Es noticia
La táctica feliz que los partidos están empleando en la campaña. Menos el PP
  1. España
  2. Postpolítica
Esteban Hernández

Postpolítica

Por

La táctica feliz que los partidos están empleando en la campaña. Menos el PP

Las semanas previas al 20-D se han llenado de pensamiento positivo en detrimento de los argumentos racionales: felicidad, ilusión y sonrisas marcan la comunicación pública

Foto: Albert Rivera y Pablo Iglesias tras su debate en la Universidad Carlos III. (Reuters)
Albert Rivera y Pablo Iglesias tras su debate en la Universidad Carlos III. (Reuters)

Jóvenes, sonrientes, positivos, habitualmente con camisa blanca, con una actitud relajada al entrar en los debates. Son los perdedores de las elecciones, aquellos cuyas opciones de alcanzar el primer puesto son escasas. Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias, los aspirantes, se muestran afables, y afirman repetidamente, en cuanto la ocasión les proporciona una excusa, que están allí para ganar los comicios, que esperan ser los primeros, que están convencidos de que todo irá mucho mejor de lo que las encuestas les atribuyen. Y después sonríen, exhibiendo ilusión y positivismo.

No, no es el eje de lo nuevo contra la viejo, ni el de los emergentes contra la casta, ni arriba y abajo. El eje que está marcando esta campaña es la utilización de lo que Albert O. Hirchsman definió como 'Las retóricas de la intransigencia'. De un lado, el partido en el Gobierno insiste en que son personas responsables, que han hecho los esfuerzos pertinentes en una situación difícil para que saliéramos adelante; que son personas sensatas, que saben gestionar y que, gracias a su sentido común, se han puesto en práctica ajustes duros pero necesarios, que darán pronto sus frutos. Al otro lado de la línea, afirma el PP, aparecen los aspirantes, personas inexpertas, poco preparadas, que suelen dejarse guiar por las ocurrencias o directamente por la ideología, y que van a poner España en peligro. El mensaje de fondo es evidente: o gobernamos nosotros o surgirán riesgos evidentes que, en algunos casos, como en el de Podemos en el poder, pueden resultar catastróficos.

Como piensan más en las formas de la comunicación que en los contenidos, se ven obligados a la sobreactuación

Lo peculiar es que a esas retóricas de la intransigencia, los partidos que pelean están oponiendo sobre todo una versión televisada del pensamiento positivo. Desde luego, hay mensajes que ponen de manifiesto los defectos del partido en el poder, pero aparecen fagocitados por el tono. En el caso de Pedro Sánchez, por su estética y por su insistencia gritona, que los suyos han dado en llamar pasión, y que como dice Javier Solana es necesaria para comunicar mejor, o en el de Rivera e Iglesias, por la fe absoluta en sus posibilidades. Sus formas de actuar intentan sugerir siempre que son jóvenes, que son nuevos, que aportan ilusión y que su destino lógico es llegar a lo más alto, más tarde o más temprano. Y que lo van a conseguir porque creen firmemente en ello.

El pensamiento positivo

Como, además, todos los optantes a la Moncloa han priorizado la imagen televisiva, plantean la campaña para retransmitirse ellos más que para contar sus propuestas, y están pensando mucho más en las formas de la comunicación que en los contenidos, se ven obligados a la sobreactuación, especialmente cuando dicen que tienen la victoria al alcance de la mano. Todos ellos parecen imbuidos de una enorme fe en sus posibilidades, por más que los datos puedan sugerir lo contrario. Incluso ocurre en formaciones cuya presencia en el Parlamento parece dudosa. En la entrevista que La 2, en cumplimiento de los espacios electoralmente asignados a los partidos, realizó a Josep Sánchez Llibre, representante de Unió, éste dijo estar lleno de energía y de ilusión, absolutamente convencido de que Durán i Lleida lograría un escaño, y dispuesto a pelear con todo su ánimo por conseguirlo. Y todo eso sin dejar de sonreír.

Parece que creer que uno va a tener un buen resultado y repetirlo de forma incesante garantiza el éxito

Enunciado así, no parece más que una versión electoral del pensamiento positivo, ese que, como ha contado 'El Confidencial', afirma que las cosas buenas llegan a nosotros porque hemos sabido atraerlas gracias a una forma positiva de pensar. De este modo, si alguien quiere hacerse rico, lo único que tiene que hacer es creer en ello a pies juntillas y repetirse todos los días que las cosas van a ir bien; lo que, pasado el tiempo, producirá un estado de ánimo gracias al cual se conseguirán toda clase de riquezas. De igual modo, si una persona no logra convertirse en un magnate será, sin género de duda, porque se ha dejado dominar por los pensamientos negativos. En este caso, parece que creer que uno va a tener un buen resultado y repetirlo de forma incesante, garantiza el éxito. Al menos, en eso parecen confiar los candidatos de los partidos.

Construir la realidad

El caso de la campaña en redes de Podemos, que es el punto máximo de esta tendencia, es ejemplar. Casi todos sus tuits están destinados a transmitir la ilusión y la convicción de que son una fuerza en auge, de que van a conseguir un gran resultado, de que lo tienen al alcance de la mano, de que de verdad van a ganar. El problema de esta actitud es que nunca dicen en qué basan esa convicción. Más que a transmitir una idea firme, parecen destinados a hacer creer a su gente (y a los demás) que será así; más que describir una realidad parecen tratar de construirla.

Lo cual es un error estratégico: pensar que la gente va a creerse lo que se le diga porque se lo repitan muchas veces ha ocurrido a menudo a lo largo de la historia, pero requiere como condición de posibilidad que los medios de transmisión de mensajes emitan todos la misma idea, y no es el caso. En estas circunstancias, no dejan de ser un ejercicio de voluntarismo que a menudo es percibido por el receptor como un evidente producto de la fantasía.

Cuando no puedes argumentar racionalmente, la baza que juegas es la de la motivación y la de la ilusión, por lo que utilizas eslóganes como “vamos a ser líderes”

Pero estos son efectos colaterales de las campañas. Ahora que todo el mundo alaba los debates como un logro democrático, deberíamos detenernos a considerar cómo cada vez los elementos racionales tienen menos presencia, y cómo esta clase de debates ayudan a ello. En cierta manera, se convierten en una forma de postureo: sales allí, das una imagen guay, tratas de dar un par de zascas a tus oponentes, sonríes, cuentas que vas a ser el mejor y que estás convencido de que vas a ganar y te marchas feliz, mientras tu gente cuelga en redes lo bien que has estado y lo lógico que resulta que hayas sido el ganador del debate.

La mecánica detrás de este particular postureo me la describía hace unos meses un directivo que tuve la ocasión de entrevistar para 'Nosotros o el caos' (Ed. Deusto), y que señalaba cómo cuando no se pueden utilizar elementos racionales, se echa mano de la idea de triunfo. “Cuando no puedes argumentar racionalmente con tus colaboradores porque esas directrices que hoy son tan importantes probablemente sean otras mañana y vayan en una dirección distinta, la baza que tienes que jugar es la de la motivación y la de generar ilusión, por lo que utilizas eslóganes como 'vamos a ser líderes' o 'vamos a revolucionar el sector'. Es el único resorte eficaz con que cuentas”.

Y eso parece tanto pensamiento positivo en la campaña electoral: dices que tienes mucha ilusión y que vas a cambiar las cosas, y a correr. Así se evita la tediosa tarea de ofrecer argumentos racionales.

Jóvenes, sonrientes, positivos, habitualmente con camisa blanca, con una actitud relajada al entrar en los debates. Son los perdedores de las elecciones, aquellos cuyas opciones de alcanzar el primer puesto son escasas. Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias, los aspirantes, se muestran afables, y afirman repetidamente, en cuanto la ocasión les proporciona una excusa, que están allí para ganar los comicios, que esperan ser los primeros, que están convencidos de que todo irá mucho mejor de lo que las encuestas les atribuyen. Y después sonríen, exhibiendo ilusión y positivismo.

Moncloa Campañas electorales
El redactor recomienda