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Pere Aragonès y Salvador Illa: un idilio difícil pero obligado y útil
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Pere Aragonès y Salvador Illa: un idilio difícil pero obligado y útil

La lógica política obedece en el fondo a lo más básico. En Madrid se necesitaba a los republicanos y en Barcelona estos han acabado necesitando a los socialistas

Foto: Pere Aragonès y Salvador Illa, en el Parlamento de Cataluña. (EFE/Marta Pérez)
Pere Aragonès y Salvador Illa, en el Parlamento de Cataluña. (EFE/Marta Pérez)
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La agenda política catalana sigue dándose la vuelta a ella misma como un calcetín. Parecía que no iba a pasar nunca, pero ya ha sucedido. ERC ha naturalizado a los socialistas catalanes como socios necesarios para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat. Del PSC, con el que los republicanos no tenían nada que hablar porque era un partido cómplice e impulsor de la represión del independentismo, al PSC que quizá acabe aprobando a ERC las cuentas de 2023. De un Pere Aragonès que alcanzó la presidencia gracias a JxCAT y la CUP, a otro que para mantenerse en el sillón presidencial necesita los votos de Salvador Illa tras quedarse compuesto y sin novios en el Gobierno tras el desplante de JxCAT. De una Cataluña de bloques, a otra con fronteras borradas entre el constitucionalismo de izquierdas y el independentismo.

Todo apunta a que acabará habiendo acuerdo, si las cosas no se tuercen sorpresivamente por el camino, y que el PSC dará su apoyo a los presupuestos de la Generalitat. Los pasos de este baile son los mismos que vimos con los presupuestos generales del Estado, pero con los actores intercambiándose los papeles.

Foto: El 'president', Pere Argonès. (EFE)

Ahora es ERC quien necesita a los socialistas y estos los que lanzan el mensaje de que Pere Aragonès deberá sudar la camiseta si de verdad quiere su voto. Como hizo Rufián con Pedro Sánchez. De entrada, Salvador Illa no tiene prisa alguna y no da por seguro que las cuentas estén aprobadas antes de que finalice el año. El líder socialista quiere que quede claro que son los republicanos los que están buscando su sombra y, por tanto, cobrársela. También tienen interés los socialistas en dejar claro que su apoyo es incompatible con mantener negociaciones abiertas con JxCAT. Así que la musiquilla del quizás sí, pero puede que no, durará todavía unas semanas. Aun así, ERC tiene ya digerido que el apoyo del PSC le conviene más que una prórroga presupuestaria, que equivaldría a poner en marcha la cuenta atrás de las elecciones.

Los de Oriol Junqueras consideran que apoyarse en el PSC ya no les pasará ahora factura electoral. Sobre todo después de haber conseguido que la reforma del delito de sedición sea una realidad tangible que les permite atemperar las voces de sus votantes menos entusiastas con la colaboración con los socialistas. Junqueras pidió que el PSOE se comprometiera de manera efectiva con la desjudicialización para que esa normalización de las relaciones entre ambos partidos fuese posible en Cataluña. Y así es como se ha vendido por parte de los republicanos el paso adelante de Pedro Sánchez con la sedición. Luz verde, pues, a la reconciliación entre socialistas y republicanos. No solo en el Congreso como hasta ahora, sino también en el Parlament.

Foto: Sesión de control en el parlament

Van a seguir compitiendo, claro. Tienen frontera electoral y a la vuelta de la esquina están las municipales. Tanto PSC como ERC van a fajarse para conseguir que el otro hinque la rodilla en Barcelona y su área metropolitana. Pero lo disruptivo es la aceptación por parte de los republicanos de que el PSC ya no es la peste y que ambos partidos pueden sumar sus diputados en el Parlament para sacar adelante la principal ley del Gobierno.

La lógica política obedece en el fondo a lo más básico. En Madrid se necesitaba a los republicanos y en Barcelona estos han acabado necesitando a los socialistas. Así que no hay más preguntas, señoría. La necesidad acelera los tiempos. El tablero político catalán empieza a ser irreconocible respecto al que vivimos durante una década entera.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en una sesión de control. (EFE/Quique García)

Más allá de los acuerdos con otras fuerzas políticas, ERC sigue sacándose conejos del sombrero para ofrecérselos, como zanahoria tras la que correr, a su electorado más frustrado con el abandono de la agenda independentista. Y ha decidido que la lengua puede jugar el papel de un eficaz ansiolítico. Los datos de uso social del catalán, principalmente en Barcelona y entre los más jóvenes, no paran de caer. Así que el Gobierno de Pere Aragonès ha decidido que el nuevo objetivo ha de ser invertir esa tendencia. Se ha creado un marco de necesidad urgente sobre este asunto que, en cierta manera, ayuda a eludir la agenda independentista y fija el foco en un tema menos ambicioso pero más perentorio, según la Generalitat. El teatro efectista montado esta semana, con una reunión extraordinaria y específica del Ejecutivo sobre el tema lengua y la presentación de 100 medidas para promocionarla entre los hablantes, responde también a esta estrategia: menos independencia, más cosas tangibles y posibles. Por cierto, todas las medidas se plantean sin ánimo coercitivo, lo que ha de señalarse como algo positivo.

Primero, la independencia dejó de ser un objetivo real para los republicanos. Ahora, incluso está dejando de ser un señuelo. La agenda autonómica vuelve a reinar en Cataluña. Veníamos avisando. Era cuestión de tiempo y sigue siéndolo. Pero van pasando las cosas que indefectiblemente debían suceder para que acabara siendo posible.

La agenda política catalana sigue dándose la vuelta a ella misma como un calcetín. Parecía que no iba a pasar nunca, pero ya ha sucedido. ERC ha naturalizado a los socialistas catalanes como socios necesarios para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat. Del PSC, con el que los republicanos no tenían nada que hablar porque era un partido cómplice e impulsor de la represión del independentismo, al PSC que quizá acabe aprobando a ERC las cuentas de 2023. De un Pere Aragonès que alcanzó la presidencia gracias a JxCAT y la CUP, a otro que para mantenerse en el sillón presidencial necesita los votos de Salvador Illa tras quedarse compuesto y sin novios en el Gobierno tras el desplante de JxCAT. De una Cataluña de bloques, a otra con fronteras borradas entre el constitucionalismo de izquierdas y el independentismo.

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