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El informe que ha difundido el Kremlin sobre las causas de la invasión de Ucrania
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Esteban Hernández

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El informe que ha difundido el Kremlin sobre las causas de la invasión de Ucrania

La polémica generada en EEUU a raíz de la difusión por parte del Ministerio de Exteriores ruso de un trabajo de un académico estadounidense aporta varias claves del momento presente, pero dice más acerca del futuro

Foto: Vladímir Putin. (Reuters/Mikhail Klimentyev)
Vladímir Putin. (Reuters/Mikhail Klimentyev)
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Una de las polémicas más llamativas en el ámbito de la política exterior tiene como protagonista a John Mearsheimer, profesor en la Universidad de Chicago. Es un experto estadounidense, un halcón, que se hizo famoso con ‘The Tragedy of the Great Powers Politics’, y que es el padre de la teoría denominada ‘realismo ofensivo’. Las posturas de Mearsheimer no han sido muy populares últimamente entre la comunidad de relaciones internacionales, ya que fue uno de los más críticos de esa ilusión liberal a lo Fukuyama según la cual EEUU debía ser el garante y promotor de la democracia liberal y de la economía de mercado en el mundo. Hubo otras posturas similares a la suya, como la de su amigo Stephen Walt, profesor en Harvard y autor de ‘The Hell of Good Intentions’, un texto en el que mostraba cómo esas buenas intenciones habían lastrado los intereses de su país durante décadas.

Las tesis de Mearsheimer, en lo que se refiere a Rusia, han sido inequívocas desde hace años: la OTAN se equivocó al presionar en exceso al Gobierno de Putin. Desde su perspectiva, todo comienza en abril de 2008, en la cumbre de la OTAN en Bucarest, en la que se emite un comunicado en el que se afirmaba que Ucrania y Georgia se convertirían en parte de la organización militar. El resultado fue la guerra de Rusia con Georgia. El segundo momento fue el Euromaidán en 2014, cuando la revolución de color cambió la dirección del Gobierno ucraniano y trató de establecer lazos más sólidos con la UE y la OTAN. La respuesta rusa fue la invasión de Crimea. Los años posteriores profundizaron la relación de Ucrania con Occidente, tanto en sus relaciones con la UE como en la vinculación militar. Esto, desde la perspectiva de Mearsheimer, era una amenaza existencial para Rusia.

La lógica ineludible

La discusión establecida alrededor de este grupo era interesante porque cuestionaba la postura dominante, y lo hacía desde una posición de superioridad. Lo que Mearsheimer y los suyos señalaban era que había una lógica histórica, la de las grandes potencias, que había que tener inevitablemente en cuenta, y que pasarla por alto implicaba vivir en un mundo ilusorio e irreal que generaba consecuencias muy perjudiciales para EEUU. No era una postura alternativa, sino una impugnación en toda regla desde una posición intelectualmente superior. Según Mearsheimer, resultaba fácil de entender. Era como tirar de la cola a un león: reaccionará agresivamente de manera inevitable. En esa lógica, Rusia siempre iba a responder a las amenazas existenciales que se le provocaban en sus fronteras, y Ucrania era una de ellas. Del mismo modo, si en México un hipotético partido comunista quisiera establecer un régimen político parecido al chino y se vinculase comercial y económicamente con Pekín, EEUU no lo toleraría, por esa dinámica de las grandes potencias.

La alianza entre Rusia y China era, a medio plazo, un mal movimiento para Rusia, pero resultaba peor aún para la esfera europea y atlántica

En segundo lugar, esa impugnación por parte de los realistas de la visión dominante en la política exterior estadounidense tenía que ver con un punto central: centrarse en Rusia o centrarse en China. Desde el punto de vista de los realistas, si el enemigo principal era China, no tenía sentido entramparse en Rusia. Y no lo tenía, además, en la medida en que arrojaría Rusia en brazos de los chinos, lo cual aumentaría las amenazas para Occidente. A medio plazo, era un mal movimiento para Rusia, pero lo era peor aún para la esfera europea y atlántica. Y era especialmente negativo porque si la clase de vínculos y enredos entre la economía rusa y la europea era grande, la de China y EEUU no era menor, y el desacople estaba muy lejos de realizarse: era estratégicamente imprescindible, pero resultaba muy complicado económicamente.

Aparece el Kremlin

Parecería que estas posturas realistas, en un tiempo en que el sueño del fin de la historia y de la globalización feliz está desvaneciéndose a través de constataciones cruentas, iban a cobrar auge. No ha sido así, y la animadversión contra Mearsheimer y los suyos se ha recrudecido. Y más aún después de que el Ministerio de Exteriores ruso difundiera a través de su cuenta de Twitter un ‘paper’ del profesor estadounidense publicado en 2014, titulado ‘Why the Ukraine crisis is the West Fault’, en el que se recogen tesis como las expuestas.

Se señaló a John Mearsheimer como uno de esos 'tontos útiles' que legitimaban involuntariamente las acciones de Putin

Las críticas contra Mearsheimer arreciaron en la medida en que se entendió que sus ideas legitimaban de algún modo la acción de Moscú, por lo que no se podía más que señalar al profesor estadounidense, en el mejor de los casos, como uno más de esos ‘tontos útiles’ que benefician a Putin. La entrevista de ‘New Yorker’ del 1 de marzo en la que se trata de debatir sobre (o de rebatir) sus posturas es clarificadora al respecto.

Sin embargo, esta fea discusión, que tiene también un componente de lucha por la hegemonía en el ámbito de las relaciones internacionales, cuenta con un par de derivadas.

En la guerra ya no hay causas

En primera instancia, hay que constatar que hemos llegado a un instante en que las causas ya dan igual. Una vez que la guerra se lanza, enredarse en los motivos es irrelevante, porque lo que importa es quién gana. Putin ha decidido por nosotros, ha lanzado una ofensiva total sobre Ucrania, y si el león te ataca, por seguir con el ejemplo, tienes que defenderte de manera contundente. Está en juego algo más que la neutralidad o no de Ucrania, Europa ha visto en la invasión de Putin una amenaza existencial y le está dando una lógica respuesta. Las aspiraciones de Putin deben ser frenadas en seco, y cualquier negociación que ponga fin al conflicto sólo será adecuada si se cuenta con una gran fuerza que respalde las palabras que en ella se pronuncien. Hay que evitar empujar a Putin hacia actos desesperados, pero Europa es consciente ya de lo que está en juego, y esto ya no es 2014.

La historia nos aporta muchas lecciones, y deshacernos de sus lógicas simplemente porque no resultan funcionales al poder es una estupidez

El segundo elemento, sin embargo, sí tiene que ver con las causas, porque apela a las bases de nuestra democracia y al sistema que queremos tener. La posición de Mearsheimer podrá ser o no compartida, pero nunca debe ser silenciada. Lo que Mearsheimer y los suyos señalan es ineludible: la historia nos aporta muchas lecciones, y deshacernos de sus lógicas simplemente porque no resultan funcionales al poder es una estupidez. Lo que los realistas aportan es significativo, por más que deba ser modulado o negado, pero siempre debe ser tenido en cuenta.

Forma parte de nuestra democracia la capacidad de difundir razonamientos y perspectivas que no coincidan, y justamente eso es lo que permite que nuestra respuesta a las amenazas sea más eficiente y adecuada. Muy especialmente porque, una vez esto tenga una resolución, que la tendrá si la locura no se dispara, será el momento de recomponer las piezas y de pensar hacia dónde queremos ir en el futuro.

¿Vuelta a los 'neocon'?

Entender por qué hemos llegado a esta situación, saber dónde estamos y encontrar las soluciones más apropiadas para hacer frente a esta época muy compleja y difícil va a ser una tarea sustancial, tanto en lo geopolítico como en lo económico. En ese debate tendremos que contar con todas las voces y empezar a pensar de manera heterodoxa, porque es evidente que lo que nos ha traído hasta aquí no nos valdrá. Por decirlo de manera más clara, la cohesión europea respecto de lo que implica el pulso de Putin puede conducirnos, en lugar de a más y mejor Europa, a 2001, a la vuelta de los 'neocon', a las ideas de Bush Jr. instaladas en el viejo continente. Con el deterioro de la democracia que eso implica.

Era solo cuestión de tiempo que los problemas aparecieran en toda su crudeza porque “se trata de una película que ya hemos visto antes”

En este sentido, hay que entender lo mucho que se interrelacionan las dinámicas geopolíticas y las económicas. Lo subraya el economista Michael Pettis cuando señala que los cambios de rumbo radical que con tanta frecuencia percibimos no suelen ser más que la radicalización de las tendencias ya existentes, y este es el caso. Las tensiones geopolíticas forman parte de “la tendencia hacia una reversión de la globalización que se vuelve más profunda y más difícil de eliminar”. Desde el punto de vista de Pettis, este aumento de las tensiones internas y geopolíticas que socavan la globalización es consecuencia del tipo de globalización financiera que se adoptó desde los años ochenta. Era solo cuestión de tiempo que los problemas aparecieran en toda su crudeza porque “se trata de una película que ya hemos visto antes”.

Efectivamente, esta película ya la conocíamos, pero como desdeñamos las enseñanzas de la historia, nos vemos abocados a lidiar con consecuencias de problemas que hemos creado irresponsablemente. El crecimiento de China hasta convertirse en una potencia que aspira a ser hegemónica es el principal de ellos, y ninguno de los desafíos actuales puede entenderse sin reparar profundamente en este aspecto.

Una de las polémicas más llamativas en el ámbito de la política exterior tiene como protagonista a John Mearsheimer, profesor en la Universidad de Chicago. Es un experto estadounidense, un halcón, que se hizo famoso con ‘The Tragedy of the Great Powers Politics’, y que es el padre de la teoría denominada ‘realismo ofensivo’. Las posturas de Mearsheimer no han sido muy populares últimamente entre la comunidad de relaciones internacionales, ya que fue uno de los más críticos de esa ilusión liberal a lo Fukuyama según la cual EEUU debía ser el garante y promotor de la democracia liberal y de la economía de mercado en el mundo. Hubo otras posturas similares a la suya, como la de su amigo Stephen Walt, profesor en Harvard y autor de ‘The Hell of Good Intentions’, un texto en el que mostraba cómo esas buenas intenciones habían lastrado los intereses de su país durante décadas.

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