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Laura Borràs, se apaga por corrupción la voz más histriónica del unilateralismo independentista
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Josep Martí Blanch

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Laura Borràs, se apaga por corrupción la voz más histriónica del unilateralismo independentista

La decisión de mantenerla en la presidencia del partido hasta después de las municipales puede perjudicar a Xavier Trias en la batalla por BCN

Foto: La presidenta suspendida del Parlament de Cataluña, Laura Borràs, acompañada por el secretario general de JxCAT, Jordi Turull. (EFE/Quique García)
La presidenta suspendida del Parlament de Cataluña, Laura Borràs, acompañada por el secretario general de JxCAT, Jordi Turull. (EFE/Quique García)
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Laura Borràs es ya formalmente una dirigente política corrupta. La sentencia del TSJC, cuatro años y medio de prisión y 13 de inhabilitación, no deja el menor resquicio de duda. La creencia de que sus cuitas con la Justicia responden a un caso de persecución política es, no ya minoritaria, sino extremadamente marginal en Cataluña. La versión de que estamos ante un caso de lawfare no la compra prácticamente nadie, ni siquiera en JxCAT, el partido que ella mismo preside.

La sentencia tiene repercusiones directas en la agenda política catalana, en el plano institucional y en el partidario.

En lo que atañe al ámbito puramente institucional, la condena significa la pérdida definitiva por parte de Borràs de la presidencia del Parlament, cargo del que se la suspendió cuando se abrió el procedimiento de juicio oral.

Además, Cs, PP y Vox han solicitado a la Junta Electoral que le retire también la condición de diputada. Y es muy probable que esta atienda la solicitud, si es coherente con decisiones anteriores, siguiendo el criterio de la inelegibilidad sobrevenida.

Relevante. Se apaga definitivamente el último altavoz institucional del torrismo sin Torra que Laura Borràs representaba. Buenas noticias para la agenda de la reconciliación y también para la facción de JxCAT, mayoritaria entre los cuadros y dirigentes, que aspira a recuperar margen de utilidad política y capacidad de negociación para sus siglas, tanto en Cataluña como en España.

Foto: La presidenta suspendida del Parlament de Cataluña, Laura Borràs, durante su intervención frente al edificio del Parlament. (EFE/Quique García)

No hay que olvidar que Laura Borràs fue, junto a Carles Puigdemont, quien decantó la balanza en la consulta entre las bases de JxCAT para que el partido abandonara el Gobierno catalán con el argumento de que ERC se ha convertido en un partido autonomista que ha abandonado la aspiración independentista.

Sobre la sustitución de Laura Borràs en la presidencia de la Cámara catalana, JxCAT ha puesto el nombre de Anna Erra, diputada y alcaldesa de Vic, encima de la mesa. Como el pacto de legislatura entre JxCAT y ERC saltó por los aires, está por ver que los republicanos acepten ese nombre. No obstante, lo relevante, insistimos, es que el torrismo —la facción del independentismo más nostálgica de 2017— queda definitivamente fuera de las instituciones.

Si nos ceñimos a JxCAT, el lío es fenomenal. Decir una cosa y pensar otra. Ayer este partido fue un festival de la hipocresía. Defensa cerrada de Laura Borràs y grandes proclamas contra el “juicio político” al que ha sido sometida ante los micrófonos de los medios. Pero un gran alivio a puerta cerrada entre la mayoría de los cuadros y dirigentes. Querían y quieren sacársela de encima.

La sentencia debiera convertir en imposible que se mantenga aferrada a la presidencia del partido. Ese paso es imprescindible para que las facciones más moderadas de JxCAT ganen los metros que les faltan para hacerse definitivamente con las riendas del partido. Antes de que se hiciera pública la condena, ya había habido intentos para que Borrás se apartase de sus responsabilidades en JxCAT. Sin ningún éxito. La señora dejó claro que su manera de entender la política es la de tierra quemada: después de mí, el diluvio.

Esta posición de fuerza —no me iré, tendréis que echarme sea cual sea la sentencia— es la que ha llevado al secretario general de JxCAT, Jordi Turull, con el visto bueno de Carles Puigdemont, a alejar la decisión de enseñarle la puerta hasta después de las elecciones municipales.

Foto: Clara Ponsatí, con Carles Puigdemont, en su regreso al Parlamento Europeo. (EFE/EPA/Olivier Holest)

No es una decisión que cuente con el beneplácito de la mayoría de la dirección de JxCAT, pero está tomada y no va a discutirse. Consideran Turull y Puigdemont que es preferible abrir el paraguas y soportar el chaparrón, que no arriesgarse a una escisión en su partido en vísperas de los comicios municipales. Porque si bien es cierto que el apoyo a Borràs es marginal entre cuadros y dirigentes, no pasa lo mismo con las bases.

Que se mantenga, aunque sea por unos meses, a Borràs al frente de JxCAT merece una dura reprobación en todos los sentidos. Vergüenza ajena. Es judicialmente una dirigente corrupta y no deberían atenderse cálculos políticos ni contemplación alguna.

Pero es que, además, más allá del juicio moral y ético, JxCAT regala a sus contrincantes políticos una baza electoral de primer orden. Pueden pasarse toda la precampaña de las municipales acusando a JxCAT de dar cobertura y defender a los corruptos como hace con su presidenta manteniéndola en el cargo.

Foto: Josep Rull, nuevo presidente del Consell Nacional de JxCAT. (EFE/Toni Abir)

Esto no tendrá ninguna influencia en municipios de segundo orden. Pero sí puede tenerla en Barcelona, donde Xavier Trias, el candidato de JxCAT, que lidera las encuestas, necesita hacer acopio de todo el voto moderado posible para tener opciones reales de alcanzar la victoria.

Si Trias ya perdió la alcaldía en su día por una campaña de difamación que lo acusó falsamente de corrupto en el marco de la indigna operación Cataluña, ahora podría poner en riesgo el resultado de las próximas elecciones municipales por el caso real de corrupción de la presidenta de su partida. No por los hechos, sino porque se la mantenga al frente de JxCAT una vez condenada. La oposición va a aprovechar esa baza. Y en Barcelona la victoria en las municipales se jugará con muy pocos votos de diferencia. Xavier Trias podría ser el gran damnificado de los estertores del torrismo.

Una tercera derivada tiene que ver con la política española. El indulto que ha solicitado el TSJC en la propia sentencia, tarde o temprano, llegará a la mesa del Gobierno. Aunque primero deberá resolverse el recurso que Borràs planteará al TS. En cuanto el alto tribunal confirme la sentencia, la pelota llegará a la mesa de Pedro Sánchez que, de seguir la recomendación judicial, deberá firmar el indulto para que Borràs no ingrese en prisión. Podría coincidir, según como se desarrollen los tempos, en plena campaña electoral de las generales. Si se diera esa coincidencia, y aunque el indulto venga esta vez recomendado por el propio TSJC, la oposición podría recuperar demagógicamente el discurso del Pedro Sánchez al que le gusta perdonar a delincuentes.

Laura Borràs es ya formalmente una dirigente política corrupta. La sentencia del TSJC, cuatro años y medio de prisión y 13 de inhabilitación, no deja el menor resquicio de duda. La creencia de que sus cuitas con la Justicia responden a un caso de persecución política es, no ya minoritaria, sino extremadamente marginal en Cataluña. La versión de que estamos ante un caso de lawfare no la compra prácticamente nadie, ni siquiera en JxCAT, el partido que ella mismo preside.

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