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Esteban Hernández

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Operación “Traedme la cabeza de Pablo Iglesias”

La supuesta existencia de un complot para hacer pagar a Podemos su negativa a la investidura de Pedro Sánchez revela las debilidades de una organización frágil

Foto: Iñigo Errejón y Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)
Iñigo Errejón y Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)

La tesis la apuntaba hace un par de días Manolo Monereo, una de las personas que más ha apoyado al líder de Pablo Iglesias a pesar de ser un viejo militante de IU: están buscando quebrar a Podemos mediante los ataques a su líder y a la construcción de brechas internas inexistentes. Los objetivos serían tanto hacerles pagar su negativa a apoyar al PSOE en la investidura como debilitarle electoralmente. Monereo alude expresamente a un complot articulado a través de los distintos poderes del Estado y de determinados medios, a cuya cabeza estaría el diario de Prisa. Son palabras suyas, y yo carezco de información alguna que me permita ratificar o negar dicha tesis. Sin embargo, es evidente, sin necesidad de acudir a una conspiración de los poderosos, que el resto de partidos están especialmente interesados en desgastar a Podemos, y que el material del que sus rivales dispongan para disminuir su fuerza electoral será utilizado en cuanto lo tengan en las manos, aunque sea recurriendo a asuntos tan discutibles como la teórica ruptura entre Iglesias y Errejón.

En fin, esto es parte del juego político: el resto de partidos, salvo Ciudadanos, han sido objeto de intensos debates sobre la pertinencia de que sus líderes sigan al frente, y muchos están especulando acerca de los posibles sucesores, desde Soraya o Feijoo hasta Susana Díaz. Y a los rumores y presiones para descabezar a los partidos principales de forma que puedan favorecer esos acuerdos a los que España está abocada a la hora de formar Gobierno, se unen los intereses privados de cuadros de esas formaciones, las filias y fobias mediáticas, e incluso intereses de otro orden: desde el mismo PP se decía que el Ibex 35 estaba muy interesado en la salida de Mariano Rajoy de La Moncloa.

Monereo afirma que están intentando quebrar a Podemos mediante los ataques a su líder y la construcción de conflictos inexistentes

A Podemos le está tocando ahora sufrir este tipo de presiones, pero tampoco les preocupa mucho, no sólo porque estén acostumbrados, sino porque su capacidad de dañarles es muy escasa. La publicación de documentos internos que desvelan sus estrategias no dejan de ser asuntos políticos de segundo orden, porque carecen de efecto sobre su electorado potencial. Y menos aún cuando al mismo tiempo que se habla de eso siguen saliendo temas relacionados con la corrupción, como la relación entre OHL y el PP, entre otras cosas.

Pero, en segundo lugar, este tipo de tácticas de desgaste suelen ser poco efectivas porque si hay algo en que Podemos esté fuerte es en el terreno del liderazgo. Su modelo, como el de Rivera, se ha basado en la apuesta por la construcción de un líder más sólido y visible que la marca. Lo cual tiene contrapartidas, como subraya la reciente dimisión de nueve personas en su dirección de Madrid. Desde Podemos insisten en que se ha crecido muy rápido y que siempre que ocurre eso los huesos duelen, pero también le ha ocurrido a Ciudadanos y su número de tensiones internas ha sido mucho menor. El problema, en este entorno, sí puede ser grave, porque es consecuencia de la propia arquitectura conceptual del partido.

Creando un enemigo

Revisemos en qué consiste Podemos. Su populismo no se sostiene en un contenido concreto (algo que creen que no funcionaría por la naturaleza fluctuante de nuestra sociedad) sino en el de una lógica política que opera en tres fases. Así lo explica Ernesto Laclau, el padre intelectual de la formación: “Una intervención consiste en la afirmación de una identidad en contra de algo que la niega. La intervención crea el enemigo, una figura con algún tipo de apoyo óntico, pero cuya función ontológica es la de negar la identidad. En segundo lugar, se construye algo que, a través de la afirmación de alguna identidad particular, asume la representación de una oposición global”. Traducido a términos nacionales, Podemos ha afirmado su diferencia a partir de la construcción de un enemigo, ese en el que se unen el régimen del 78, la corrupción y el PPSOE, y que terminaba poniendo el acento en el partido en el gobierno.

Un líder sólo será aceptado si presenta de un modo marcado los rasgos que comparte con aquellos que se supone que debe liderar

El paso siguiente ha consistido en asentar a Pablo Iglesias no como un profesor universitario, sino como una persona del pueblo, desde la convicción en que, siguiendo a Laclau, “un líder sólo será aceptado si presenta, de un modo particularmente marcado, los rasgos que comparte con aquellos que se supone que debe liderar” (en 'La razón populista', Ed. Fondo de Cultura Económica) Su política comunicativa, desde el “Compro mis camisas en Alcampo” hasta la aparición en programas populares de elevada audiencia, está construida para subrayar los elementos con los que podrían identificarse aquellos que creían que iban a ser sus votantes.

La tercera fase era más complicada, porque en un contexto en el que existían muchas demandas diferentes, había que construir un marco común que las albergara. Laclau señalaba que “cuando el grado de integración en el marco estable de una comunidad es bajo y no existe una voluntad común que debe ser representada, la constitución de esa voluntad común debe constituirse en el mismo proceso de representación. La tarea del líder no consiste en transmitir una voluntad, sino más bien en proveer un punto de identificación que constituirá como actores históricos a los sectores que está conduciendo” (en 'La razón populista').

Golpear donde duele

Estos tres factores, un líder fuerte, la construcción de un enemigo claro y la suma de muchos grupos diferentes que reclaman cosas distintas son los que han dado forma a la lógica política de Podemos. Eso ha hecho al partido visible y lo ha situado en el mapa político, pero a costa de pagar el precio de la debilidad estructural. Apostar por lo virtual en lugar de lo real, no ofrecer contenidos demasiado concretos sino ir lidiando con demandas dispersas, y sumar tantas voluntades diferentes construye organizaciones particularmente enfrentadas que sólo se unen en la figura del líder. El grado de coincidencia entre anticapitalistas, nacionalistas periféricos, seguidores de Errejón o de Monedero y demás es escaso, lo cual facilita de modo natural los choques organizativos.

Errejón debe ser el único en España que piensa que su versión de la Patria tiene algún recorrido más allá de él mismo

De modo que este proceso para debilitar a Podemos está jugándose en dos terrenos, el de los ataques a Pablo Iglesias para golpear en el punto fuerte, y el de hacerlo al mismo tiempo en la parte más débil, en su pobre organización y en sus muchas fragilidades internas.

Es cierto que los de Iglesias responden a esto de un modo muy cómodo, porque están acostumbrados a navegar en aguas difíciles y porque están convencidos de que todo se recompone en el plano del discurso. Lo que ocurre es que confían demasiado en sí mismos, o quizá es que están perdiendo cierta conexión con la realidad si creen que pueden recorrer este camino durante mucho tiempo. La respuesta a las noticia de los medios sobre la pelea entre Iglesias y Errejón se zanjó con un par de tuits en los que dejaban claro que se amaban, y con otro de Echenique pidiendo un beso público de ambos. La respuesta de Errejón fue reveladora:

Francamente, a estas alturas Errejón debe ser el único en España que piensa que su versión de la Patria tiene algún recorrido más allá de él mismo. Y utilizarla de este modo revela tanto su incomprensión de la sociedad en que vive como una convicción demasiado firme en la eficacia de sus ideas. Y eso nunca es bueno.

La tesis la apuntaba hace un par de días Manolo Monereo, una de las personas que más ha apoyado al líder de Pablo Iglesias a pesar de ser un viejo militante de IU: están buscando quebrar a Podemos mediante los ataques a su líder y a la construcción de brechas internas inexistentes. Los objetivos serían tanto hacerles pagar su negativa a apoyar al PSOE en la investidura como debilitarle electoralmente. Monereo alude expresamente a un complot articulado a través de los distintos poderes del Estado y de determinados medios, a cuya cabeza estaría el diario de Prisa. Son palabras suyas, y yo carezco de información alguna que me permita ratificar o negar dicha tesis. Sin embargo, es evidente, sin necesidad de acudir a una conspiración de los poderosos, que el resto de partidos están especialmente interesados en desgastar a Podemos, y que el material del que sus rivales dispongan para disminuir su fuerza electoral será utilizado en cuanto lo tengan en las manos, aunque sea recurriendo a asuntos tan discutibles como la teórica ruptura entre Iglesias y Errejón.

Ciudadanos Izquierda Unida