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La sensación de urgencia: caíste en la trampa, Rocío Monasterio
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Esteban Hernández

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La sensación de urgencia: caíste en la trampa, Rocío Monasterio

Los movimientos tácticos en la campaña de Madrid tienen repercusiones en diferentes ámbitos y están construyendo un clima electoral diferente

Foto: Rocio Monasterio. (EFE)
Rocio Monasterio. (EFE)

La campaña arrancó con la conciencia clara entre la izquierda de que las elecciones madrileñas estaban perdidas. Ayuso partía con la ventaja suficiente como para que solo una serie de carambolas improbables pudieran impedir que mantuviera el Gobierno, y nada apuntaba en esa dirección. Todo el mundo estaba seguro de la victoria de Ayuso y de que con Vox le daría para gobernar de sobra, y cuando esa creencia se instala en la sociedad, la victoria se vuelve inevitable. Por lo tanto, lo prioritario para sus rivales no era combatir tal o cual posición, o poner encima de la mesa una propuesta u otra, sino introducir algunas grietas en esa sensación, de forma que los suyos comenzasen a creer que la comunidad podía ganarse.

La izquierda se organizó, en ese escenario difícil, como una coalición 'de facto' en la que cada partido ocupaba un espacio. El PSOE de Gabilondo buscó un perfil moderado con el que conseguir algún escaño de esos votantes de Cs desencantados con la opción Ayuso+Vox; Más Madrid tenía que hacer valer su papel de oposición real durante estos años, anclado además en una clase social que les es propia; el papel de Iglesias era movilizar el voto de las poblaciones del sur e intentar activar el voto perdido por las izquierdas.

Ese planteamiento no pareció arrojar grandes frutos, y en el arranque de la campaña nada parecía estar funcionando, salvo Más Madrid; Gabilondo no estaba arañando y la idea de Iglesias de combatir al fascismo en los barrios obreros carecía de todo apoyo popular.

El giro

Algo empezó a cambiar con el debate de Telemadrid, y no porque los candidatos de la izquierda estuvieran especialmente bien. Mónica García gustó bastante a los espectadores, Iglesias menos y Gabilondo nada. Pero se logró introducir una idea importante, al demostrar que la izquierda iba junta, que había entendimiento, y que tenían 12 días para ganar las elecciones; que no todo estaba perdido.

La actitud de Monasterio ha logrado aumentar, entre los madrileños no favorables a la derecha, la sensación de urgencia

Después llegó el CIS, publicado en un momento extraño, con la ratificación de la tesis de que Madrid podía ser ganado por la izquierda. Más tarde, por supuesto, llegaron otras encuestas negando la visión que había transmitido el CIS. Pero es cierto que algo del clima se estaba transformando: si bien se daba por seguro que el PP iba a ganar, también se había abierto la puerta a una muy pequeña posibilidad de que no fuera así.

Y eso ya es mucho

Y así llegamos al debate de la SER, en el que Monasterio hizo todo lo que debía hacer para fortalecer a sus rivales, y no solo por las palabras que pronunció, sino por la actitud hostil, de confrontación desmedida, siempre excesiva, que mantuvo con el resto de participantes. Con esa forma de actuar, y con Ayuso ausente, ha contribuido a alimentar, si no la sensación de que la izquierda lo puede lograr, sí la idea de que hay que activarse para que Ayuso no gobierne con Vox. Le pusieron delante el capote, y en lugar de sortear la trampa comunicativa, cayó de lleno en ella, pensando además que le convenía. No es una cuestión menor: Monasterio no ha dado lugar a que la izquierda tenga un momento de efervescencia, pero sí a aumentar entre los madrileños no favorables a la derecha la sensación de urgencia. Y eso ya es mucho.

El debate de ayer no rompe la campaña y la sitúa en un nuevo escenario, pero contribuye a que sea posible el triunfo de la izquierda

Lo de ayer no va a conseguir que los votantes de Ayuso dejen de darle su apoyo. Su aceptación está muy asentada, y salvo un gran error de su campaña o alguna situación inusual, no se dejará ni una sola papeleta por al camino. Más al contrario, si la sensación de que su triunfo está en riesgo, logrará más votos todavía, ya sea del destinado a otros partidos o de abstencionistas movilizados ante la posibilidad de que gane la izquierda. Lo que sí puede ocurrir es que la postura tan despectiva de Vox lleve a indecisos a abandonar a Vox en favor de Ayuso, y eso es un riesgo (escaso, pero riesgo) cuando el 5% puede estar en juego. Monasterio se ha reforzado entre los suyos, pero cuando en los debates gustas mucho a los acérrimos es que algo has hecho mal.

El debate de ayer no rompe la campaña y la sitúa en un nuevo escenario, pero contribuye a que la posibilidad de que gane la izquierda empiece a estar encima de la mesa. Y a cada paso que la campaña avanza, la izquierda va raspando algo más. Empezaron sin ninguna esperanza, ahora tienen muy poca, pero ya han introducido la sensación de urgencia. Y eso es ya mucho más de lo que tenían.

El factor añadido

En especial, si se considera un factor adicional. El hecho de que el debate de Telemadrid se retransmitiera fuera de la comunidad, y con éxito, era deseado por el PSOE. Querían que se viese en toda España por una razón bastante obvia: el perfil de Ayuso genera tanto apoyo en Madrid como desasosiego fuera. Introducir de una manera tan clara el marco de que el PP solo puede gobernar con Vox y, lo que es más, que está girando decididamente hacia Vox, como demuestra ese tuit que el PP tuvo que borrar, y que Casado tuvo que salir a negar, ayuda mucho a crear el escenario que dificulte enormemente que el PP pueda volver a la Moncloa: lo que gana en Madrid le impide lograr apoyos en buena parte de España.

La campaña arrancó con la conciencia clara entre la izquierda de que las elecciones madrileñas estaban perdidas. Ayuso partía con la ventaja suficiente como para que solo una serie de carambolas improbables pudieran impedir que mantuviera el Gobierno, y nada apuntaba en esa dirección. Todo el mundo estaba seguro de la victoria de Ayuso y de que con Vox le daría para gobernar de sobra, y cuando esa creencia se instala en la sociedad, la victoria se vuelve inevitable. Por lo tanto, lo prioritario para sus rivales no era combatir tal o cual posición, o poner encima de la mesa una propuesta u otra, sino introducir algunas grietas en esa sensación, de forma que los suyos comenzasen a creer que la comunidad podía ganarse.

Rocío Monasterio Moncloa