hay que echarla de la presidencia del Parlament por sus supuestos trapicheos, ERC y la CUP deberán mojarse y ella seguirá dirigiendo JxCAT, que no tomará ninguna iniciativa en su contra. Si esto sucediese, lo que no va a poder evitarse, a pesar de la supuesta unidad dentro de las filas junteras, será la tensión interna. Borràs y sus fieles querrán forzar la decisión de abandonar el Gobierno de la Generalitat y, en cambio, su secretario general, Jordi Turull, no tiene ningún interés en que esto suceda. Fuera de la Administración hace demasiado frío para el ejército de cargos que en estos momentos forma parte del entramado gubernamental de la Generalitat en nombre de JxCAT.

La tercera cuestión reseñable tampoco es una sorpresa. JxCAT dijo alto y claro que la mesa de diálogo Gobierno-Generalitat se la pueden meter republicanos y socialistas por donde les quepa. No hay nada que negociar: espíritu 1 de octubre, independencia ya, y otras bravuconadas por el estilo. En este capítulo quedó claro que JxCAT sigue atrapada en la incapacidad de modificar su discurso, a pesar de que eso la lleve a un callejón sin salida del cual ERC escapó hace tiempo. Aunque la posición de JxCAT en esta cuestión es a estas alturas y a efectos prácticos en el presente, pero también en el futuro, solo verborrea táctica. En realidad, también ellos, igual que ERC, han renunciado al envite independentista por mucho tiempo.

Hay un cuarto elemento reseñable, aunque no requiriese su aprobación por parte de la militancia. Y es la constatación definitiva de que Carles Puigdemont está fuera de la ecuación. El expresidente —que sigue manteniendo el comodín de su influencia— no pincha ni corta ya en el partido. JxCAT está en disposición de ser lo que quieran sus dirigentes actuales. Otra cosa es que estos coincidan en lo que quieren ser. Porque los proyectos de Laura Borràs —presidenta— y Jordi Turull —secretario general— no son exactamente los mismos. También en este punto hay que apuntar la salvaguarda del futuro judicial de Puigdemont, por supuesto. No es lo mismo la influencia del Puigdemont de Bélgica que la que pudiera recuperar en un regreso forzoso a territorio español en el futuro.

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Pero insistamos en lo relevante, puesto que es donde se producen los movimientos que aun no pareciéndolo son claramente disruptivos. La patada de JxCAT a la política impositiva de la Generalitat y el corte de mangas a la mesa de negociación son una afrenta clarísima a su socio de gobierno, ERC. Las dos banderas de legislatura de Pere Aragonès son el izquierdismo —aderezado con feminismo y ecologismo— y la negociación con Pedro Sánchez. JxCAT, a pesar de formar parte del mismo Ejecutivo, propone una enmienda a la totalidad de ambos relatos en un ejercicio clásico de ser Gobierno y oposición al mismo tiempo. Cuanto pueda durar esta situación dependerá de los cálculos electorales, tanto de JxCAT como de ERC. Pero Cataluña no acabará la legislatura. Cuestión que, por cierto, ya quedó también acordada cuando se forjó la actual coalición de gobierno, que garantizaba una paz entre socios de dos años de duración.

En los impuestos está la clave. Porque en lo referente a la independencia, JxCAT es consciente —salvo entre los reductos del torrismo— de que su verborrea es pura impostación sin recorrido. Pero eliminar sucesiones y donaciones, estudiar lo propio con patrimonio y empezar a hablar de reducir el IRPF es una apuesta programática concreta y factible. La familia más realista de JxCAT va imponiendo su criterio, sabedora de que en los próximos envites electorales se volverá también en Cataluña al combate clásico entre derechas e izquierdas. Y hay que empezar a echar caramelitos al electorado clásico de corte más liberal y conservador. La estelada sigue su senda de cotización bajista. Con esa única bandera ya no se va a ningún lado, ni tan siquiera entre el electorado independentista. ERC tomó nota de ello a finales de 2017. JxCAT ha esperado hasta 2022.

JxCAT formalizó este fin de semana un volantazo político a la derecha, abrazando las tesis de Isabel Díaz Ayuso en materia impositiva. Si hasta ahora la presidenta madrileña era detestable para todo el independentismo, ahora resulta que su mirada sobre los impuestos autonómicos es también deseable para el bienestar de los catalanes. Superada la etapa del tándem Carles Puigdemont-Jordi Sànchez, el dúo que conforman Laura Borràs y Jordi Turull al frente de JxCAT abandona la narrativa precedente —“un partido de izquierdas” (en palabras del ex secretario general Jordi Sànchez)— para volver a las esencias programáticas del pujolismo y del masismo en lo económico: eliminar los impuestos de sucesiones y donaciones, estudiar también la viabilidad de hacer lo propio con el de patrimonio y rebajar el tipo máximo del tramo autonómico del IRPF en cinco puntos hasta situarlo en el 45%. Vueltas que da la vida. Madrid ya no es la comunidad que reprobar, sino la que enseña el camino a seguir al partido fundado por Carles Puigdemont. Cosas veredes, amigo Sancho.

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