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Nemesio Fernández-Cuesta

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La tormenta que viene. El mercado de gas en 2023

En 2023, Europa se enfrentará a la necesidad de sustituir unos 55 BCM adicionales de gas ruso por tubería

Foto: Planta de gas natural licuado. (EFE)
Planta de gas natural licuado. (EFE)
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Con los almacenes europeos de gas llenos al 90% de su capacidad, la caída de la demanda industrial cercana al 30%, el retraso en la llegada del frío invernal y la continua afluencia de gas licuado, los precios del mercado europeo se han derrumbado. En España, la semana pasada, el precio del mercado spot se situó en 28 euros por MWh, frente a los más de 100 que cotizaba en los primeros días del mes. Pero el propio mercado nos advierte de que se trata de una situación coyuntural: la cotización a un mes es de 74 euros por MWh y la cotización a un año es de 123 euros. La razón fundamental del encarecimiento a plazo es la necesidad de sustituir el suministro ruso a Europa por tubería, cuya evolución a lo largo de los últimos años ha sido la siguiente:

Europa ha cubierto el déficit de 2022 gracias a una importante reducción del consumo, centrada en industrias y hogares, y un aumento de las importaciones de gas natural licuado (GNL). El aumento de las importaciones de GNL ha sido posible gracias a un moderado incremento de la oferta mundial y a la reducción de las importaciones por parte de los grandes consumidores de Asia: China y Corea han recurrido al carbón y Japón ha acelerado la puesta en marcha de reactores nucleares. Latinoamérica, con Brasil y Argentina a la cabeza, gracias a que 2022 ha sido un mejor año hidráulico que 2021, ha podido reducir también su demanda de gas.

En 2023, Europa se enfrentará a la necesidad de sustituir unos 55 BCM adicionales de gas ruso por tubería. El problema es que la previsión de incremento de la capacidad mundial de licuefacción de gas en 2023 es de 20 BCM. La diferencia puede cubrirse si los otros grandes importadores de GNL del mundo reducen aún más su consumo y Europa consigue hacerlo también. Tras las reducciones de 2022, los esfuerzos adicionales son cada vez más arduos y difíciles de conseguir. La incógnita adicional es el frío que puede hacer este invierno, que será determinante del volumen de gas existente en los almacenes europeos al principio de primavera y, por tanto, de la cantidad de gas necesaria para llenarlos al 90% y poder pasar el invierno 23-24 con una mínima holgura. Para el mercado de gas en Europa, la primavera y verano del año próximo se antojan complicados.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

En España estaremos relativamente mejor, dada nuestra capacidad de regasificación, que permite un mejor acceso al mercado mundial de GNL. Así lo refleja el mercado: las cotizaciones a plazo del gas en España presentan un descuento importante respecto al marcador europeo, que oscila entre 30 y 50 euros por MWh. No obstante, no debemos olvidar que nuestro suministro de gas adolece de una importante debilidad —tenemos cerrado uno de los dos grandes gasoductos que transportan gas de Argelia, lo que incrementa nuestra exposición al mercado mundial de GNL— y una notable inconsistencia: en los nueve primeros meses de este año Rusia nos ha suministrado, en forma de GNL, más del 11% de nuestra demanda de gas. Podemos mirar hacia otro lado, pero a lo peor Rusia decide no hacerlo.

En una situación como la descrita, conviene recordar que el precio es el mejor indicador de escasez y que el mercado funciona: como hemos visto, refleja y anticipa los equilibrios entre oferta y demanda. En un mercado amenazado de escasez, intervenir el precio a la baja incrementa la demanda, justo lo contrario de lo que se necesita. Como prueba, la experiencia española con la excepción ibérica que supone subvencionar el gas para la generación de energía eléctrica. En el tercer trimestre de este año, mientras los consumos de gas de los diferentes sectores industriales han caído entre un 30 y un 40%, el consumo de gas para la generación de energía eléctrica, en el mismo periodo, se ha incrementado un 89%. Parece oportuno recordar que el problema al que se enfrenta Europa, sobre todo en 2023, es la ineludible necesidad de reducir el consumo.

Foto: EC

Ante el panorama descrito para el año próximo, no es posible olvidar a la industria. Un año más como el actual tendrá un efecto devastador. Si la industria representa en España un 14% del PIB y el consumo de gas de la industria ha caído en el tercer trimestre un 35%, el resultado es —aunque sea un cálculo un tanto burdo— que la contribución de la industria al crecimiento del PIB estará entre tres y cuatro puntos negativos. A partir de ahí, para deducir un crecimiento cero en el trimestre, tampoco hace falta ser directivo del INE. No hubiera sido ni sería un mal negocio para el Estado dedicar, por ejemplo, a la Industria el importe destinado a las ayudas de todo orden que en el ámbito energético han recibido y van a recibir las familias con una renta anual conjunta superior a 60.000 euros.

Si España quiere, en la presente coyuntura, ayudar a Europa central y en especial a Alemania, lo único que tiene sentido, aunque su efecto sea limitado, es organizar un circuito cerrado de transporte de GNL entre Barcelona y Livorno (Italia) que incremente el volumen de gas que desde ahí pueda enviarse hacia el norte de Europa. El reciente acuerdo para la construcción de un gasoducto submarino destinado a transporte de hidrógeno —y capaz inicialmente de transportar gas natural— entre Barcelona y Marsella es un proyecto cuya construcción llevará varios años y no puede contribuir a solucionar la crisis actual. Es un proyecto en el que están pendientes de resolver cuestiones como su capacidad, su coste y su financiación. Cualquier interconexión es buena en términos de seguridad de suministro y esta, en concreto, parece que incorpora el beneficio implícito de que será Enagás quien asuma la responsabilidad de la red española de transporte de hidrógeno, lo que puede garantizar, durante las próximas décadas, la transición más eficiente desde la actual red de gas natural a la futura red de hidrógeno.

Con los almacenes europeos de gas llenos al 90% de su capacidad, la caída de la demanda industrial cercana al 30%, el retraso en la llegada del frío invernal y la continua afluencia de gas licuado, los precios del mercado europeo se han derrumbado. En España, la semana pasada, el precio del mercado spot se situó en 28 euros por MWh, frente a los más de 100 que cotizaba en los primeros días del mes. Pero el propio mercado nos advierte de que se trata de una situación coyuntural: la cotización a un mes es de 74 euros por MWh y la cotización a un año es de 123 euros. La razón fundamental del encarecimiento a plazo es la necesidad de sustituir el suministro ruso a Europa por tubería, cuya evolución a lo largo de los últimos años ha sido la siguiente:

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