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¿Ahorrar gas? Vamos sobrados

Nadie discute que la energía más barata es la que no se consume. Esa es la idea del plan del Gobierno, al que no es ajena esa pulsión de la izquierda por decirnos cómo tenemos que vivir

Foto: Tuberías de gas en Alemania. (Reuters/Annegret Hilse)
Tuberías de gas en Alemania. (Reuters/Annegret Hilse)
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La historia oficial

Ante la difícil situación energética en Europa derivada de la posible supresión del suministro ruso de gas, la Comisión Europea lanzó su propuesta de un ahorro lineal e indiscriminado del 15% de los consumos de los países miembros de la Unión. España se opuso con rotundidad. Cierto es que había razones para ello: menor dependencia del gas ruso, mayor disponibilidad de infraestructuras de regasificación, baja capacidad de interconexión con el resto de Europa y una estructura de generación eléctrica más diversificada con una participación de las energías renovables superior a la media europea.

Tras la correspondiente negociación, como siempre en Europa, los socios acomodaron sus posiciones y a España le correspondió un ahorro del 7% de su demanda de gas en el periodo comprendido entre el 1 de agosto de este año y el 31 de marzo de 2023. Aunque el Gobierno se queja de que el ruido mediático de la derecha le impide una comunicación correcta de sus logros, hemos podido leer en la prensa algún relato de tinte épico sobre cómo España evitó “el riesgo de un drástico recorte del gas a empresas y hogares”.

Foto: La ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera. (EFE/EPA/Stephanie Lecocq)

No obstante, como la demanda interna de gas natural ha crecido un 4,2% en los primeros seis meses de este año, tendencia que se ha acelerado en junio, con un crecimiento, sobre el mismo mes del año pasado, del 6,4%, el Gobierno español ha aprobado un paquete de medidas urgentes de ahorro y eficiencia energética cuya vigencia se extiende hasta noviembre de 2023, y que incluye cierre de puertas y apagado de escaparates en locales comerciales, limitar la refrigeración a 27º y la calefacción a 19º y bonificación de trayectos en trenes de cercanías, media distancia e incluso algunos viajes cortos en AVE entre septiembre y diciembre de este año. Debemos entender que gracias a estas medidas España cumplirá con el 7% de ahorro comprometido con sus socios europeos.

La historia real

Cuando se analiza la demanda de gas, suele distinguirse entre la demanda convencional —la destinada a empresas y hogares— y la demanda para generación eléctrica, de carácter más variable en función de la disponibilidad de otras fuentes de generación. En lo que va de año, la demanda convencional de gas se ha reducido un 10,3%. Solo en el mes de junio la caída ha sido del 20,2% y, según datos provisionales de julio, la demanda convencional en este último mes se ha contraído algo más de un 30%. Los datos de reducción de demanda en el mes de junio de algunos sectores industriales son preocupantes y un anticipo de lo que viene:

Ni nuestros bolsillos ni las cuentas de resultados de las empresas aguantan los actuales precios del gas y, en consecuencia, la reducción de la demanda es ya muy superior al 7% comprometido en Bruselas.

Si la demanda convencional de gas se ha desplomado, pero la demanda interna total crece, es porque la demanda de gas para la generación eléctrica se ha disparado. En los cinco primeros meses de este año ha crecido un 71,2%, en el mes de junio un 79,5% y en el mes de julio un 123,9%. De hecho, el pasado 13 de julio se batió el récord histórico de consumo diario de gas para producir electricidad. Este incremento del consumo de gas no se debe a un incremento de la demanda eléctrica: en los seis primeros meses de este año, la demanda eléctrica se ha reducido un 1,8%. El incremento del consumo de gas se debe, en orden cronológico, a la caída de la generación hidráulica, a la reducción de las cogeneraciones y a la intervención del mercado con el llamado 'tope al precio del gas'. Razones todas en las que la mano del Gobierno está presente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, posa con el informe de rendición de cuentas del Gobierno de España. (EFE/Chema Moya)

Además de que 2022 es un año seco y nuestras reservas hidráulicas están en la parte baja del rango de los últimos 20 años, en la primera mitad de 2021 el anuncio de un impuesto a los 'beneficios caídos del cielo' de las eléctricas y la falta de responsabilidad social de algunas de estas, que vaciaron pantanos antes de la llegada del impuesto, hacen que la comparación con el año anterior arroje una disminución de la producción hidráulica de casi el 50% en los primeros seis meses del año.

La cogeneración consiste en el aprovechamiento del calor de procesos industriales para generar electricidad, que las empresas autoconsumen o venden en el mercado. Las cogeneraciones funcionan en su mayor parte dentro de un régimen de retribución regulada. El problema es que el precio del gas que el Gobierno reconoce a efectos de su retribución es muy inferior al precio del gas en el mercado. Conclusión: las industrias paran las cogeneraciones. La producción eléctrica de este origen se ha reducido un 11,2% en lo que va de año y un 32,9% en el mes de junio.

Desde el 15 de junio, está vigente el mecanismo de intervención del mercado eléctrico por el que los consumidores —y no el Estado— subvencionan el precio del gas utilizado para producir electricidad. Uno de los efectos secundarios de este 'tope al gas' es la inversión de los flujos internacionales. En junio de 2021, España importó 1.013 GWh. En junio de 2022, hemos exportado 1.459 GWh. Este cambio es fácil de entender. La subvención en España hace que la electricidad sea más barata y, por tanto, se deje de importar y se exporte. Este efecto ha provocado que en el mes de junio hayamos generado en España por lo menos 2.472 GWh (1.013 + 1.459) más que en el mismo mes del año pasado, para lo que se han necesitado unos 4.500 GWh adicionales de gas, que hemos importado, hemos subvencionado y con la subvención puesta hemos exportado a nuestros vecinos en forma de electricidad. Sin esos 4.500 GWh de gas, la demanda interna de gas natural en el mes de junio, en lugar de crecer un 6,4%, se hubiera reducido en un 9,6%.

Sin esos 4.500 GWh de gas, la demanda interna de gas natural en el mes de junio, en lugar de crecer un 6,4%, se hubiera reducido en un 9,6%

Nadie discute que la energía más barata es la que no se consume. Esa es la idea del plan del Gobierno, al que no es ajena esa pulsión de la izquierda por decirnos cómo tenemos que vivir. Por supuesto, la historia oficial pasará por alto que si se arregla la retribución de las cogeneraciones y se abandona la intervención del mercado eléctrico, la reducción del consumo de gas ya superaría el 7% acordado en Europa.

La alternativa

En el periodo de 12 meses que terminó en abril de 2022, la recaudación fiscal en España se había incrementado en más de 30.000 millones de euros sobre la obtenida en los 12 meses que terminaron en abril del 21. Todo ello sin contar con los 8.000 millones del nuevo impuesto a bancos y energéticas. Este proceso de incremento de la recaudación va a mantenerse, dada la elevada inflación vigente.

Subvencionar la electricidad y el gas de forma selectiva a consumidores vulnerables y a industrias intensivas en consumo eléctrico o de gas puede suponer, de forma ambiciosa, un programa de 10.000 millones de euros. Es una ayuda indispensable a la vista de las cifras de reducción de la demanda de gas por la industria, que anticipan una crisis de dimensión considerable. Menos intervención del mercado y más esfuerzo en corregir los efectos de la crisis bélica sería una receta aconsejable y necesaria ante lo que se avecina. Incluso si las ayudas supusieran un cierto incremento de consumo, hay margen entre la reducción real que ya se está produciendo y el 7% prometido a Bruselas.

La historia oficial

Ante la difícil situación energética en Europa derivada de la posible supresión del suministro ruso de gas, la Comisión Europea lanzó su propuesta de un ahorro lineal e indiscriminado del 15% de los consumos de los países miembros de la Unión. España se opuso con rotundidad. Cierto es que había razones para ello: menor dependencia del gas ruso, mayor disponibilidad de infraestructuras de regasificación, baja capacidad de interconexión con el resto de Europa y una estructura de generación eléctrica más diversificada con una participación de las energías renovables superior a la media europea.

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