Pesca de arrastre
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¿Financiación singular? A otro bobo con esa música
Sánchez no ha puesto nada concreto encima de la mesa. Se ha limitado a jugar con las palabras. Sin que podamos no ya discernir, sino ni tan siquiera atrevernos a especular de qué estamos hablando exactamente
Decía hace una semana Pedro Sánchez en el Congreso, con un punto de solemnidad, que la investidura del presidente de la Generalitat se decidiría en Barcelona, no en Madrid.
Pero han bastado unos días para que quede claro que esto no va a ser así del todo. Porque sin el concurso activo de la Moncloa, concretado en nuevas concesiones al independentismo, Salvador Illa no será de ningún modo presidente.
El PSC no tiene capacidad negociadora suficiente. Los intereses que exige ERC para poder defender ante su militancia la investidura de Salvador Illa excede la capacidad de negociación de este candidato. El hombre con quien hay que acordar es Pedro Sánchez. Para los socialistas catalanes es imprescindible el concurso a su favor del primo de Zumosol de la Moncloa. De ahí que el presidente español no haya tardado en bajarse a la arena de la negociación. El domingo, a través de las páginas de La Vanguardia, dijo que tanto él como el PSOE están dispuestos a aceptar que hay margen para una “financiación singular” de Cataluña. Recorrido para que pueda fijarse un nuevo mecanismo de reparto del dinero a nivel territorial que, esto sí es cierto, el PSOE ya dijo estar abierto a explorar cuando firmó el pacto con los republicanos que sirvió para investir a Sánchez presidente del Gobierno.
Lo primero que hay que decir es que Sánchez no ha puesto nada concreto encima de la mesa. Se ha limitado a jugar con las palabras. Sin que podamos no ya discernir, sino ni tan siquiera atrevernos a especular de qué estamos hablando exactamente. En efecto, la “singularidad” puede tener múltiples significados. Y, a decir verdad, si hablamos de financiación, muchos de ellos vienen a ser a estas alturas como descubrir la sopa de ajo. Puesto que la singularidad, la de cada territorio, ya viene reconocida en el caducado modelo de financiación que rige en la actualidad.
El presidente del Gobierno ha querido, con la financiación, sacar a bailar a ERC, pero sin poner todavía la música que ha de acompañar esa danza. Y moverse por la pista sin nota musical es complicado. De ahí que resulte comprensible que la primera reacción de ERC haya sido la de decirle al presidente Sánchez que a otro bobo con sus juegos de manos.
Lo que demandan los republicanos es un modelo de soberanía fiscal plena. Recaudación por parte de la agencia tributaria catalana del 100% de los impuestos y pacto de un cupo que la Generalitat abonaría al Estado en compensación por los servicios que este siga prestando en Catalunya. Junto a estas cuestiones, se añadiría un fondo para el reequilibrio territorial que serviría para vehicular recursos solidarios desde Cataluña a otras comunidades menos prósperas económicamente. Un fondo que, como bien se encargó de señalar Pere Aragonès, debería ser temporal y evaluable periódicamente.
Una carta a los Reyes de máximos de los republicanos que queda demasiado lejos de lo que está en condiciones de ofrecer el PSOE en estos momentos a cambio de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que la semana pasada se encargó de despejar el camino a Pedro Sánchez hablando ya en una entrevista de “singularidad”, ha dejado claro que cualquier oferta de nueva financiación debe ser negociada con el conjunto de comunidades autónomas en el marco de reforma de la LOFCA de la que Cataluña no debe salirse. Y esto no es lo que ERC puede vender a sus militantes. Además, no hay tiempo para plantearse un reto como el que supone la reforma de la LOFCA con el calendario con el que se juega este partido. Cataluña repetirá elecciones si a finales de agosto no tiene presidente, y eso está a la vuelta de la esquina
En realidad el problema no es lo que pueda ofrecer o no Pedro Sánchez. Tampoco la habilidad narrativa -¡mucha!- con la que el PSOE pueda vestir las dádivas económicas coyunturales que está dispuesto a otorgar a Cataluña -nada que ver con lo que merece el nombre de un nuevo sistema de financiación- para presionar a ERC y forzar su sí a la investidura de Salvador Illa.
La principal dificultad radica en la situación política que viven los republicanos. Ayer, un documento firmado por 300 personalidades del partido pedía abiertamente a Oriol Junqueras que renuncie a pelear nuevamente por la presidencia de ERC en el congreso de noviembre y que entiendan, él y sus piezas más cercanas (léase Rufián) que el mejor sitio en el que pueden estar a partir de ahora es en su casa.
Con un conflicto interno de tal magnitud y que a cada día que pasa se torna más agrio y visceral, ERC no lo tiene nada fácil, aunque esta fuese la voluntad de la dirección, para avalar una investidura de Salvador Illa que solo pueda justificarse con una oferta en materia de financiación a años luz de la pretensión republicana. No hay margen para que los republicanos puedan defender ante sus bases pulpo como animal de compañía. El PSOE va a necesitar más concreción y más ambición si de verdad quiere tener alguna opción de llevarse al huerto a ERC en las circunstancias actuales. De todos modos, estamos todavía en el escenario de hablar por hablar. Falta por ver hasta dónde están dispuestos a llegar los socialistas y si eso basta para ganarse el plácet republicano. Complicadísimo.
Quien sí se ha tomado en serio el bajar a la arena del circo catalán por parte de Pedro Sánchez es Carles Puigdemont. El gerundense utilizó de nuevo munición de gran calibre para amenazar la continuidad del Gobierno de España. Aprovechó el ruido alrededor de la financiación para referirse a los próximos presupuestos del Estado como el gran caballo de batalla que determinará si su partido sigue prestando apoyo o no a los socialistas en el Congreso.
Ha bastado un amago de los socialistas para complacer en financiación a los republicanos para que Puigdemont demuestre sus celos y se nos ponga estupendo para recordarle a Pedro Sánchez que lo verdaderamente importante es lo suyo, no lo de ERC. Este es el grado de envenenamiento de la legislatura española y de la política catalana.
Decía hace una semana Pedro Sánchez en el Congreso, con un punto de solemnidad, que la investidura del presidente de la Generalitat se decidiría en Barcelona, no en Madrid.
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