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Por qué los franceses votan a Le Pen: el punto débil de Macron
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Esteban Hernández

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Por qué los franceses votan a Le Pen: el punto débil de Macron

Tres claves serán fundamentales en la segunda vuelta de las presidenciales francesas, y no tienen que ver ni con el cordón sanitario ni con la extrema derecha. Hay elementos que están pasando debajo del radar

Foto: Macron, en una visita a Denain, en el norte de Francia. (EFE/Christophe Petit Tesson)
Macron, en una visita a Denain, en el norte de Francia. (EFE/Christophe Petit Tesson)
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La primera vuelta de las elecciones francesas deja muchas preguntas en el aire. A pesar de que ha discurrido por caminos similares a los esperados, ya que lo que anticipaban las encuestas no es muy diferente de los resultados finales, la fortaleza de Le Pen y el crecimiento de Mélenchon muestran indicios de que la sociedad francesa no es la de 2017. Incluso hay quienes no descartan una sorpresa y por eso apelan al cordón sanitario respecto de Le Pen, insistiendo en la variable ideológica como elemento principal del voto. Sin embargo, hay tres aspectos, diferentes de ese, que resultarán claves.

1. ¿Rural contra urbano? No tan rápido

El primero de ellos, que suele apuntarse con frecuencia, es la diferencia existente entre el voto del mundo rural y el urbano, y más especialmente el de las grandes ciudades respecto del resto de Francia. Si bien se trata de un elemento presente, debe ser sustancialmente matizado.

Foto: El presidente Macron. (EFE)

Existe una división política entre el oeste de Francia y el este, cuyas explicaciones no son solo ideológicas, también de herencia cultural. Pero, sobre todo, existe una diferencia esencial entre, por una parte, el distrito electoral oeste y ciudades como París, Lyon, Toulouse, Nantes y sus zonas de influencia, y la mayoría de Francia.

Probablemente, quien mejor haya explicado ese matiz territorial haya sido Jérôme Fourquet, quien ofrece una lectura más amplia que la de la simple diferencia entre campo y ciudad. Para el politólogo de IFOP (Institut français d'opinion publique), uno de los elementos decisivos en el voto tiene que ver con la posición respecto del tiempo: quien cree que el pasado fue mejor que el presente y que el futuro será peor tenderá a votar a Le Pen en segunda vuelta.

Quien reside en una región en declive, aunque su situación personal sea buena, es probable que vote en contra de Macron

Pero esa percepción opera en distintos planos, no solo en el de las creencias personales. Por ejemplo, quien trabaja en un sector en el que los salarios y las oportunidades están en descenso, incluso cuando cuente con una posición aceptable, es más frecuente que simpatice con Le Pen. Y, sobre todo, quien reside en una región en declive, en una de esas zonas que vivieron épocas mejores, es probable que vote en contra de Macron, incluso cuando su situación personal sea buena. En el sentido opuesto, quien vive en grandes entornos urbanos, en esas zonas con vitalidad y crecimiento, es más probable que vote a Macron en la segunda vuelta, aunque se trate de un asalariado precario. En las elecciones del domingo esta premisa tendió a cumplirse, y en París el voto estuvo dominado por Macron y Mélenchon, con Le Pen en un escaso 5%.

Dicho de otro modo, esa diferencia entre lo rural y lo urbano está subsumida en otra mayor, la de las oportunidades de futuro que se perciben en los espacios, sociales y físicos, en que se vive.

2. El temor al futuro

En la segunda vuelta veremos un enfrentamiento entre aquellos que creen que el futuro será peor y quienes, por miedo al futuro, temen que haya cambios demasiado bruscos. En estos instantes de incertidumbre general, con las consecuencias que conlleva en todos los órdenes la invasión de Ucrania, la búsqueda de estabilidad es fundamental. Y ese aspecto beneficia a Macron, ya que aumenta el temor de que, en una situación difícil, la elección de Le Pen empeore las cosas. En este sentido, Francia es hoy conservadora, como lo son las sociedades europeas en general.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, al comparecer tras conocer los resultados. (Reuters/Benoit Tessier)

Y ello a pesar de que Macron ha visto menguar su apoyo interior en estos años. Las opciones políticas que más voto han obtenido tras LREM son claramente anti-Macron, y no esconden su gran hostilidad hacia el presidente. El apoyo popular con el que cuentan es revelador de cómo las esperanzas que la sociedad gala había puesto en su máximo dirigente se han desvanecido hasta convertirse, demasiado a menudo, en su contrario.

Si las fuerzas de izquierda hubieran ido unidas y la derecha populista también, quizá Macron habría quedado fuera de la segunda vuelta

Los resultados del domingo han hecho circular un contrafáctico: si la izquierda hubiera concurrido unida, si sus divisiones no fueran tan comunes, Mélenchon estaría en la segunda vuelta en lugar de Le Pen. Pero si seguimos por ese camino, y la derecha populista hubiera concurrido unida, la suma de voto de Le Pen, Zemmour y Dupont-Aignan habría tenido como resultado que Macron no habría pasado a la segunda ronda, y esta se jugaría entre Jean-Luc y Marine. Las divisiones entre sus oponentes han favorecido, como suele ocurrir, al gobernante, pero no puede dejarse de constatar el descenso en su popularidad.

Sin embargo, es muy probable que Macron vuelva a ser presidente. Una de sus fortalezas reside precisamente en que el temor al futuro, en esta situación tan complicada, tiende a alejar a los votantes de los cambios bruscos, ya que podrían añadir todavía más incertidumbre. Macron cuenta con tres apoyos para ese objetivo: las generaciones de mayor edad, y especialmente los jubilados, suelen ser conservadoras, ya que, dado que sus ingresos dependen de la estabilidad, suelen desechar aquello que perciben como un riesgo claro. Las clases a las que les va bien, directivos, profesionales y en general ‘la France d’en haut’, los que suelen denominarse los ‘somewhere’, tampoco quieren transformaciones porque Macron les beneficia. El tercer sector es aquel que percibe a Le Pen como un paso atrás, en lo político y en lo social, y que votará contra ella, aun cuando Macron no sea de su agrado.

Foto: Marine Le Pen y Emmanuel Macron. (Reuters)
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Esos son los mimbres que, probablemente, le harán ganar las elecciones. En todos estos estratos, el temor al cambio se ve reforzado por la situación de inestabilidad que se anticipa para tiempos próximos.

3. El punto débil de Macron

El tercer elemento fija el marco de acción en el que va a desarrollarse la política en los meses, y seguramente años, que vienen: el poder adquisitivo. Los recursos con los que se cuenta, las oportunidades de trabajo, el coste de los bienes esenciales para la subsistencia y la percepción de un porvenir esperanzador o deprimente en lo material serán un terreno de juego clave. Es justamente en ese campo en el que el presidente francés ha encontrado mayor hostilidad, porque sus políticas no han ayudado demasiado a sus compatriotas, en especial a las clases medias y a las trabajadoras, ni tampoco a muchas de las regiones galas.

Foto: Mélenchon, en la sede de Francia Insumisa, tras conocerse los resultados electorales. (EFE/Mohamed Badra)

Ese es el punto débil de Macron. Y por más que se insista en la guerra de Ucrania, en la necesidad de luchar contra las autocracias y en el cambio geopolítico, el elemento central de la política va a ser el poder adquisitivo, los recursos materiales. El dirigente francés, a quien han denominado ‘el presidente McKinsey’, había anticipado políticas que le minaban todavía más en ese terreno, y por eso Le Pen ha crecido, y puede seguir haciéndolo, al enfocar decididamente su campaña en esa dirección. También Mélenchon insistió sin dudarlo en esa clase de argumentos (al margen de que, dado su electorado urbano y de izquierdas, su posición en política internacional le haya beneficiado electoralmente).

Dado que Macron necesita a los votantes de Mélenchon, lo lógico es que en estas dos semanas anuncie medidas económicas diferentes

El problema del poder adquisitivo va a estar ahí, sea quien sea el presidente francés, y va a golpear a toda Europa de un modo evidente. Y dado que Macron necesita que los votantes de Mélenchon sean suyos en la segunda vuelta, o que al menos no opten por Le Pen, sería lógico que en estas dos semanas anunciase un cambio de perspectiva económica que le permitiera sumar nuevos votantes o, al menos, no enervar más a los hostiles. Lo normal sería que Macron añadiera a su programa propuestas dirigidas a mejorar las condiciones vitales de clases medias y trabajadoras, así como a apoyar a las regiones en declive. Eso le permitiría ofrecer una imagen de dirigente que aportará estabilidad en todos los terrenos.

Pero esa tentación tiene un precio, porque si emitiera esas necesarias promesas electorales precisaría, una vez reelegido, de una notable determinación para llevarlas a efecto. Puede ocurrirle lo que a Biden: las apuestas económicas que realizó han quedado muy diluidas, y en su lugar está ofertando un discurso geopolítico que le puede resultar útil fuera de su país, pero que no va a convencer a sus electores. Les prometió algo que no está cumpliendo, y eso le pasará factura. En todo caso, tanto Macron como Biden deberían ser conscientes de que son la última bala para que el temor al cambio no quede sepultado por la demanda de cambios bruscos. Que la juventud esté apoyando a Le Pen y a Mélenchon en lugar de a Macron es un síntoma más de hacia dónde camina el futuro.

La primera vuelta de las elecciones francesas deja muchas preguntas en el aire. A pesar de que ha discurrido por caminos similares a los esperados, ya que lo que anticipaban las encuestas no es muy diferente de los resultados finales, la fortaleza de Le Pen y el crecimiento de Mélenchon muestran indicios de que la sociedad francesa no es la de 2017. Incluso hay quienes no descartan una sorpresa y por eso apelan al cordón sanitario respecto de Le Pen, insistiendo en la variable ideológica como elemento principal del voto. Sin embargo, hay tres aspectos, diferentes de ese, que resultarán claves.

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