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Pesca de arrastre
Por
La ley de familias y la invitación al fraude
Si algún día su articulado se torna realidad, lo mejor que pueden hacer los padres y madres españoles del mañana es pactar un escenario ficticio de familia monoparental. ¿Una invitación al fraude?
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Tanta importancia le dio Sánchez en el Congreso a la futura ley de familias que en teoría ha de aprobarse en un futuro inmediato que convenía correr a leer íntegramente el anteproyecto para saber qué nos estamos perdiendo. Nunca es tarde, pensé oyendo al presidente. Quién sabe si no estoy todavía a tiempo, en función de las dádivas que se prometan en el texto, de reavivar de nuevo mi instinto paterno, por otra parte ya satisfecho.
Lo cierto es que haber, hay más bien poca cosa. Al menos en lo tocante al bolsillo. Al menos para la que sigue siendo la tipología mayoritaria entre las familias españolas. Y de todo lo escrito, lo más importante en el anteproyecto es la disposición adicional primera: “El desarrollo de las medidas, derechos, garantías, servicios y apoyos que se contemplan en la presente ley queda supeditado a las disponibilidades presupuestarias de las Administraciones competentes”.
Es de suponer, aunque esto sea mucho confiar, que las obligaciones económicas derivadas de la implementación de la ley que competen a la administración general del estado van a cumplirse de inmediato. Pero como la mayor parte del despliegue del texto pertenece al ámbito competencial de las CCAA, toca señalar que nada dice el texto sobre cómo estas van a financiar su parte. No deja de sorprender la facilidad con la que las administraciones periféricas asumen obligaciones que en teoría comportan gasto sin tener vela en el entierro. En todo caso, como esta ley es sobre todo un compendio de buenas palabras, no hay mucho que temer. Estamos ante una nueva ley que en la mayoría de los aspectos que trata es una carta a los reyes de un país que no puede pagarse lo que promulga.
Con independencia de la cuestión económica, anotar que el texto tiene, legítimamente, un marcado acento ideológico. Y por supuesto no es una ley para fomentar la natalidad. Por mucha parafernalia verbal que acompañe al texto, las ayudas directas van a seguir siendo escasísimas. Avísenme cuando conozcan a alguien que vaya a procrear para cobrar durante los primeros tres años 100 euros al mes por cada retoño.
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Bobadas al margen, como que un artículo de la ley -el 22- promulgue que a partir de ahora en España el urbanismo deberá incluir la perspectiva de género (¿?), lo cierto es que leída de cabo a rabo, más que una ley de familias estamos ante un artefacto declarativo sobre salud, vivienda, educación, convivencia y demás que no enfoca para nada el problema de la natalidad decreciente.
Hay algunos aspectos destacables, sí. Como por ejemplo la clara apuesta por la reagrupación familiar en el caso de los inmigrantes. O mayor protección, aunque nada que te cambie la vida, a las familias en las que existan personas con discapacidad o en situación de dependencia. Otros aspectos del texto, como el referido a las familias de entornos rurales, parecen directamente un chiste en su redactado.
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La parte con más desarrollo es el referido a las familias monoparentales. Es este el subapartado donde anida la verdadera voluntad del Gobierno para aprobar esta ley.
En cuanto la normativa que se contempla se desarrolle estas familias de un solo progenitor van a tener preferencia en la adjudicación de viviendas protegidas y también en el acceso a viviendas de alquiler social. Igualmente en el acceso a préstamos subsidiados y subvenciones para la adquisición de vivienda. También la administración deberá facilitarles una vivienda más grande cuando la familia monoparental amplíe el número de miembros.
Del mismo modo, van a tener preferencia en el acceso a escuelas infantiles y centros educativos. Deberá facilitárseles la elección del centro que mejor permita su conciliación. Preferencia también en la adjudicación de becas y ayudas en la adquisición de libros, material didáctico, comedor y transporte. También bonificaciones y exenciones de las tasas o precios públicos de matriculación, exámenes, etc.
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Y mientras no haya guarderías gratis para todos, en este apartado las familias monoparentales tendrán acceso garantizado, al menos 16 semanas en el primer año de vida. Lo que equivale a decir que, por criterios de bienestar del niño, una vez con el pie dentro ya tendrá plaza definitiva.
No es una ley de familias. Es una ley de familia monoparental con algunos añadidos. Si algún día, difícil, su articulado se torna realidad y el mundo de color rosa que dibuja toma cuerpo, lo mejor que pueden hacer los padres y madres españoles del mañana es pactar un escenario ficticio de familia monoparental. ¿Una invitación al fraude? Puede.
En este punto es una ley discriminatoria para la mayoría de las familias españolas. Al menos en los casos en los que la elección de formar una familia monoparental es una decisión consciente, razonada y deseada. Uno asume las consecuencias de sus actos. Ser madre o padre en solitario es más difícil, no cabe duda. Mucho más difícil, de hecho. Pero si estamos ante una decisión personal, no sobrevenida, no debiera dar ventaja alguna sobre las familias más convencionales. Pero esta no es una ley no de familias. Es un texto para favorecer discursivamente la maternidad, teóricamente también la paternidad, en solitario con beneficios añadidos que los demás no van a gozar. O sea, una ley que discrimina a la mayoría de las familias.
Tanta importancia le dio Sánchez en el Congreso a la futura ley de familias que en teoría ha de aprobarse en un futuro inmediato que convenía correr a leer íntegramente el anteproyecto para saber qué nos estamos perdiendo. Nunca es tarde, pensé oyendo al presidente. Quién sabe si no estoy todavía a tiempo, en función de las dádivas que se prometan en el texto, de reavivar de nuevo mi instinto paterno, por otra parte ya satisfecho.