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Opa política de ERC a los Mossos d'Esquadra
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Josep Martí Blanch

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Opa política de ERC a los Mossos d'Esquadra

El cese fulminante del comisario Josep Maria Estela era ya una obsesión de la dirección de ERC, que veía en Estela un policía poco entregado a la causa gubernamental

Foto: Josep Maria Estela. (EFE/Toni Albir)
Josep Maria Estela. (EFE/Toni Albir)
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Temporal en la Policía catalana. Tras una semana de intensa humillación mediática al hasta ahora jefe de la Policía autonómica, el comisario Josep Maria Estela, incentivada desde la propia Generalitat; ayer el consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, le cortó la cabeza sin miramientos al negarse el primero a dimitir. El cese fulminante era ya una obsesión de la dirección de ERC, que veía en Estela un policía poco entregado a la causa gubernamental y que, al igual que anteriormente el mayor Josep Lluís Trapero, mantenía fijas algunas líneas rojas a partir de las cuales los uniformados entendían como inasumibles cierto tipo de injerencias políticas.

Por desgracia, esto no convierte a la Policía catalana en una excepción. Solo confirma una vez más, en este caso en una comunidad autónoma con una policía con competencias integrales en seguridad ciudadana, que la ambición del político es siempre convertir a los uniformados en una pieza más del engranaje ideológico-político que acompaña a cada Ejecutivo de turno. La excusa formal para este caso en concreto apunta a las reticencias del comisario jefe cesado de acelerar la feminización del cuerpo, intentando frenar la directriz policial de nombrar comisarias a cuatro mujeres de un total de seis plazas disponibles. Él proponía, en cambio, promocionar solo a dos de ellas, atendiendo a criterios de mérito y capacitación. Formalmente, esta ha sido la gota que acabó con la paciencia de los mandamases de ERC y del consejero Elena, ya que su promesa es que el nombre de mujeres en posiciones de mando se multiplique por la vía rápida. Tras el cese de ayer, la jefatura de los Mossos cae en manos del comisario Eugeni Sallent de manera provisional hasta diciembre. En esa fecha, ERC tiene previsto hacer parar las rotativas de todo el mundo para anunciar que la Policía catalana tiene por primera vez una comisaria jefa mujer, una de las cuatro que ahora van a promocionar. La foto es la de un Gobierno feminista cumpliendo su palabra a machamartillo, aunque sea girando la factura contra la experiencia y capacitación.

Foto: Josep Maria Estela. (EFE/Alejandro García)

Lo de la feminización solo es un episodio más de la larga lista de desencuentros entre la dirección política —consejero y director general— y la dirección profesional y operativa. ERC destituyó a Trapero después de crear una leyenda según la cual este se había convertido en una especie de Julio César que, al frente de la Policía, un día cruzaría el Rubicón y acabaría mandando más que los propios responsables políticos elegidos democráticamente. Promocionaron a Estela, el hombre cesado ayer, creyendo que se compraban un monigote que actuaría como un simple correveidile de las instrucciones políticas. Nueve meses después, se le cesa por lo mismo que a Trapero: negarse a dar cobertura técnica a decisiones del consejero que van más allá de lo que el sentido común considera la legítima dirección política de un cuerpo policial.

Control de la información y de las estadísticas, desahucios —en los que la Policía actúa a las órdenes del juez y no como Policía gubernativa—, operativos de seguridad ciudadana en los que la decisión del consejero difiere de la del profesional al que se exige obediencia, pero al que se niega la cobertura de una orden por escrito, forman parte del largo listado de desavenencias —junto a la feminización por la vía exprés— que finalmente han acabado con el mandato del quinto jefe de los Mossos d'Esquadra en cinco años. El sindicato de mandos policiales y las asociaciones más genéricas han cargado duramente contra el Gobierno. Afirman que la decisión apuntala una preocupante deriva de politización y que lo que busca el Ejecutivo es una Policía dócil con los intereses políticos de quien gobierna, en este caso ERC. Y llevan razón.

Foto: El exjefe de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluís Trapero. (EFE/Emilio Naranjo)

Los policías no pueden, ni deben, gobernarse a sí mismos. Es, pues, razonable que el poder político, a través de las mayorías que se articulan parlamentariamente a cada momento, apueste por un modelo policial determinado, fije unas prioridades y no otras y que utilice su capacidad de nombramiento y cese para determinar con qué personas quiere contar para llevar a cabo tal empeño. Nada hay que decir sobre eso. Pero lo que sí puede representar un problema es que el gobernante aspire a una Policía 'alfombra' en la que el comisario jefe —o comisaria jefa— se convierta en dócil perfil 'sí, señor' sin capacidad de contradecir a quien ha firmado su nombramiento. Esto es lo que creía haber encontrado el Gobierno de Pere Aragonès con el comisario jefe ahora decapitado que, negándose a según qué componendas, ha dejado de serles útil y por eso ha sido devuelto a casita. Al político siempre le va mejor con uniformados títere. Al ciudadano, no tanto. Pero ya sabemos que esto importa más bien poco en nuestra cultura democrática. Aquí se ha venido a mandar más que a servir. No solo en Cataluña.

Temporal en la Policía catalana. Tras una semana de intensa humillación mediática al hasta ahora jefe de la Policía autonómica, el comisario Josep Maria Estela, incentivada desde la propia Generalitat; ayer el consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, le cortó la cabeza sin miramientos al negarse el primero a dimitir. El cese fulminante era ya una obsesión de la dirección de ERC, que veía en Estela un policía poco entregado a la causa gubernamental y que, al igual que anteriormente el mayor Josep Lluís Trapero, mantenía fijas algunas líneas rojas a partir de las cuales los uniformados entendían como inasumibles cierto tipo de injerencias políticas.

Mossos d'Esquadra Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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